El Partido Nacionalista Vasco ha gobernado durante más de cuarenta años en Euskadi. Lo hizo ininterrumpidamente durante ocho legislaturas, desde 1980 a 2009, cuando el candidato del PSE-EE, Patxi López, se convirtió en el primer lehendakari no nacionalista gracias al apoyo del PP. Tres años después, el PNV volvió a Ajuria Enea de la mano de su actual lehendakari, Íñigo Urkullu, que ha permanecido en el poder durante doce años. Ahora la formación ha cambiado de candidato, con Imanol Pradales como la apuesta para taponar la sangría de votos y lograr frenar el tsunami de EH Bildu, que el domingo, según la mayoría de las encuestas, podría superar por primera vez a los peneuvistas.
Durante estas cuatro décadas al frente del gobierno vasco, los nacionalistas únicamente han gobernado en solitario las dos primeras legislaturas. Después se han servido de alianzas como la que actualmente mantienen con el PSE-EE, al igual que hicieron en su momento con Eusko Alkartasuna o Ezker Batua como socios minoritarios. Sin embargo, nunca han compartido gobierno con la izquierda abertzale pero sí han recibido apoyos puntuales. Según apuntan los sondeos, el próximo día 21 ninguna fuerza tendría posibilidades de lograr la mayoría absoluta y, de nuevo, las alianzas son las que definirán el futuro de la comunidad.
Aunque el PNV es un partido de corte conservador, de raíces democristianas, y apegado al mundo empresarial y de la burguesía vasca, sus dirigentes siempre se han resistido a catalogarse como de derechas. A juicio del presidente del partido, Andoni Ortuzar, no se puede definir al PNV como un partido "ni de izquierdas ni de derechas", ya que se trata de un "falso eje". Los peneuvistas sitúan a Euskadi como prioridad, aunque el propio Pradales reconocía recientemente que la soberanía no está en el debate público: "Este país ha vivido con tanta tensión el terrorismo de ETA que en esta fase de resaca ha hecho bajar esa pulsión soberanista".
Esta resistencia a catalogarse en un espectro ideológico pese a sus posicionamientos en materia fiscal, migratoria o de vivienda, se puede explicar por el hecho de que la sociedad vasca se sitúa más a la izquierda que la española. Según el Sociómetro vasco del mes de marzo, la media está en un 4,3 —en una escala del 0 al 10 en la que 0 es extrema izquierda y cuatro extrema derecha—, aunque el PNV es, atendiendo a los mismos datos, el partido que más simpatías genera con un 4,8 de nota media, seguido de EH Bildu, con un 4,3 y de PSE-EE con un 4,1.Según el Deustobarometro, la sociedad vasca ubica al PNV en el continuo izquierda-derecha en el 6,1.
"La sociedad vasca no es conservadora, pero es que los votantes del PNV tampoco lo son. Se identifican como de centro izquierda", subraya Braulio Gómez, profesor de Ciencia Política en la Universidad de Deusto y director del Deustobarómetro, en conversación con infoLibre. De hecho Gómez recuerda que el PNV ha llevado a cabo "medidas de hondo calado social" por lo que tampoco encajaría en la definición de partido de derechas al uso.
"El PNV ha sido un partido muy transversal que ha conseguido aunar diferentes sensibilidades políticas: democristiana, liberal, socialdemócrata y nacionalista. Sus Gobiernos han apostado por el desarrollo del sector público en sanidad y educación y ha desarrollado políticas sociales que han sido pioneras en el Estado, como la Renta de Garantia de Ingresos. Es un partido al que se le valora la buena gestión y está muy asociado a la dirección de las principales instituciones del País Vasco", explica, por su parte, María Silvestre, catedrática de Sociología.
Su política de pactos
En Euskadi ningún partido ha conseguido nunca mayoría absoluta, lo que ha hecho de la cultura del pacto la norma de la política vasca en un Parlamento en el que, para hacer aún más complejo el modelo electoral, cada territorio —Bizkaia, Gipuzkoa y Araba— tienen la misma representación, 25 diputados, pese a sus diferencias de población. El liderazgo político del PNV nunca se ha visto realmente amenazado hasta estos comicios, a pesar de que tuvo que afrontar durante quince años —entre 1986 y 2001— las consecuencias de la escisión encabezada por quien fuera su lehendakari en las dos primeras legislaturas.
Para Rafael Leonisio, profesor de Ciencias Políticas de la UNED y antiguo miembro del equipo del Euskobarómetro, la clave de la hegemonía del PNV reside en su capacidad de "aliarse con todos". "Las alianzas han sido en general dependientes del eje territorial", explica a este periódico. Un razonamiento compartido por Gómez, que destaca que los de Ortuzar llevan "casi una década gobernando con el PSE" lo que "genera un crecimiento de su identidad más social" al aliarse con un partido socialdemócrata, al igual que su participación en el bloque de la investidura en el Congreso. "Ha tenido muy claro hacia dónde ir", sintetiza.
