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La travesía de Pedro Sánchez: del “España quiere izquierda” a “la izquierda no suma”

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Ibon Uría

"España quiere izquierda", "España quiere cambiar". Con estas palabras valoró el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, los resultados electorales la misma noche del 20-D. Desde entonces, el líder de los socialistas ha pasado de defender la necesidad de conformar una mayoría de "izquierdas" a advertir que el "cambio" no puede ser "monocolor" en lo ideológico, sino "transversal".

Por el camino los socialistas han cerrado un acuerdo con Ciudadanos y se han multiplicado los desencuentros con Podemos y Pablo Iglesias. Este lunes socialistas y morados ni siquiera se pusieron de acuerdo en cómo negociar a partir de ahora: Sánchez quiere que el partido naranja esté en esas conversaciones. Iglesias veta a Rivera e insiste en el formato a cuatro –PSOE, Podemos, IU-Unidad Popular y Compromís–.

Dos meses y medio después de las elecciones, con las negociaciones en punto muerto y tras el fracaso de Pedro Sánchez en las dos votaciones para su posible investidura la semana pasada en el Congreso de los Diputados, infoLibre repasa los cambios en el discurso del líder socialista, que asegura ahora que la izquierda "no suma", y los momentos clave en las relaciones entre el PSOE y Podemos.

"España quiere izquierda"

20 de diciembre de 2015. Elecciones generales. El PSOE logra 90 diputados. Es su peor resultado: pierde 20 escaños y casi 1,5 millones de votos con respecto a 2011, pero resiste como segunda fuerza con 21 actas más que Podemos y sus confluencias y casi 350.000 votos más que las listas de Iglesias. César Luena, número dos del partido, comentó durante el recuento que veía a Sánchez como futuro presidente. Luego Sánchez rebajó las expectativas.

El candidato compareció pasadas las once y media de la noche. Señaló que correspondía al PP "intentar formar Gobierno", aunque no descartó otras opciones. Esta fue su frase: "Es verdad que España quiere izquierda, es verdad que España quiere cambiar, pero también es cierto que los españoles, hoy, han decidido con su voto que la primera fuerza política sea el PP", dijo el líder socialista.

En esa breve comparecencia Sánchez subrayó que "los españoles también han dicho que se abre una nueva etapa política", que "en España se tiene que abrir un proceso de diálogo" y que "el PSOE está dispuesto a llegar a acuerdos por los intereses generales de los españoles". "Hemos hecho historia, hemos hecho presente y el futuro es nuestro", remató.

Un día después Luena reiteró que Rajoy debía intentar la investidura en primer lugar y dijo que los socialistas se opondrían. Y añadió: "El PSOE va a tener una posición clara porque los españoles han votado cambio e izquierda, y vamos a traducir ese voto de los españoles en la sesión de investidura", apuntó. "Decir que se ha votado cambio parece razonable: el PP ha pasado de 186 a 123 diputados. Y que se ha votado izquierda... sólo hay que ver los votos de las candidaturas".

Fue entonces cuando Podemos advirtió que el referéndum en Cataluña era "irrenunciable". Ese fue el primer escollo para el pacto. Sin embargo, Sánchez insistió el 28 de diciembre de 2015, en el discurso que pronunció ante el Comité Federal de su partido, en que el PSOE tenía la "legítima responsabilidad" de buscar una mayoría "progresista" y de "izquierdas" si el PP fracasaba en sus intentos de formar Gobierno.

Algunas de las frases de Sánchez fueron: "El voto socialista es el voto por el cambio, por la izquierda y por el diálogo. Y cumpliremos", "la mayoría de los votos escogieron cambio a partir de valores y propuests de izquierdas y progresistas" o "la respuesta de los españoles a cuatro años de abusos, de recortes y de corrupción por parte de la derecha, ha sido un vuelco electoral hacia opciones progresistas y de izquierda".

"Las fuerzas del cambio"

A principios de enero Pedro Sánchez viajó a Portugal. Fue el 7 de enero de 2016. En su tercera visita oficial a Lisboa desde que fuera nombrado secretario general del PSOE en julio de 2014, el líder socialista se entrevistó con el primer ministro luso, António Costa –también socialista–, que pactó su Ejecutivo con el Bloque de Izquierda –aliado de Podemos en el Parlamento Europeo– y el Partido Comunista de Portugal.

