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Sin pacientes y sin agua fría: los 'vacunadores' del Zendal denuncian las "patadas" que sufren desde hace dos años

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Primero, en el hospital de campaña de Ifema; después, en el centro de vacunación instalado en el Wizink Center; por último, en el Hospital Enfermera Isabel Zendal. Ese es el periplo por el que han pasado los que antes de la llegada de la pandemia atendían en los 37 servicios de urgencias de atención primaria (SUAP) de la Comunidad de Madrid que aún hoy continúan cerrados y que, según parece, están condenados a desaparecer. "Siempre dimos un paso al frente y fuimos a donde nos mandaron, a pesar de que cuando nos enviaron a Ifema estábamos aterrorizados porque ni siquiera sabíamos a qué íbamos a enfrentarnos", relata José, un enfermero que prefiere utilizar un nombre ficticio. "Recuerdo que fui acojonado. Llevo toda mi vida laboral —que empezó en 1994— viendo de todo, pero aquello no sabía lo que era", incide.

Pero no lo dudó y la mayoría de sus compañeros tampoco. Sin embargo, el reconocimiento que se les ha dado una vez pasados los aplausos, lamenta, ha sido un trato "a patadas". Y no solo a ellos, sino también a los pacientes, critica. El estado en el que trabajan día a día en el Zendal, dice, ha sido la gota que ha colmado el vaso.

"Hoy es un gran día, de esperanza, de ilusión, y de confianza, un día que vamos a recordar durante largos años", dijo la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en la inauguración del centro. "Es la representación del esfuerzo, la perseverancia y la lucha de una región contra el virus, es el recordatorio de que cuando Madrid se marca un objetivo y trabaja con convicción con él se pueden superar las metas más difíciles", añadió. Ya entonces los sanitarios la recibieron con protestas porque, entendían, no era necesario. Había que reforzar los hospitales que ya existían, defendían.

Ahora, un año y medio después, los sanitarios confirman que tenían razón. "Estamos aquí para justificar el centro y porque no saben qué hacer con nosotros. Así nos tienen escondidos y parece efectivamente que no hay gente para trabajar en los SUAP", se quejan María y Paula, dos enfermeras —que también prefieren permanecer en el anonimato— que este último jueves pasaron 12 horas pinchando a los pocos pacientes que se acercaban al Zendal a recibir su vacuna.

Porque ese es el problema, que son pocos. A las siete de la tarde, apenas una veintena de personas esperaba para sentarse en uno de los puestos en los que un técnico y un enfermero administraban las dosis. "Ha habido días que ha venido más gente, pero vamos, una cosa puntual, lo normal es esto", relatan las enfermeras. "Trabajamos dos horas sí, dos horas no", añade José.

Según explica Daniel Vallejo, delegado sindical de UGT en el Summa 112, que es el servicio que trabajaba en los SUAP y que ahora vacuna en el Zendal, en el hospital pregonado a bombo y platillo por Ayuso trabajan unas 170 personas que antes atendían en las 37 urgencias de atención primaria de la región. Se dividen, según explica José, en tres turnos en los que trabajan 50 personas que ponen, aproximadamente, 1.000 vacunas al día. "No hace falta tanta gente, ese volumen lo pueden asumir tres enfermeros sin problemas", se queja.

María y Paula opinan como él. "Si en cada centro de salud pusieran una enfermera a vacunar, el volumen de trabajo no sería muy grande y no se haría a la gente venir hasta aquí", lamentan.

El centro se encuentra en Valdebebas, al norte de Madrid y, según informó el Gobierno autónomico, cuenta con una superficie de 40.000 metros cuadrados, con tres pabellones de 7.400 cada uno. El espacio era suficiente para que, como se planteó la Comunidad, se pudiesen albergar 1.000 camas y 40 UCI. Sin embargo, en el balance de su primer año, apenas tenía 38 pacientes para más de 400 trabajadores.

"La situación es tétrica y dantesca"

Pero las quejas de los trabajadores ya no solo vienen por el poco volumen de trabajo y por el traslado continuo de centro, sino porque las condiciones en las que trabajan en el Zendal tampoco son las mejores. En su tiempo de descanso, según relatan los enfermeros consultados y ha comprobado infoLibre, disponen de una sala separada del vacunódromo por paneles prefabricados. Dentro, sillas y mesas, frigoríficos, microondas y, en medio, un fregadero que también hace de fuente de agua.

"Sale caliente, sabe mal y está oscura", se quejan las enfermeras, que han iniciado un campaña a través de las redes sociales para disponer de una fuente como sí tenían en el Wizink Center. En un lado del espacio, además, hay un agujero por el que aseguran que pasan "aguas fecales". "La situación es tétrica, dantesca", continúa José, que se queja de que, durante la pandemia, los trabajadores del Summa de los SUAP como él también fueron enviados a vehículos blancos alquilados por la Comunidad para hacer servicios a domicilio.

"En ese momento también dimos un paso al frente y fuimos a partirnos la cara, pero llegaron a enviarnos a domicilios a llevar medicación como Paracetamol", se queja, a la vez que señala que un coche no puede realizar el mismo servicio que un SUAP. "En un fin de semana podían venir 300 pacientes. Con un coche, en 12 horas, es imposible absorber esa demanda", coincide Vallejo.

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Ninguno de los trabajadores del Summa que ahora mismo vacuna en el Zendal se atreve a decir dónde estará en unos meses. Según cuentan todos, ahora mismo está en marcha un proceso de méritos para elaborar una lista en la que, por orden, irán eligiendo nuevo destino. ¿Cuál? Lo desconocen. "No sabemos qué va a pasar, sabemos lo mismo que oye la gente de la calle", se queja José.

El último anuncio de la presidenta regional pasa por la voluntad de reabrir los 37 SUAP que el pasado 20 de junio anunciaron mantener cerrados para siempre. Ahora bien, no se sabe cuándo, aunque Ayuso ya ha planteado que habrá cambios en el sistema sanitario en septiembre, a la vuelta de vacaciones. "Todos serán abiertos nuevamente", dijo el 30 de junio. Hasta ese día, el nuevo plan de "reordenación", como lo llamaron en la Consejería de Sanidad, contemplaba la apertura de 17 Puntos de Atención Continuada (PAC), de los cuales solo diez iban a tener médico. A los SUAP ni se los mencionaba.

"Ninguno nos creemos que lo vayan a abrir", dice José. Paula y María no son tan tajantes, pero sí tienen claro que el anuncio tiene que ver con las frecuentes protestas que se vienen sucediendo en Madrid desde que se supo que las urgencias de la primaria no volverían a estar activas nunca más. "Han visto a la gente protestar, y reculan", sostienen las enfermeras.

Primero, en el hospital de campaña de Ifema; después, en el centro de vacunación instalado en el Wizink Center; por último, en el Hospital Enfermera Isabel Zendal. Ese es el periplo por el que han pasado los que antes de la llegada de la pandemia atendían en los 37 servicios de urgencias de atención primaria (SUAP) de la Comunidad de Madrid que aún hoy continúan cerrados y que, según parece, están condenados a desaparecer. "Siempre dimos un paso al frente y fuimos a donde nos mandaron, a pesar de que cuando nos enviaron a Ifema estábamos aterrorizados porque ni siquiera sabíamos a qué íbamos a enfrentarnos", relata José, un enfermero que prefiere utilizar un nombre ficticio. "Recuerdo que fui acojonado. Llevo toda mi vida laboral —que empezó en 1994— viendo de todo, pero aquello no sabía lo que era", incide.

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