No se alarmen, pero permanezcan alerta. Hace ya tiempo que los profetas del apocalipsis se han convertido en los analistas de riesgo favoritos de este mundo, y la Ilustración (la razón, la ciencia, el buen juicio) va sufriendo la mordedura del bulo y las falsas noticias que propagan los medios.
La portada de este abril en TintaLibre la ocupa un gran maelstrom creado por la Inteligencia Artificial de la mano de un prestigioso fotógrafo como Joan Fontcuberta. Sin embargo, nuestros analistas invitados son prudentes y sagaces. Empecemos por el poder tecnológico de las corporaciones que gobiernan el tablero tanto de los negocios como de la intimidad, ese cibercapitalismo que, para Carmela Ríos, está muy lejos de dar señales de arrepentimiento: “Llueven”, afirma, “sobre los gigantes tecnológicos denuncias e investigaciones judiciales por las disfunciones que provocan en la sociedad, pero, año tras año, se consolidan como actores globales que atesoran mucho más poder que la mayoría de las naciones del mundo”.
Otro frente donde suele darse una encarnizada batalla ideológica es el cambio climático. Con el mandato tanto económico como moral de la descarbonización como la gran batalla del presente, el economista y ensayista David Lizoain sostiene sobre las consecuencias del desastre medioambiental: “No todos vamos a morir. Son los más pobres del mundo (de cada uno de los países) los que corren con todos los riesgos, y somos lo menos vulnerables quienes tenemos más probabilidades de ser cómplices de esas muertes”.
En medio de la confrontación sin precedentes están esos medios digitales que han florecido como hongos en el panorama español sin saber a ciencia cierta cuál es su negocio ni cuál su mentira y, mucho menos, su audiencia. Idafe Martín, en su penetrante análisis del panorama mediático digital, advierte: “O las empresas saben que las audiencias reales de algunos digitales son mucho menores de las que anuncian o no quieren verse con medios cargados de bulos y defensa de postulados muy conservadores o directamente de extrema derecha”.
Nuestro chequeo a las alertas que preocupan nos depara otros frentes. Najat el Hachmi, escritora hispanomarroquí, reflexiona sobre la inmigración, la identidad y sus fantasmas con crudeza: “¿De qué defenderte?, ¿de qué debemos defendernos los inmigrantes y sus hijos si no hemos hecho nada?”. Y Marta Peirano, a su vez, avanza una escena que ya no es precisamente futurista sobre la IA: “El capital no se conforma con la computación sin sirvientes y las fábricas sin obreros, sino que quiere administraciones sin funcionarios, redacciones sin redactores, bufetes sin abogados, películas sin guionista, director o actores…”. El humor apocalíptico (no todo van a ser penas) lo pone en un relato magistral el guionista Miguel Sánchez-Romero: un cordero medio degollado, la perrera municipal, una espada, y la patrulla de la Guardia Civil tratando de comprender el fin del mundo en Chiclana.
Muchos motivos para la esperanza vienen de la memoria. La memoria del 25 de Abril, de la Revolución de los Claveles, hace ahora cincuenta años, sigue siendo un hito en la historia de la conquista de la democracia. No hubo tiros, solo flores en cañones y fusiles. Repasamos aquellos días en un Diario de la Revolución con los apuntes de unos testigos excepcionales: Álvaro Cunhal, Miguel Torga, Natália Correia, Eduardo Lourenço, Vergílio Ferreira, Clara Rocha, Xosé Fortes, Andreu Claret, Pilar del Río.
Completan las páginas de este abril los inéditos de Miquel Barceló, De la vida mía, cuaderno memorable con título de Góngora, escrito en francés que vertemos al español con sus señas de identidad en primer plano: la pintura como ritual, Mallorca, Mali, la lectura y los olores de la infancia y de la vida.