En su discurso Sánchez presentó esa alianza como ejemplo, pero evitó mencionar siglas. El candidato del PSOE aseguró que intentaría una "gran coalición" de "fuerzas progresistas" e introdujo un nuevo concepto: el de "las fuerzas del cambio". "Las fuerzas del cambio –dijo– deben entenderse para que un país pueda progresar". "Será en las políticas y no en las siglas donde nos entenderemos", agregó.

Hubo otra frase que dejó más claro si cabe el cambio que se produjo después de ese Comité Federal en el que, a finales de diciembre, los barones territoriales socialistas presionaron hasta aprobar una resolución que deja muy claro que el PSOE no iba a dialogar siquiera con los grupos independentistas para llegar al Gobierno. Sánchez habló de tender la mano "a izquierda y derecha, a todas las fuerzas progresistas".

Pocos días después, el 11 de enero, Sánchez concretó su apuesta: un Gobierno "progresista y reformista" que implicara "tender puentes y tender la mano a izquierda y derecha". En una rueda de prensa en Ferraz, el líder del PSOE explicitó, ahora sí, con quién quería entenderse: "Quiero entenderme tanto con Podemos como con Ciudadanos. Esa es la voluntad y mi decisión", proclamó.

Sánchez se mostró convencido de que con ambas formaciones podría "compartir buena parte" de una "hoja de ruta" en "materia social" y de "regeneración democrática". "Los españoles han votado cambio. Todas aquellas formaciones que representamos ese cambio tenemos que entendernos". Hace falta un "Gobierno progresista y reformista basado en pactos ofrecidos a izquierda y derecha, a partidos clásicos y nuevos", insistió.

Durante esos días, sin embargo, hubo algunos vaivenes en las declaraciones del cabeza de cartel del PSOE. El día 14 de enero apostó en los pasillos del Congreso por "negociar" un "Gobierno a la portuguesa" con Podemos –fórmula en la que, a priori, no tendría cabida Ciudadanos– y, en una entrevista en TVE ese mismo día, agregó que los socialistas y el partido morado "están condenados a entenderse".

Primeras tensiones con Iglesias

Los desencuentros del PSOE con el partido de Iglesias fueron en aumento desde que el líder del partido morado comunicó su propuesta de Gobierno de coalición a los medios sin antes trasladársela a Pedro Sánchez. Mientras el candidato socialista estaba reunido con el rey, Iglesias proclamó ante las cámaras su intención de convertirse en el vicepresidente del número uno socialista.

En su respuesta el líder del PSOE ironizó sobre las formas de Iglesias, pero no rechazó su propuesta. "Los votantes de Podemos y del PSOE no entenderían que no nos entendiéramos. Puedo asegurar que por mi parte no va a ser", dijo Sánchez. Días después, el secretario general decidió que la militancia votase los pactos postelectorales, en lo que se entendió como una maniobra para esquivar las reticencias de algunos barones a pactar con el partido de Iglesias.

Sánchez, sin embargo, llamó en primer lugar a Albert Rivera. Y un día después de la respuesta del líder del PSOE a Iglesias, que algunos cargos socialistas consideraron poco contundente, Ferraz emitió en un comunicado en el que afirmó que el PSOE no iba a admitir "imposiciones unilaterales" en las negociaciones para formar Gobierno. César Luena, número dos socialista, afirmó 48 horas más tarde –corría el 25 de enero– que el PSOE, en realidad, prefería "gobernar en solitario".

El 30 de enero el PSOE celebró un nuevo Comité Federal. El equipo de Sánchez evitó que los barones le estrecharan el margen para pactar, pero en su discurso dejó claro que su intención era "tender la mano a izquierda y a derecha" y marcó un nuevo objetivo: "Poner fin a las reformas del PP". Menos de tres días después Sánchez recibió el encargo de formar Gobierno. Pidió entre tres semanas y un mes para lograrlo y reiteró su voluntad de buscar un cambio "transversal".

