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GALICIA

Veinte años de la victoria que permitió a la izquierda gobernar Galicia

Diversos momentos de la campaña de 2005 y del inicio del Goberno de coalición de PSdeG y BNG.

"Con el 30 % escrutado, el Partido Popular tiene 38 escaños y, por lo tanto, la mayoría absoluta". Jaime Pita Varela, conselleiro de Presidencia, comparece extrañamente pronto ante los medios de comunicación para ofrecer un avance de los resultados electorales. Apenas va un tercio del recuento, pero quien había ejercido durante los últimos años como azote de la oposición explica ante las cámaras que todo apunta a que el PSOE gallego y el BNG van a seguir donde estaban: en la oposición.

Ni "Móvome" ni "Un país novo", ni "Desta vai", ni "Hai que botalos". Ni las encuestas que auguraran el fin del fraguismo durante una campaña en la que el patriarca de la derecha española, presidente desde hacía década y media, diera muestras evidentes de signos de debilitamiento físico y político. En el Gran Hotel y en el Hotel Araguaney, establecimientos compostelanos elegidos respectivamente por el PSdeG y el BNG para seguir la noche electoral de aquel 19 de junio de 2005, las sonrisas se congelaron al aparecer Pita en la televisión gallega al son de aquello de jugar como nunca y perder como siempre.

Pero aquel regreso al fatalismo en la militancia de las dos fuerzas políticas que llevaban meses soñando con protagonizar —ahora sí, "desta vai"— el final del fraguismo no se correspondió con una explosión de alegría en la entonces nueva sede del PP, en el barrio de San Lázaro de la capital gallega. En la maquinaria electoral más precisa de la historia de Galicia no había muchos motivos para celebrar. Los números no daban. Por poco, pero no daban.

Con la información que iba llegando de los colegio electorales al equipo de campaña dirigido por José Crespo, alcalde de Lalín, el escaño 38 no está ni de lejos asegurado. Jesús Palmou, secretario general del partido y conselleiro de Justicia, tampoco está para muchas fiestas. La primera alocución de Pita puede servir para sostener un poco más la ilusión de que en Galicia nada se mueve, pero los datos hablan de un PSdeG disparado once puntos que compensa con creces la caída del BNG, menor que el descenso de un PP que, aun así, marcha en cabeza con alrededor del 45 % de los votos.

La noche avanza y el diputado 38 del PP se convierte en 37. Al hotel del PSdeG vuelve la celebración. En el próximo Parlamento se sentarán 25 representantes socialistas, ocho más que los elegidos en 2001 gracias a un crecimiento superior a los 200.000 votos, en el que también fue clave el apoyo total de la dirección federal de José Luis Rodríguez Zapatero, volcada en una campaña gallega en la que participa Pedro Sánchez como parte del equipo desplazado a Galicia desde la madrileña calle de Ferraz. Pescan cuatro escaños del PP y otros tantos de un BNG que se queda en 13. Suficientes para tejer una mayoría absoluta que coloque como presidente de la Xunta a Emilio Pérez Touriño sobre una base de más de 867.000 votantes socialistas y nacionalistas, que superan en más de 110.000 a los que escogieron la papeleta del PP.

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Aun así, la parroquia progresista no se libra del todo del miedo. El último escaño de la provincia de Pontevedra lo ganó el PSdeG, pero falta por contar el mal llamado voto emigrante, los sufragios llegados fundamentalmente desde Sudamérica y sobre cuyo mar de irregularidades nadie duda. Menos aún tras una carrera electoral en la que el digital A Nosa Terra publicó pruebas de cómo en unos comicios anteriores —las europeas de 2004— un colaborador del semanario llegó a votar hasta 17 veces desde el extranjero para demostrar la ausencia de garantías.

El encargado de calmar los miedos acaba siendo el propio Touriño. "Habrá cambio", proclama ante una militancia que, con el paso de las horas, incluso entona por lo bajo los acordes de Se va el caimán con Fraga en el papel del reptil musical. "He hablado con Anxo Quintana y colaboraremos para gobernar", anuncia el candidato socialista.

En esa llamada, Touriño le garantizó al portavoz nacional y debutante como cabeza de lista del BNG que los datos manejados por el PSOE sobre el escrutinio en general y el voto exterior en particular no dejaban lugar a dudas: "Está hecho", le resumió Touriño. Lo que votó la Galicia interior no lo va a cambiar la exterior, reafirman también cargos veteranos de un BNG que se ve ante el paradoja de que, con su peor resultado en elecciones gallegas de la última década, puede gobernar por primera vez en su historia.

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Y, efectivamente, los votos de los legalmente denominados residentes ausentes no le fueron suficientes al PP ocho días después, el 27 de junio, cuando las Juntas Electorales recontaron los sufragios del exterior. Cuentan las crónicas de la época que la dirección central del PP, con Federico Trillo como emisario, intentó llevar la batalla al plano legal mediante un litigio incierto que Fraga prefirió frenar.

