Vox hace años que tiene buenas relaciones con la derecha de la derecha, independientemente del grupo político en el que cada una de estas fuerzas decidió situarse en el hemiciclo de Estrasburgo hace cinco años. Por supuesto, con sus socios del grupo de Conservadores y Reformistas Europeos, que lideran los Hermanos de Italia de Giorgia Meloni, y en el que también se encuentran los polacos de Ley y Justicia, que ganaron las elecciones en su país, pero se vieron desplazados del gobierno por una heterogénea coalición que lideró la versión local del PP, con Donald Tusk a la cabeza. Aquí también están Nueva Alianza Flamenca (Bélgica), Partido Democrático Cívico (República Checa), Demócratas de Suecia (Suecia), Partido Finlandés (Finlandia) y ¡Reconquista!, el movimiento del controvertido dirigente ultra francés Éric Zemmour.
Pero los de Abascal también se llevan muy bien con muchos de los miembros del otro gran grupo ultra en el Parlamento Europeo, Identidad y Democracia. En especial con la Reagrupación Nacional de Marine Le Pen. En esta segunda familia del extremismo europeo es donde militan la Liga de Matteo Salvini, el PVV de Geert Wilders y Alternativa por Alemania (AfD).
A estas relaciones Vox suma una más, excelente y destacada, con Fidesz, el partido ultra del primer ministro húngaro, Viktor Orbán, al que el PP europeo enseñó la puerta de salida de su grupo europeo en la legislatura que agoniza.
Así que la decisión de Le Pen de romper con Alternativa por Alemania es, para los ultras españoles, una magnífica noticia, porque abre la puerta a que, después del 9J el extremismo ultra europeo se integre en el Parlamento de Estrasburgo en un único grupo parlamentario en el que se darían cita tres partidos al frente de gobiernos de la Unión (Italia, Países Bajos y Hungría). Una unificación que, al menos para Vox, no tendría costes: la relación con AfD durante estos años se ha movido entre la cortesía y la frialdad. Nunca ha habido química.
Vínculos estrechos
Los ultras españoles, en cambio, llevan años mimando sus vínculos con la mayoría de los otros partidos, en particular los Hermanos de Italia de Meloni, el Fidesz húngaro, el PiS polaco o a RN de Le Pen.
En este contexto, lo más importante, más allá del interés de Le Pen en marcar distancias de cara al electorado francés haciendo bandera contra Alternativa pro Alemania y sus coqueteos con el nacionalsocialismo, es eliminar a este partido de la ecuación conservadora para facilitar acuerdos con el PP europeo, del que la CDU germana sigue siendo el centro de gravedad.
“El Parlamento Europeo afronta un cambio histórico en el que, por primera vez, puede haber distintas mayorías y en el que grupos como el de conservadores y reformistas, en el que se integra Vox junto con otros grupos, pueden formar parte en la mayoría que gobierna la Unión Europea” defiende Abascal.
La excusa para apartar a AfD, que ya ha sido expulsado del grupo Identidad y Democracia, han sido unas declaraciones de su cabeza de lista para las europeas, Maximilian Krah, en las que aseguró que no se puede considerar “automáticamente” que todos en las SS de la Alemania nazi eran criminales.
Krah no, Buxadé sí
El supuesto escándalo con el que Le Pen y otros ultras europeos, como el italiano Matteo Salvini, han reaccionado a las palabras de Krah, contrasta, eso sí, con el silencio que merece a estos partidos —y al PP español— la defensa que el candidato de Vox, Jorge Buxadé, ha hecho siempre del falangismo. Buxadé, de militancia ultracatólica, perteneció a la formación fascista Falange hasta 1996 y siempre ha apostado un modelo sociopolítico propio del franquismo —familia, municipio y sindicato, llegó a enumerar en 2012— “Me arrepiento de haber estado en el PP, no en Falange”, aseguró en 2019 durante una entrevista con el diario El Mundo.
El objetivo de Meloni, la dirigente italiana, heredera directa del partido que durante décadas sirvió de contenedor a las ideas fascistas después de la Segunda Guerra Mundial, es exactamente ese: crear una gran coalición de centroderecha entre el Partido Popular Europeo y el grupo de los Conservadores y Reformadores Europeos, en el que, ya sin el obstáculo de AfD, las puertas estarían abiertas a Le Pen y a Orbán. El camino lo han ido abriendo Hermanos de Italia, que ya gobierna con el PP italiano (Forza Italia), y Vox, que lo hace con su equivalente español.
A esa confluencia está ayudando significativamente la reformulación que el PP europeo está haciendo de su compromiso con el medio ambiente, impulsando la congelación del pacto verde para no perder el voto de agricultores y ganaderos, o de sus recetas para abordar la espinosa cuestión de la llegada de migrantes.
La unidad de hecho de todos estos partidos se escenificó este fin de semana en Madrid para lanzar la campaña electoral de Vox. Y con el presidente argentino Javier Milei, como padrino. En el mitin ultra estuvieron presentes, en directo o a través de mensajes grabados, Le Pen, Orbán, Meloni, el portugués André Ventura (Chega) o el el exjefe de gobierno polaco Mateusz Morawiecki.
Diferencias pendientes
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Quedan por resolver, con todo, muchas diferencias, porque de la letra pequeña de las propuestas de cada uno de estos partidos se derivan muchas posiciones contradictorias sobre diferentes temas. A las que hay que sumar, también, según algunos medios, cierta distancia personal.
Le Pen se refirió a ellas esta semana en una entrevista en la que negó estar enfrentada a Meloni y apostó por la unidad después del 9J. “No hay una guerra de grupos, estamos llevando a cabo una reflexión sobre cómo podemos hacer cambiar la mayoría en el seno del Parlamento Europeo”. “Aunque tenemos diferencias, podemos estar unidos sobre algunos temas: unidos en el control de las fronteras, unidos en la voluntad de seguir siendo soberanos, unidos en la defensa del derecho de veto de las naciones”, subrayó.
La otra gran dificultad son las rivalidades entre ultras nacionales, una circunstancia que ocurre en Francia (Le Pen y Zimmour), Italia (Meloni y Salvini, si bien en este caso están compartiendo gobierno) y Bélgica. Y que puede repetirse en España si, como anticipan las encuestas, Vox no será el único partido ultra español en Estrasburgo porque también conseguirá escaño Se Acabó la Fiesta, el partido creado por el agitador extremista Luis Pérez, alias Alvise.
Vox hace años que tiene buenas relaciones con la derecha de la derecha, independientemente del grupo político en el que cada una de estas fuerzas decidió situarse en el hemiciclo de Estrasburgo hace cinco años. Por supuesto, con sus socios del grupo de Conservadores y Reformistas Europeos, que lideran los Hermanos de Italia de Giorgia Meloni, y en el que también se encuentran los polacos de Ley y Justicia, que ganaron las elecciones en su país, pero se vieron desplazados del gobierno por una heterogénea coalición que lideró la versión local del PP, con Donald Tusk a la cabeza. Aquí también están Nueva Alianza Flamenca (Bélgica), Partido Democrático Cívico (República Checa), Demócratas de Suecia (Suecia), Partido Finlandés (Finlandia) y ¡Reconquista!, el movimiento del controvertido dirigente ultra francés Éric Zemmour.