Vox echa el cierre a su 'campaña trumpista'

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La extrema derecha puso el broche este viernes en una simbólica Plaza de Colón a una campaña electoral centrada en el culto al líder y en la máxima polarización social. Con los últimos sondeos situándoles alrededor de los 30 escaños, Vox ha afrontado el esprint final hacia las urnas con apenas una quincena de actos en dos semanas. En todos ellos, la formación liderada por Santiago Abascal ha desplegado sobre la mesa todo el menú clásico del nacionalpopulismo europeo: seguridad, refuerzo de las fronteras, confrontación permanente con los medios de comunicación o unidad del Estado por encima de todo. Y, por supuesto, ha cargado con dureza contra todos sus adversarios políticos, disparando tanto contra los “progres” y “comunistas” –en referencia a PSOE y Podemos– como contra la “derechita cobarde” y la “veleta naranja” –en referencia al PP y Ciudadanos–. Todo ello, durante una campaña electoral trumpista adaptada a Españatrumpista, con las redes sociales, la fuerza de la imagen y la continua desacreditación de los medios ocupando un papel central. Y con aforos completamente llenos de seguidores.

Las dos semanas previas a la cita con las urnas de Vox han estado cargadas de un enorme simbolismo. Cada discurso y cada lugar que elegía la formación ultraderechista estaban medidos al milímetro. El partido liderado por Abascal optó por la madrileña Plaza de Colón para la tradicional pegada de carteles de inicio de campaña. La decisión no es baladí. Justo allí, PP y Ciudadanos le habían regalado dos meses antes un hueco en la encarnizada batalla por el liderazgo del bloque de derechas permitiéndole posar junto a ellos en la famosa foto de Colón. Y en ese mismo emplazamiento, aunque esta vez en solitario, Abascal ha puesto punto y final a la campaña electoral. Un recorrido que inició con un acto de apertura en Covadonga bajo la atenta mirada de la estatua de Don Pelayo, simbolizando la reconquista de una España cuya “unidad” y “existencia” se encuentran, según ha repetido por activa y por pasiva, amenazadas por los “separatistas”, los “progres”, los “comunistas” y los “islamistas”. Una imagen de cruzada que también ha desplegado por Sevilla, València o Granada.

Los actos de campaña de la formación ultraderechista han buscado en todo momento la máxima polarización, llegando a asegurar que lo que se decide en las urnas es “la continuidad histórica de España” o “el caos y la violencia” de lo que ha denominado el “Frente Popular”, en una clara referencia a la España de 1936. Durante quince días, la formación ha intensificado los discursos plagados de referencias que apelan directamente a las emociones. Sin embargo, el despliegue de programa ha sido más bien escaso. De hecho, Vox es el único partido de los cinco principales que no ha puesto sobre la mesa un documento de propuestas específico para estas elecciones generales. Los de Santiago Abascal sólo presentaron antes del inicio de la campaña una suerte de programa económico de cara a la cita con las urnas. Para cualquier otra cuestión, la guía de la ultraderecha sigue siendo 100 medidas para la España viva, un documento que el partido presentó el pasado mes de octubre durante un multitudinario acto en Vistalegre.

Seguridad, inmigración y críticas a los medios

Los mensajes fuertes de la formación de extrema derecha se han ajustado a la perfección al menú que tradicionalmente ofrece el nacionalpopulismo. En primer lugar, han sido constantes las alusiones a la seguridad, planteando que la policía pueda echar a los okupas “de una patada en el culo” y sin proceso judicial, proponiendo que los menores que delincan sean castigados como adultos y defendiendo la tenencia de armas de fuego en los hogares. También, por supuesto, las menciones a la inmigración, un asunto en el que han propuesto sin tapujos el levantamiento de un “muro de hormigón” en la frontera o la expulsión masiva de inmigrantes en situación irregular. Todo ello combinado con las críticas permanentes al movimiento feminista, a las ONG o a la práctica totalidad de los medios de comunicación, al más puro estilo Trump. De hecho, el pasado domingo durante un acto en Albacete se deslizó entre el fervor de los asistentes la posibilidad de cerrar La Sexta si gobiernan, unas declaraciones que se suman a los vetos constantes a periodistas del partido ultraderechista. Entre ellos los de infoLibre, cuyos preguntas no responden desde hace más de un mes.