O con Rajoy o con el cambio

En las negociaciones los reproches entre PSOE y Podemos fueron en aumento. El portavoz de los socialistas, Antonio Hernando, emplazó al partido de Iglesias a negociar: "Nos tenemos que sentar", dijo el 8 de febrero. Pero las buenas palabras duraron poco. Una semana después la formación morada hizo público un documento de propuestas para un posible Gobierno de coalición que provocó el enfado del PSOE: "Iglesias no sabe ni dónde está ni qué papel le corresponde", dijo entonces Hernando.

El portavoz del PSOE agregó que era "la hora de la verdad" para Iglesias y Podemos. "Es la hora de aprovechar la oportunidad si es que de verdad quiere sumarse al cambio", insistió. Podemos respondió en que no negociaría hasta que el PSOE optada por un Gobierno "de coalición y de cambio" –y apartara, por tanto, a Ciudadanos– y el acuerdo entre socialistas y el partido naranja se cerró poco después, lo que Iglesias interpretó como un portazo a la posibilidad de un Ejecutivo de izquierdas.

Con ese ambiente de fondo –y con una oferta de última hora por parte del PSOE que era, en realidad, un documento sin novedades con respecto al pacto con los de Albert Rivera– llegaron las votaciones de investidura, que Sánchez sabía perdidas de antemano. Y en el Congreso, las alusiones de Pablo Iglesias al pasado "manchado de cal" del expresidente González o la presión del PSOE a Podemos, al que tildó de "tabla de salvación" de Rajoy, no ayudaron a rebajar la tensión.

La "falsa esperanza" de la izquierda

Sánchez, por su parte, fue más claro que nunca en el discurso previo a la primera votación: abogó por el "mestizaje ideológico" tras destacar que "no hay una mayoría de izquierdas" y tachó de "falsa esperanza" la posibilidad de un Ejecutivo de izquierdas porque "no suma". "Estamos obligados a mezclarnos", le espetó a Podemos, al que le dijo que "hasta la peor medida del pacto [con Ciudadanos] es mejor que mantener a Rajoy en funciones" y le reprochó que "las imposiciones, el chantaje y el abandono de la mesa de negociación" habían frenado el cambio.

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Entre la primera y la segunda votación de investidura el PSOE aprovechó unas palabras de la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, para redoblar la presión contra Podemos. Carmena aseguró primero que "sería bonito" apoyar la investidura de Sánchez y matizó después que era partidaria de una "coalición de izquierdas". En cualquier caso, el portavoz socialista Antonio Hernando sostuvo que el PSOE apoyó a Carmena "sin pedir nada a cambio" y le pidió a Iglesias que escuchara a la primera edil madrileña.

En el discurso previo a la segunda votación Sánchez subrayó que "prácticamente todos" los partidos "menos el PP" quieren un cambio y en que la única suma posible es la de un Gobierno "transversal" con el apoyo de Ciudadanos y Podemos. El líder del PSOE agregó este fin de semana que Iglesias "ha traicionado a sus votantes dejando que Mariano Rajoy siga siendo presidente". Este lunes, finalmente, dijo que el secretario general del partido morado peca de "sectarismo", que "el bloque de izquierdas no suma" y que el "cambio" no puede ser "monocolor" en los ideológico.

"Que deje de bloquear el cambio", "incluso la peor de las medidas del acuerdo del PSOE con Ciudadanos es mejor que mantener a Rajoy en funciones", "Iglesias ha traicionado a su electorado", "no se puede decir 'o todo o Mariano Rajoy sigue siendo presidente del Gobierno'", dijo Sánchez en una rueda de prensa. El candidato socialista sostuvo que Podemos se ha integrado, junto al PP, en una "coalición negativa y bloqueo". De Iglesias dijo, a renglón seguido, que se preocupa más de "el empleo de los dirigentes de Podemos" que de "lo que importa a la gente que votó a Podemos y que no entiende que se haya aliado con el PP". 

"España quiere izquierda", "España quiere cambiar". Con estas palabras valoró el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, los resultados electorales la misma noche del 20-D. Desde entonces, el líder de los socialistas ha pasado de defender la necesidad de conformar una mayoría de "izquierdas" a advertir que el "cambio" no puede ser "monocolor" en lo ideológico, sino "transversal".

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