Menos tabaco y más deporte, pero más alcohol y depresión: así ha cambiado nuestra salud desde el covid

Los hábitos de los españoles y españolas han cambiado. Pero no en todos los casos igual ni en el mismo sentido. Fumamos menos, somos menos sedentarios y cada vez tachamos menos nuestra salud de mala o muy mala. Sin embargo, bebemos más y nuestra salud mental está cada vez más deteriorada. Algo que, además, puede ir ligado. Y que ha ocurrido desde la pandemia, precisamente el periodo en el que más ansiedad y depresión sentimos y más consumo de bebidas alcohólicas se produjo, según los datos de la consultora Kantar. Y no sólo eso: tenemos, además, más enfermedades crónicas. Sobre todo las mujeres, aunque se cuiden mejor. Es decir, parece que hemos tratado de mejorar algunos de nuestros hábitos, pero eso, al menos por ahora, no ha dado demasiados resultados.
Son los datos que se extraen de la Encuesta de Salud de España (ESdE) presentada por el Instituto Nacional de Estadística (INE) esta semana con cifras correspondientes al año 2023. Empecemos por la primera. Según indica el organismo, en 2020 había un 19,78% de personas que fumaban a diario, un porcentaje que hoy ha caído hasta el 16,64%. Y, sobre todo, en las mujeres: si hace cinco años eran el 16,44% las que consumían tabaco, hace dos lo eran ya el 13,26%. Este jueves, además, la ministra de Sanidad, Mónica García, ha anunciado que su departamento ampliará los espacios libres de humo incluyendo, por ejemplo, vehículos de uso laboral —como por ejemplo furgonetas de reparto—, instalaciones deportivas o piscinas, campus universitarios o discotecas al aire libre. Sólo 24 horas antes, y desde Ginebra, García ya avanzó que la próxima reforma de la Ley Antitabaco sería "lo más ambiciosa posible". El objetivo: seguir reduciendo estos porcentajes.
Vayamos al segundo dato. En 2020 había un 36,41% de personas que afirmaban basar su tiempo de ocio en el sedentarismo, un porcentaje que en 2023 había disminuido hasta el 29%. Las mujeres, en cualquier caso, incrementan esa media. Porque sus porcentajes han descendido, sí, pero siguen siendo mucho más elevados: han pasado de ser sedentarias en un 40,34% a serlo en un 32,61%; ellos, en cambio, pasan del 32,27% al 25,29%.
Con estos resultados, podría parecer lógico, al menos a priori, que la percepción de salud de los españoles sea más positiva. Son dos hábitos que, al fin y al cabo, han mejorado. Sin embargo, lo cierto es que, aunque ocurre, lo hace con matices. Menos personas califican su salud de mala o muy mala, pero también menos ciudadanos la califican de buena o muy buena. ¿Qué ocurre entonces? Que al preguntar, la respuesta casi es unánime: "Mi salud es 'regular". Si acercamos sin embargo la lupa vemos, una vez más, las diferencias: son ellas las que se ven peor y ellos, los que se ven mejor.
La respuesta puede deberse al resto de factores. A que, por ejemplo, las enfermedades crónicas no han hecho más que incrementarse. En concreto, y según el INE, el 57,7% de la población de 15 y más años declaró padecer alguna enfermedad o problema de salud crónico, un porcentaje que en 2020 era del 54,31%. Y, otra vez, las mujeres salen peor paradas: el 62,32% dice sufrir alguna; de ellos, sólo el 52,84%. Las más frecuentes, en general, fueron la tensión alta (20,2%), el dolor de espalda crónico lumbar (19,8%) y el colesterol alto (18,3%). ¿Y entre ellas? La osteoporosis es la que gana por goleada.
Salud mental y alcohol
Ahora bien, las mayores dolencias, lejos de ser físicas, son las mentales. Según los datos del INE, el 14,6% de la población de la población de 15 y más años presentaba un cuadro depresivo durante las dos semanas anteriores a la entrevista y un 8% un cuadro depresivo severo. En 2020 esta sintomatología fue, respectivamente, 5,5 y 3,7 puntos inferior. Las diferencias en este caso entre hombres y mujeres, además, son abismales. El 61,3% de los cuadros depresivos mayores les son diagnosticados a ellas; el 38,7%, a ellos. En cuanto a otros más leves, ellas protagonizan el 60,4%; ellos, el 39,6%.
Por último, y ligado a este contexto según los expertos, lo que revelan también las cifras del INE es que el consumo de alcohol no sólo no disminuye, sino que aumenta. "El incremento en el consumo de alcohol a partir de 2020 está ligado a que cada vez hay más problemas de salud mental, muchas veces asociados a la pandemia y la pospandemia", explica el exdirector de Acción Sanitaria en situaciones de crisis de la Organización Mundial de la Salud (OMS) Daniel López Acuña. "Hay una relación clara entre el consumo de alcohol y los problemas de salud mental. Las personas que tienen mayores ideaciones suicidas siempre presentan, por ejemplo, una mayor prevalencia de consumo de sustancias psicoactivas, incluida esta", añade Lorenzo Armenteros, portavoz de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG).