Otro de los caballos de batalla de Vox durante la campaña ha sido el independentismo. En este sentido, han asegurado en diferentes ocasiones que pondrán sobre la mesa la “ilegalización” de los “partidos separatistas” porque los ciudadanos no tienen “por qué pagar” a formaciones que, en opinión de Santiago Abascal, ponen en riesgo la “convivencia”, la “herencia” y el “futuro”. Poco peso han tenido en sus discursos, sin embargo, las propuestas económicas más allá del mantra clásico de poner fin a los “impuestos confiscatorios”. En este sentido, Vox propone en su programa económico ultraliberal sustituir el actual sistema de pensiones por uno mixto, con una parte de reparto (público) y otra de capitalización (aportación privada), además de rebajar del 45% al 30% la tributación de las rentas más altas. Pensiones y rebaja de impuestos que, según aseguró el líder del partido ultraderechista, son dos asuntos prioritarios en materia económica.

“Censura separatista” de la JEC

A lo largo de las dos semanas previas a las elecciones, también se han producido algunas decisiones que han beneficiado a la formación de extrema derecha. El más importante fue la resolución de la Junta Electoral Central de dejar a Abascal fuera del debate electoral organizado por Atresmedia, en cumplimiento de la normativa electoral. Esto les permitió esquivar el cuerpo a cuerpo con el PP y Ciudadanos por el liderazgo de la derecha ante millones de espectadores y vender ante sus electores la “censura” de la JEC, aunque en privado reconocieran que el órgano superior electoral les había hecho un favor. Aprovechando su salida del debate, Vox organizó un acto multitudinario en la plaza de toros de Las Rozas, en el cinturón azul de la Comunidad de Madrid. Lo retransmitió en directo por redes sociales, que se han convertido en el principal canal de comunicación de la formación de extrema derecha. A través de ellas, el partido no ha dejado de compartir fotografías de actos abarrotados de gente con el objetivo de movilizar al máximo a sus potenciales votantes.

 

A lo largo de la campaña, los de Abascal también han tenido que lidiar con los escándalos que salpicaban a algunos de sus candidatos o las luchas internas en diferentes provincias españolas. Pero lo que más complicado le está resultando es cortar el cordón umbilical que le ata a la formación conservadora en la que Abascal se crio. Y lo ha intentado. El pasado miércoles, el líder de Vox defendió durante un acto en Sevilla que su partido es un “movimiento patriótico” de carácter transversal y no “una escisión del PP” ni “el PP auténtico”. Sin embargo, esas explicaciones chocan por completo, además de con la trayectoria de Abascal en la política, con el pasado de algunos nombres destacados del partido de extrema derecha. Tanto el que fuera su primer presidente, Alejo Vidal-Quadras, como uno de sus fundadores, José Antonio Ortega Lara, siempre estuvieron vinculados al PP. Igual que Íñigo Henríquez de Luna y Fernando Martínez Vidal, los ediles conservadores del Ayuntamiento de Madrid que han dado en las últimas semanas el salto a Vox.

Las últimas encuestas vaticinan para el partido de extrema derecha un resultado que le permitiría sentar en el Congreso de los Diputados alrededor de 30 escaños. Sin embargo, esas cifras podrían sufrir variaciones importantes, principalmente porque las casas demoscópicas no tienen una base sólida sobre Vox que les permita tener en cuenta ni el comportamiento ni la volatilidad de los votantes de la formación ultraderechista. Otra de las incógnitas tiene que ver con el voto oculto que este partido pueda tener en las provincias pequeñas –en las grandes ciudades ya se ha visto que tiene capacidad de movilización–. A menos de cuarenta y ocho horas de la cita con las urnas, las dudas respecto al resultado de Vox el próximo 28A siguen siendo máximas. Por si acaso, este viernes el candidato del PP a la Presidencia, Pablo Casado, ya ha dejado abierta la puerta de un futuro Ejecutivo tanto a Ciudadanos como al partido de extrema derecha.

La extrema derecha puso el broche este viernes en una simbólica Plaza de Colón a una campaña electoral centrada en el culto al líder y en la máxima polarización social. Con los últimos sondeos situándoles alrededor de los 30 escaños, Vox ha afrontado el esprint final hacia las urnas con apenas una quincena de actos en dos semanas. En todos ellos, la formación liderada por Santiago Abascal ha desplegado sobre la mesa todo el menú clásico del nacionalpopulismo europeo: seguridad, refuerzo de las fronteras, confrontación permanente con los medios de comunicación o unidad del Estado por encima de todo. Y, por supuesto, ha cargado con dureza contra todos sus adversarios políticos, disparando tanto contra los “progres” y “comunistas” –en referencia a PSOE y Podemos– como contra la “derechita cobarde” y la “veleta naranja” –en referencia al PP y Ciudadanos–. Todo ello, durante una campaña electoral trumpista adaptada a Españatrumpista, con las redes sociales, la fuerza de la imagen y la continua desacreditación de los medios ocupando un papel central. Y con aforos completamente llenos de seguidores.

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