La Universidad Carlos III, un ejemplo de previsión para organizar un curso marcado por la pandemia

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Docencia online, cierre de centros, evaluaciones extraordinarias… la pandemia del covid-19 en España ha supuesto una crisis sin parangón en todos los niveles de enseñanza que ha llevado al sistema a acelerar una transformación pedagógica y digital, ya de por sí atrasada, para la que no estaba preparado. Las universidades salvaron el curso pasado a través de las clases telemáticas y, ya a las puertas del próximo, se abre ahora un escenario de incertidumbre en el que muchos temen la consolidación de un modelo para las élites ante el crecimiento de la brecha digital y social reforzadas por los modelos no presenciales.

Con el establecimiento de la distancia interpersonal, la reducción repentina de ratios, y la amenaza del cierre de los centros educativos ante posibles rebrotes, una de las principales consecuencias de la pandemia es la desaparición del aula como espacio de socialización, clave para que la educación pública cumpla su papel como vehículo para una igualdad efectiva. En un primer momento, los centros decidieron adoptar un modelo completamente online online ante las restricciones en la movilidad decretadas en el estado de alarma del 14 de marzo. Jorge Traver, estudiante de segundo año de ADE en la UC3M, relata cómo ha sido la transición a este nuevo curso frente al caos vivido durante el confinamiento. “El lunes 9 de marzo nos llegó la noticia del rector de la universidad, Juan Romo, de que toda actividad presencial quedaba cancelada hasta nuevo aviso”, explica. “La gente se marchó a sus casas y estuvimos un par de semanas a la espera de que llegasen correos o noticias del profesorado para saber cómo íbamos a continuar con las clases”, prosigue. “Obviamente ante una situación así como es la del covid, estuvieron saturados a la hora de organizar toda la docencia online y la forma en que nos examinarían, pero finalmente todo fue rodado y a finales de marzo ya teníamos un horario online online asentado para la mayoría de los estudiantes y se nos había proporcionado los nuevos criterios de evaluación debido a la actividad no presencial”, narra Traver.

Tras una apresurada transformación digital, el periodo lectivo llegó a su fin en verano. Pero la batalla no terminaba ahí, y con la mirada puesta en el siguiente curso académico, las universidades empezaron a desarrollar sus planes de regreso a las aulas utilizando las experiencias del confinamiento y reforzando la docencia a distancia.

Ante este panorama, docentes y sindicatos estiman que los modelos presenciales son los garantes de la igualdad educativa, y por ello establecen como una prioridad el regreso a las aulas. Con la crisis sanitaria vigente, y hasta el desarrollo de una vacuna, la vista está puesta en el desarrollo de protocolos y medidas que puedan garantizar esa presencialidad, a la vez que la salud de la comunidad educativa.

El pasado 31 de agosto, y con el inicio del periodo lectivo a la vuelta de la esquina, el Ministerio de Universidades actualizaba sus recomendaciones a la comunidad universitaria para adaptar el curso a la situación del covid-19. Las nuevas medidas, anunciadas tras la Comisión Delegada de la Conferencia General de Política Universitaria por el secretario general de Universidades, José Manuel Pingarrón, incluyen la ventilación de las aulas o la designación de un responsable covid-19, así como la asignación de un espacio en el que aislar a las personas con síntomas compatibles con el virus.

Sin embargo, el Ministerio de Universidades delega en los centros universitarios ciertas competencias, como el establecimiento de protocolos de actuación ante la aparición de un caso sospechoso de covid-19, o la toma de medidas más drásticas como el cierre de las facultades previa reunión con las autoridades sanitarias y educativas.

Ante la evolución de la epidemia en el país y los posibles escenarios en otoño, los centros han ido desarrollando paralelamente al Ministerio sus propios planes de regreso a las aulas. Entre ellos destaca el protocolo establecido por la Universidad Carlos III y desglosado en su página web. Aprobadas el pasado 7 de junio, las medidas de la universidad madrileña se adelantaron a las recomendaciones del Gobierno, y esclarecen las principales lagunas generadas por el departamento de Manuel Castells.

