... Pero yo voto

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Indeciso, inseguro, cargado de dudas, cabreado por muchos motivos, mosqueado por la sensación de que nuevos y viejos políticos siguen despreciando a menudo (unos más que otros) la inteligencia del elector. Pero yo voto.

Preocupado por unos vaticinios que contemplan la probabilidad de que “lo viejo” continúe en el poder apoyado en la muleta de lo “seminuevo”, mientras lo verdaderamente nuevo y lo renovado difuminan sus fuerzas a garrotazos. Pero yo voto.

Consciente de que el primer problema es el de nuestras propias expectativas sobre la política, porque actuamos como si esas ciudadanas y ciudadanos a los que elegimos de entre nosotros para que nos representen pudieran reconvertirse en todopoderosos magos que solucionen de un plumazo problemas absolutamente complejos. Pero yo voto.

Convencido de que este 20-D no se acaba un mundo ni empieza otro, sino que se trata de un peldaño más en la construcción de una democracia (ojalá) mejor, un paso que se añade a los que se han dado desde las calles, las plazas, las redes sociales, los movimientos cívicos y desde dentro de los propios partidos políticos. Pasos insuficientes. Pero yo voto.

Harto de que se nos siga tratando como menores de edad democrática, susceptibles de ver condicionadas nuestras decisiones si no nos ocultan los sondeos desde cinco días antes de las elecciones o si seguimos escuchando mensajes y consignas hasta la misma puerta de las urnas. Pero yo voto.

Irritado por la facilidad con la que seguimos señalando exclusivamente a la política y a los políticos como causa de todos nuestros males mientras los poderes económico-financieros continúan condicionando las decisiones que nos afectan sin que nadie los haya elegido para ello. Pero yo voto.

Animado por los muchos cambios que ya se han producido en los modos y en el fondo de la política, aunque no pocas proclamas de transparencia, democracia interna en los partidos, prevención de las corrupciones… tengan más artificialidad y márketing que profundidad y eficacia. Pero yo voto.

Decepcionado por las notables ausencias en la campaña de asuntos capitales para nuestro presente y futuro, como los refugiados, el cambio climático, la relación de España con Europa o la necesidad de reformar el euro y el BCE para que funcionen a favor de los ciudadanos y no exclusivamente de los llamados mercados. Pero yo voto.

Perplejo porque, siete años después del estallido del capitalismo de casino, con las consecuencias que hoy siguen sufriendo las clases medias y los sectores más débiles, no se plantee una respuesta sólida y regulatoria que ponga freno a los oligopolios y haga real la existencia de un mercado libre verdadero. Pero yo voto.

Decidido a poner mi humilde grano de arena para que el engaño, la irresponsabilidad y la indecencia terminen pasando factura política al margen de lo que decidan los tribunales, asumiendo que existe una complicidad social y una especie de herencia genética hispana que alienta la picaresca. Pero yo voto.

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Voto con los ojos abiertos, los oídos atentos, reconociendo que ningún partido (ni siquiera el que consideremos más próximo) puede convencer al cien por cien y que el mayor reto por delante en la política (como en el periodismo) consiste en recuperar la credibilidad perdida. Y voto acompañado de mis hijas. Porque celebramos juntos el valor de decidir democráticamente. Porque el relevo generacional es incontestable, y si no se traduce en un cambio profundo esta vez será la siguiente. Y si quienes ganan o suman mayoría no lo entienden y lo administran como deben, serán arrasados en las siguientes citas con las urnas.

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P.D. En la prensa anglosajona existe la tradición de que una cabecera pida editorialmente el voto para una opción concreta ante unas elecciones. En infoLibre, para empezar, no tenemos editoriales. Porque pensamos que la opinión es individual, y que cada cual debe firmar y responsabilizarse con absoluta libertad de la suya. Compartimos unos principios netamente progresistas, y aspiramos a distinguir siempre la información de la opinión y a acoger (como ya ocurre) una pluralidad de opciones políticas concretas en este espacio independiente basado en el respeto a las personas y a los argumentos. Sólo nos plantearíamos un editorial orgánico o colectivo ante un acontecimiento absolutamente excepcional, y en ese caso tenemos claro que su contenido debería ser votado y compartido por el equipo de Redacción y también por la Sociedad de Amigos que acoge a más de un centenar de ciudadanas y ciudadanos que participan en la propiedad de infoLibre y a quienes sigan sumándose a ella. El pacto que los periodistas hemos firmado con socias y socios suscriptores de infoLibre no incluye de ningún modo la función de prescribir el voto. Una de las causas de la crisis de la prensa en España es precisamente la confusión entre información y opinión y el hecho de que no haga falta que una cabecera pida el voto para una opción concreta porque todo el mundo da por descontado a quién apoya, aunque el condicionamiento no sea tanto político como económico. (No hay apenas recuerdo reciente, por cierto, de peticiones expresas para un voto progresista desde las cabeceras más influyentes). Nuestra obligación es aportar datos y argumentos que puedan servir a los lectores para tomar sus propias decisiones, con la seguridad de que ese conocimiento (de ida y vuelta) que compartimos no estará contaminado por ningún tipo de sectarismo. Mientras he publicado este Diario de un indeciso durante la campaña, he recibido calificativos como “sociata”, “podemita” o “comunista”. Son minoría, porque la inmensa mayoría de quienes participamos (participáis) en esta aventura de infoLibre estamos aquí para huir de los sectarismos y las etiquetas. Y así seguiremos, pase lo que pase este 20-D.

Indeciso, inseguro, cargado de dudas, cabreado por muchos motivos, mosqueado por la sensación de que nuevos y viejos políticos siguen despreciando a menudo (unos más que otros) la inteligencia del elector. Pero yo voto.

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