"Aquel 19 de junio, visto con perspectiva, da un dato de alto valor: que fue posible lo que parecía imposible, la alternancia democrática mediante un proceso electoral en el país". Demostró que "Galicia no estaba condenada a apoyar permanentemente y mayoritariamente al PP", recuerda Touriño en declaraciones a Praza.gal. Este medio solicitó al expresidente una entrevista con motivo del vigésimo aniversario de aquellas elecciones. Tras concertarla, finalmente decidió rechazarla y mantenerse en el silencio que viene marcando su postura pública respecto a la política gallega y general en los últimos años. Posteriormente sí accedió a compartir algunos recuerdos al respecto.

"Tuvimos un resultado histórico, muy lejos de cualquier imaginación hoy", destaca el expresidente. El PSdeG obtuviera un "33,6 % de apoyo popular" que "fue posible —cree— porque tuvimos tiempo y lo utilizamos para construir un proyecto político alternativo y confiable, de corte galleguista y socialdemócrata" y "con un liderazgo claro" en un "PSdeG muy propositivo". Todo, tras una campaña "en la que encontré un extraordinario grado de ganas de cambio, incluso más allá de las filas" de un Partido Socialista que manejaba datos según los cuales "la mayoría social veía la coalición PSdeG-BNG como el mejor gobierno posible". También por eso, asegura, durante el ajustado recuento "no tuve dudas" de que "el cambio estaba hecho" y así lo trasladó primero a Quintana y después a la opinión pública.

"El resultado del BNG no fue óptimo en la medida en que esperábamos tener una representación más nutrida en el Parlamento, pero ese sabor amargo quedó enseguida borrado por la consecución de otro objetivo, quizá más importante para el país: el necesario cambio de gobierno que se iba a producir con la nueva mayoría parlamentaria y el acceso del BNG y del nacionalismo por primera vez a las labores de gobierno del país", resalta Anxo Quintana en una entrevista en Praza.gal.

El nuevo gobierno, el fin en 2009 y el legado

En las semanas siguientes, las comisiones negociadoras de PSdeG y BNG se pusieron a trabajar en un pacto para gobernar en coalición sobre el que, independientemente de los detalles, nadie dudaba. Touriño y Quintana lo escenificaron con un cordial inicio de las conversaciones en el Hostal dos Reis Católicos y una firma del acuerdo en el  Centro Galego de Arte Contemporánea. 

La alianza contempló la presidencia para el líder socialista y una vicepresidencia única para el nacionalista con competencias en Igualdad y Bienestar. En el nuevo Consello da Xunta, el PSdeG gestionaría Presidencia, Economía, Política Territorial, Educación, Sanidad, Pesca, Medio Ambiente y Trabajo. Al BNG le correspondieron las consellerías de Innovación e Industria, Medio Rural, Cultura y Vivienda. En total, dos consellerías menos que el último gobierno de Fraga.

De aquel gabinete, cuyas desavenencias a veces resonaron en exceso, salieron múltiples medidas. Algunas pioneras en la historia de la autonomía e incluso adelantadas más de una década a la acción de otros gobiernos en materias como ordenación del territorio, igualdad de género, sanidad, políticas para el rural, servicios sociales o vivienda.

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Parte de ellas se aplicaron en apenas tres años y medio. Otras no llegaron a desplegarse porque en las siguientes elecciones, las del 1 de marzo de 2009, PSdeG y BNG volvieron a sumar juntos más votos que el PP, pero los populares lograron en A Coruña un escaño que perdió el Bloque. E inauguraron, con Alberto Núñez Feijóo al frente, una nueva etapa de mayorías absolutas que llega hasta nuestros días.

Hace diez años, Touriño reflexionaba en una entrevista con Praza.gal que aquella de 2009 fue una victoria del PP no solo en votos. PSdeG y BNG, señalaba, habían asumido una derrota "peor que la electoral, la de la hegemonía de las ideas" sobre el Gobierno que compartieran. "Llega Feijóo y crea la sensación de que aquel fue el gobierno del despilfarro, que nos dejó una Galicia quebrada", una "pura mentira" frente a la que en los años siguientes "no se generó un discurso alternativo que reivindicase que se hicieron cosas muy positivas". "Si tú mismo asumes que no puedes defender que cuando gobernaste hiciste una política alternativa, estás vendido", aseveraba el ex presidente.

Con la perspectiva de dos décadas, Quintana considera que "no se ha hablado lo suficiente, sobre todo en el ámbito del nacionalismo, de la importancia de una labor de gobierno" que, a su juicio, "se podría calificar de excepcional". En "muy poco tiempo", dice en una entrevista con Praza.gal, el Bloque fue capaz de "demostrar" que "es capaz de hacer en el gobierno lo que siempre había propuesto cuando estaba en la oposición" y "además, con honestidad y honradez". Pero en muchas ocasiones durante estos años, lamenta, "más que de lo malo" que pudiera haber hecho el primer Gobierno de la historia de Galicia apoyado en una mayoría parlamentaria de izquierdas, "se habló de lo inexistente, de lo que no pasó".

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