Juan Julián Elola, médico del trabajo en la UC3M, detalla en conversación con infoLibre como fue el proceso de elaboración del documento: “El protocolo se empieza a desarrollar antes del verano, alrededor de junio y julio. Cuando ya se hacen las matrículas y se empiezan a formalizar, nosotros ya estábamos trabajando en ello”, relata. “Se suponía que iba a haber algún documento oficial, pero claro, no puedes esperar al 3 de agosto para ponerte a trabajar. No puedes esperar”.

Con el cierre de las aulas, y tras el periodo estival, el profesional señala cómo el centro ha ido trabajando en la elaboración de las medidas para garantizar una vuelta segura a las aulas. “Hemos estado trabajando todo el verano. Hemos tenido tiempo para establecer las medidas con margen sin tener que hacerlo mientras andamos”, razona Elola.

Desde el rectorado de la universidad se apuesta por un modelo semipresencial, que combine las clases ordinarias con periodos de docencia a distancia. De este modo, se organizan modelos de rotación, organizados en grupos lectivos para que todo el alumnado pueda recibir clases presenciales, mientras que los estudiantes que permanezcan en sus casas pueden seguir la docencia de forma síncrona. “Yo por ejemplo voy a ir presencialmente lunes y martes, el resto de la semana online, y esos dos días los cuales voy a acudir a clase no estaré en contacto con ningún grupo que no sea el mío”, apunta Traver.

El uso de la mascarilla, obligatorio

Entre las medidas sanitarias planteadas por la universidad, la que más dilema supuso fue el uso obligatorio de la mascarilla. “En los primeros documentos teníamos claro que había que consultar a la asesoría jurídica para que nos confirmasen que efectivamente la universidad puede imponer el uso de mascarillas, aunque no estuviera decretado fuera del centro”, recuerda Elola. “Pero luego al final el uso de mascarillas se generalizó, ha sido impuesto y es obligatorio, por lo que ya no da lugar a debate”.

Finalmente el protocolo recoge su imposición tanto en el interior como en el exterior de las instalaciones, y nunca podrá disponer de válvula de respiración, mientras que los alumnos que no puedan usarla por motivos sanitarios estarán exentos de la norma si así lo recoge una prescripción médica.

En cuanto al uso de los espacios comunes, este se tendrá que realizar siempre respetando la distancia de seguridad de 1,5 metros, evitando aglomeraciones, y circulando por la derecha en pasillos y escaleras, mientras que el uso del ascensor estará limitado a única persona, salvo personas que precisen un acompañante. En los aseos se mantendrá una ocupación máxima de la mitad de sus cabinas y urinarios.

La entrada y salida de las aulas deberá ser organizada, y en su interior estarán señalizados los asientos que cumplan la distancia interpersonal, nunca superando el aforo máximo establecido. Dichos asientos tendrán asignado un número y un estudiante en caso de que la universidad tenga que determinar su ubicación en el aula en caso de que se realice un rastreo de contactos. Además se establecerán controles de acceso en las entradas de los edificios para regular el aforo.

El médico destaca cómo la elaboración y aplicación de estas medidas han exigido un trabajo “enorme” para el centro. “Solamente las mascarillas del personal, profesores y trabajadores han supuesto un esfuerzo que nunca ha tenido el servicio de prevención” comenta Elola, que añade que la dificultad no solo ha sido económica, sino organizativa. “A todo esto hay que sumarle el dimensionamiento de las aulas y de los espacios” para garantizar una distancia efectiva de los alumnos reduciendo las ratios y distribuyendo las mesas.

Además, el cierre de espacios como bibliotecas o salas de estudio suponen otro reto para la universidad. “Los espacios de lectura y las salas de estudio están cerradas porque no tiene sentido tener un hueco que no puedes controlar”, destaca el médico. “Las bibliotecas y otros espacios están cerrados, y los que eran aptos se han utilizado para ubicar nuevas aulas”.

Entre otras medidas, se estipula que antes del inicio de la jornada lectiva se realizará una desinfección general del centro, prestando atención a las zonas de uso común y aseos. Los espacios se ventilarán a través del sistema de aire acondicionado dos horas antes y después de la jornada, mientras que el aire se renovará entre 5 y 8 veces por hora. En caso de que no se disponga de este sistema, se favorecerá la ventilación natural, cerrando puertas y ventanas durante el horario lectivo para evitar la creación de corrientes de circulación.