En cualquier caso, el aumento del consumo de bebidas alcohólicas en el periodo estudiado por el INE fue leve. En concreto, el año de la pandemia consumió alcohol el 65,49% de la población frente al 66,85% en 2023. Entre los hombres la cifra es prácticamente idéntica: del 74,64% al 74,49% en estos tres años; en el caso de las mujeres, sí se da un incremento, del 53,86% al 59,66%. Ellas son, hay que recordar, las que sufren una mayor prevalencia de depresión.
La medicina 'del hombre' y la patologización mental de la mujer
La pregunta es obvia: ¿por qué son ellas las que tienen, al menos a la luz de las estadísticas, mayores problemas de salud mental? Carme Valls Llobet, médica especializada en endocrinología y en medicina con perspectiva de género y autora de Mujeres invisibles para la medicina (Capitán Swing), zanja que hay dos explicaciones. Por un lado, son ellas las que tienen una mayor ansiedad social, aquella que se asocia a la desigualdad, a cargar con los cuidados; por otro, las menos escuchadas en las consultas.
Ella misma pone un ejemplo claro en su libro: ante una visita a urgencias por un dolor en el pecho, ellas tienen más probabilidades de irse a su casa con un diagnóstico relacionado con el estrés o la ansiedad y con la prescripción, incluso, de un tratamiento con ansiolíticos. Ellos, sin embargo, podrán salir por la puerta con una cita para una prueba que analizará si tienen alguna enfermedad cardíaca.
"Las mujeres no están el doble de locas. Lo que pasa es que son diagnosticadas con más ansiedad y depresión porque no se diagnostican bien otros problemas subyacentes que hay detrás. La falta de hierro, que es un problema que sufrimos muchas, provoca depresión. El problema es que la solución, habitualmente, es una receta de psicofármacos", lamenta, desde el otro lado del teléfono.
Para Nel González, presidente de la Confederación Salud Mental España, hay también un factor que lo marca el propio patriarcado. Según opina, esta estadística puede explicarse, en parte, porque son ellas, y no ellos, las que piden ayuda. Y las que quedan reflejadas por tanto después en las cifras oficiales. "Creo que hay una parte cultural de seguir considerando que los varones no pueden ser débiles y que las mujeres, de hecho, lo son", critica.
Por qué la mayor prevalencia de enfermedades crónicas no es mala noticia
Sin embargo, la lectura de los datos también lleva a otra pregunta: ¿por qué cada vez es mayor la prevalencia de las enfermedades crónicas? ¿Y por qué ocurre si se han tratado de mejorar los hábitos de vida? Según los expertos consultados, ni lo primero es negativo ni lo segundo es, aunque lo parezca, una paradoja.
La primera respuesta tiene que ver con que la esperanza de vida en nuestro país es cada vez mayor, y más entre las mujeres, por lo que parece lógico que sean ellas las que más enfermedades crónicas padezcan. Según el INE, cuando una niña nace, se espera que viva hasta los 83,4 años; cuando lo hace un niño, hasta los 78. El problema, señala el exdirector de Sistemas de Salud de la OMS Rafael Bengoa, es que el sistema sanitario actual actúa demasiado tarde. "El modelo que tenemos prevé que una mujer de 65 años puede vivir 23 años más. Ahora bien, como mucho sólo tendrá diez años buenos más", lamenta. Ocurre porque la medicina es puramente curativa, cuando debería virar a un sistema preventivo. Es a lo que obliga, dice, la previsión demográfica.
Además, que haya una elevada prevalencia de enfermedades crónicas pero no un incremento exponencial de una mala percepción de la salud también es muestra de otro elemento positivo: que los tratamientos funcionan, valora Armenteros. "En este aspecto no se puede decir que haya ninguna paradoja. Estamos comprobando que puede haber más diabéticos, hipertensos o personas con problemas de tiroides, pero que los tenemos cada vez más controlados", celebra.
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Valls, en cambio, no es tan positiva. Para esta experta, las dolencias crónicas aumentan porque les afectan, sobre todo, a ellas. Y la medicina y la ciencia se encarga, sobre todo, de ellos. "Las mujeres vivimos en una sociedad androcéntrica desde que nacemos, no hay ciencia de la diferencia", razona.
Unos buenos hábitos que veremos en el futuro
En todo caso, ¿por qué hay más enfermedades crónicas si los hábitos de vida relacionados con el tabaco o el sedentarismo, sin embargo, han mejorado? En esto los expertos sí que coinciden. Y son claros. "Bajar los niveles de riesgo de enfermedades no tiene un impacto inmediato. Que se fume menos y se haga más deporte es algo que podremos observar en las estadísticas, pero quizás dentro de entre 20 ó 40 años", sostiene López Acuña.
"Se fuma menos y se hace más deporte, pero es que esos estilos de vida se expresan con años. Diez o quince años antes de la pandemia el estilo de vida de los españoles era muchísimo peor. La foto que hemos sacado hoy de esos buenos hábitos la veremos, pero queda tiempo", remata Bengoa.