Lo cierto es que la formación jetzale no tardó ni 24 horas en desdeñar un posible pacto con el PP de Alberto Núñez Feijóo tras las elecciones generales del pasado julio, cuando la formación ganó en votos y escaños, pero se quedó lejos de alcanzar la mayoría absoluta ni aún sumando a Vox a esa ecuación. Ortuzar priorizó en todo momento la alianza con Pedro Sánchez pese a que su investidura parecía, a priori, muy complicada al necesitar también a Junts.
Una alianza en Madrid que tiene consecuencias directas en el País Vasco, ya que tras la noche electoral del domingo, se prevé que el PNV vuelva a gobernar aunque no sea la primera fuerza. Eso se debe a que la base de la campaña del candidato socialista, Eneko Andueza, ha sido presentarse como la llave del futuro gobierno, priorizando a Pradales como socio e insistiendo en que no van a hacer lehendakari al candidato de EH Bildu, Pello Otxandiano. A juicio de ambos expertos ese gobierno de PNV y PSE será el más probable, ya sea porque ambos lleguen a la mayoría absoluta por sí solos o con el apoyo del PP.
El perfil de sus candidatos
Otro de los factores que influye a favor del PNV es el perfil sobrio de sus candidatos. "Se valora positivamente que la clase política no genere grandes problemas, ni haya política de trincheras sino de acuerdo entre diferentes. Los actores que ahora mismo compiten representan esa mirada que tiene la sociedad vasca y que valora ese perfil sin histrionismos", resume Gómez.
El director del Deustrobarómetro también destaca que tanto en el caso de los peneuvistas como de EH Bildu, ambos candidatos han llegado tras "una sucesión controlada", es decir, "no han tenido que perder ni un minuto en dar codazos a nadie. Eso igual quita espectacularidad porque no son personalidades que han construido su propia maquinaria, sino que son piezas de sus partidos", añade. Así, considera que aunque las marcas "tienen fuerza" tampoco se "les pude tener escondidos" ya que es a partir de conocerlos cuando "la gente empieza a valorar".
En el caso del PNV, aunque Urkullu quería seguir al frente del Gobierno vasco, desde su partido consideraban que hacía falta sangre fresca, renovar la papeleta, no seguir dejando margen a una victoria de EH Bildu. Han asumido que las nuevas generaciones ya no conectan tanto con el PNV y se miran mucho en las políticas sociales de la izquierda abertzale. Se barajaron varios nombres y la conclusión llegó al final: Imanol Pradales.
Un aspirante muy del partido pero también con rasgos diferentes para reconectar con muchas capas de la sociedad. Del barrio de Mamariga de Santurtzi. Margen izquierdo, no viene de las grandes familias industriales y burguesas. Al contrario: distrito obrero, su familia era muy humilde y lo pasó muy mal durante la reconversión industrial. Nada de puestas de largo ni veraneos en palacetes de estilo anglosajón de Getxo. Su elección, como indican en el partido, simboliza ese "partido transversal que acoge a toda la sociedad" con un aspirante criado en zona castellanoparlante y que "también escucha a las nuevas generaciones".
La falta de unidad de la izquierda
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A las dos cuestiones citadas anteriormente se le suma, según explica Leonisio, "la imposibilidad de las izquierdas para unirse en bloque por el problema de la violencia". Aunque el profesor de la UNED sí que considera que hay un cariz conservador dentro de la sociedad vasca, considera que si los partidos de izquierda se unieran, habría un gobierno marcadamente progresista. Gómez coincide: "La fragmentación de la izquierda ha ayudado al PNV", admite.
Esto se puede comprobar en las últimas autonómicas celebradas en el 2020, en las que el PNV se impuso con el 39,07% y casi 350 mil votos, frente a EH Bildu, que obtuvo 250 mil y el 27,8% del total. La tercera fuerza fue el PSE-EE con 122 mil votos —el 13,65 %— y la cuarta Elkarrekin Podemos, con 72 mil votos y el 8,05 %. La coalición del Partido Popular y Ciudadanos obtuvo sesenta mil votos, el 6,77% mientras que la última formación en obtener representación fue Vox, con 17mil votos y un escaño, el 1,96% del total.
Si se suman lo obtenido por el PNV, PP+Cs y Vox, se trata del 47,6%, es decir, 428.179 personas optaron por formaciones de derechas, mientras que con los resultados de EH Bildu, PSE--EE, Elkarrekin Podemos y Equo —que se quedó fuera con más de 11 mil votos y el 1,31% del total— las opciones de izquierdas obtendrían el 50,7%, es decir, 555.659 votos.
El Partido Nacionalista Vasco ha gobernado durante más de cuarenta años en Euskadi. Lo hizo ininterrumpidamente durante ocho legislaturas, desde 1980 a 2009, cuando el candidato del PSE-EE, Patxi López, se convirtió en el primer lehendakari no nacionalista gracias al apoyo del PP. Tres años después, el PNV volvió a Ajuria Enea de la mano de su actual lehendakari, Íñigo Urkullu, que ha permanecido en el poder durante doce años. Ahora la formación ha cambiado de candidato, con Imanol Pradales como la apuesta para taponar la sangría de votos y lograr frenar el tsunami de EH Bildu, que el domingo, según la mayoría de las encuestas, podría superar por primera vez a los peneuvistas.