La universidad también establece mecanismos para atender las necesidades de las personas más vulnerables. Los estudiantes que formen parte del grupo de riesgo, deberán notificar sus medidas de prevención específicas al Centro de Orientación a Estudiantes. Además, se han habilitado recursos en las aulas para aquellos que no puedan hacer uso de la mascarilla. “En el supuesto de que una persona no pudiera ponerse mascarilla, se ha previsto de un espacio para que esas personas puedan mantener una distancia mayor en el aula y no haya un peligro”.

Detección de casos

Cuando el estudiante presente síntomas compatibles con el covid-19, deberá quedarse en casa y avisar al centro a través de los canales de comunicación establecidos por la universidad, así como al centro asistencial de atención primaria a la espera de instrucciones.

En caso de que el alumno presente síntomas durante la estancia en el centro, este tendrá que informar al profesor, que se pondrá en contacto con el Servicio Médico, y abandonar el centro inmediatamente a espera de los resultados de la prueba PCR.

Si se confirmara la sospecha, el alumno notificará de su situación y enviará sus datos de contacto con el servicio médico del Centro de Salud Laboral de la universidad, que trasladará la información al Decanato, Dirección de la Escuela o Centro de Postgrado. En este momento, el Servicio Médico establecerá los posibles contactos previos. En ese momento, los estudiantes que se encuentren en aislamiento o en cuarentena, ya sea a la espera o tras el resultado de las pruebas PCR, no podrán acceder a los centros educativos hasta su finalización.

Sin embargo, el médico apunta que la prioridad es evitar que ese contacto se produzca. "Lo principal es potenciar las medidas de seguridad y los controles para evitar que dentro del campus no haya peligro alguno de que haya un positivo y que no lo pueda difundir por toda la universidad. Eso es mucho más importante que el seguimiento posterior, que significaría que algo ha fallado", razona Elola. "Si tuviésemos algún contagio estrecho eso quiere decir que hemos hecho algo mal, porque no debería haberlos. Ese es nuestro objetivo primero".

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Pero tras la actualización de las medidas contra el covid-19 en los centros realizada por Castells el pasado 31 de agosto, el Ministerio establece que “las universidades deberán definir un espacio para el aislamiento de la persona detectada como caso sospechoso de covid-19”. Un espacio que las universidades inesperadamente han tenido que acondicionar en los últimos días. “Hay que llevarlos a un sitio donde estén aislados, ventilados, pero que no haya riesgo de que se expanda”, recuerda Elola, que apunta que “estamos ante un problema organizativo y económico, porque son espacios que quitas de otros servicios”.

Aunque habrá que esperar a que los alumnos vuelvan a pisar las aulas para comprobar la efectividad de las medidas, desde la UC3M se muestran convencidos de su eficacia. “Creo que las medidas que se han tomado, si fallan, no será porque no sean adecuadas sino porque no será posible el cumplimiento al cien por cien”, apunta el médico. “Obviamente cualquier tipo de medida preventiva es susceptible de ser mejorada, pero no creo que la universidad sea un sitio donde vayamos a aumentar el problema”.

Jorge Traver se muestra satisfecho con el protocolo. “Creo que la Universidad Carlos III ha llevado la situación lo mejor que ha podido. Dentro de lo que ha dejado hacer el Gobierno la universidad lo ha aprovechado al máximo, ha tomado unas medidas muy estrictas pero con margen de regulación, y ha sabido posicionarse rápidamente para dar un servicio óptimo, dentro del covid-19 claro está, a todos sus estudiantes y personal que trabaja en la universidad”, concluye.

Docencia online, cierre de centros, evaluaciones extraordinarias… la pandemia del covid-19 en España ha supuesto una crisis sin parangón en todos los niveles de enseñanza que ha llevado al sistema a acelerar una transformación pedagógica y digital, ya de por sí atrasada, para la que no estaba preparado. Las universidades salvaron el curso pasado a través de las clases telemáticas y, ya a las puertas del próximo, se abre ahora un escenario de incertidumbre en el que muchos temen la consolidación de un modelo para las élites ante el crecimiento de la brecha digital y social reforzadas por los modelos no presenciales.

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