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Antony Beevor: "La historia nunca se repite"
El día que Antony Beevor (Londres, 1946) responde a esta entrevista, tiene programadas otras diez y apenas está en su segundo día de promoción en España. No se queja. Puede que se deba a la serenidad que le acompaña en todo momento o porque hace dos años llegó a lesionarse en un brazo de tantos ejemplares de su último trabajo (Ardenas, 1944, la última apuesta de Hitler) que firmó. El éxito de este nombre propio en la historiografía sobre la Segunda Guerra Mundial se debe a varias razones. La primera tiene que ver con su capacidad para combinar el relato histórico de un escenario tan complejo con un estilo narrativo ágil y vibrante. La segunda, que sus libros atraviesan pasajes de la historia desde las más altas esferas militares y políticas hasta la anécdota más elocuente de la gente de a pie. Para él, la historiografía es una rama literaria, no científica; y por ello, ha conseguido convertir sus narraciones sobre batallas como la de Stalingrado o la caída de Berlín en auténticos bestsellers internacionales.
Presenta ahora Arnhem, la batalla por los puentes, 1944 (publicado por Crítica, como la mayoría de su obra traducida al castellano), el gran asalto de las tropas aerotransportadas aliadas en los Países Bajos. La bautizada como Operación Market-Garden pretendía arrebatarles a los alemanes los puentes de las ciudades de Arnhem y Nimega para tratar de cruzar la frontera alemana lo más pronto posible. Al leerlo, el lector asiste a la historia con la misma sensación de los neerlandeses que cogían una silla y se sentaban en las aceras para contemplar a los soldados de la Wehrmacht, desaliñados y abatidos, de vuelta al Reich: una especie de regocijo frente a un drama inmenso. Dice Beevor -antiguo oficial del ejército británico- que la operación nunca tuvo en cuenta la primera norma de toda estrategia militar: ningún plan sobrevive al contacto con el enemigo. Fue un desastre de consecuencias inimaginables y también la demostración de que al ser humano, aún en situaciones críticas, le cuesta desprenderse de su vanidad.
PREGUNTA: ¿Cuántas fuentes puede llegar a manejar para escribir un libro tan detallado?
RESPUESTA: Los polacos tienen tres archivos diferentes, aunque buena parte del material sobre esta batalla se encuentran en Londres. Después están los neerlandeses, de los que hay, al menos, cuatro, el más importante está cerca de Ámsterdam y se trata del principal archivo sobre la Segunda Guerra Mundial. Pero también hay en Arnhem, Nimega y Eindhoven, donde se conservan los diarios y cartas de la gente local, un material extraordinario. El gobierno neerlandés, en el exilio en Londres, le pidió a su pueblo a través de la BBC que escribiera un diario porque la liberación estaba cerca. En América, por otro lado, hay cuatro archivos, entre ellos, el nacional, que está en Maryland y es inmenso; y el de la Armada estadounidense, en Pensilvania. La gran sorpresa para mí fue encontrar en los archivos de la Universidad de Ohio, en Athens, todos los papeles de Cornelius Ryan [historiador y autor de Un puente lejano, sobre la batalla de Arnhem]. Para empezar, no me los tomé muy en serio, pero los historiadores norteamericanos me dijeron: ¡Por amor de dios, consúltalos! Ryan estaba muriendo de cáncer cuando escribió el libro, pero tenía un equipo magnífico de investigadores de muchos países diferentes. Casi no utilizó nada de este material y hay cosas raras e importantes allí, además de detalles extraordinariamente humanos. Gente relatando lo que sentían siendo disparados, heridos describiendo ataques de nervios… Todos estos son aspectos que no encontrarías en ningún archivo oficial, en absoluto. Y, por último, también están los archivos británicos y los alemanes, cuya principal sede está en Friburgo... Así que, al final, recuerdo que en Athens, Ohio, había tantas cosas que coloqué mi cámara en el trípode y fotografié página tras página. Ocho mil fotografías. Me llevó tres meses y medio trabajar en este material. ¡¿Puedes imaginarte tres meses y medio, en vacaciones, en Athens, y sólo había un buen restaurante en toda la ciudad?!
P: Así que usted no tiene un equipo de investigadores como el de Ryan.
R: Me ayudaron con los archivos polacos, porque desconozco el idioma; y una gran amiga neerlandesa, Angelie Cook, investigó conmigo, mano a mano, las cartas de los archivos de los Países Bajos. Lo más fascinante era que, en media página, podíamos ver si la persona que lo había escrito resultaba creíble o teníamos que ir con cuidado.
P: Esa es, de hecho, mi siguiente pregunta, ¿cómo de fiables son los diarios personales?
R: La mayoría lo son. Especialmente al final de la guerra, la gente sabía que estaban viviendo un momento importante de la historia. Y te puedo prometer una cosa, los diarios de las mujeres durante la Segunda Guerra Mundial fueron, desde mi punto de vista, los mejores: en Italia; en Alemania, por ejemplo, el anónimo Una mujer en Berlín… Las mujeres eran muy escrupulosas a la hora de registrar lo que veían u oían. Cuando los hombres escribían sus diarios, no todos, pero bastantes, trataban de ponerse en el centro de la historia, ¡sorpresa, sorpresa! Por ejemplo, en Rusia, cuando investigaba para mi libro Stalingrado, conversando con Anne Applebaum -que es una gran amiga y maravillosa historiadora sobre los gulag y la hambruna ucraniana-, me preguntó: “¿Es porque soy mujer o por qué cuando entrevisto a supervivientes de los gulag, me dicen, siéntate, voy a contarte lo que pasó?”; y le respondí que a mí me pasaba lo mismo con miembros del Ejército Rojo. Así que concluimos que las mujeres son testigos mucho más creíbles que los hombres. Sin embargo, cuando volvía de aquella cena con Anne en metro hacia el norte de Moscú, de repente me di cuenta qué era lo que pasaba.
P: ¿Qué explicación se le ocurrió para entender algo así?
R: Especialmente en Rusia, los hombres habían sido humillados en un sistema totalitario en el que no tenían poder sobre su propio destino; mientras que las mujeres mantuvieron sus ojos abiertos y la boca cerrada. De manera que, ahora, los hombres, al ser preguntados por historiadores extranjeros, se convierten en los héroes de la historia. Fueron humillados por sus oficiales, comisarios, cuando les obligaban a quitarles la ropa de sus camaradas muertos, etc. Ahora, por supuesto, se sienten responsables de la historia. No digo que este sea también el caso de Arnhem, pero es interesante la manera en la que los hombres recuerdan el pasado, a diferencia de las mujeres.
P: Volviendo al libro, ¿fue Market-Garden un choque de realidad en plena euforia tras el desembarco de Normandía?
R: Absolutamente. ¡Y cómo! Esa euforia se produjo entre el final de agosto y el principio de septiembre [el desembarco tuvo lugar el 6 de junio de 1944], cuando los generales británicos decían que aquello era como agosto de 1918, en la Primera Guerra Mundial, y se estaba produciendo el colapso del ejército alemán. Tras la trama de julio para intentar matar a Hitler, los aliados pensaron que el ejército alemán se estaba desintegrando, ya que cuando tratan de acabar con su comandante en jefe, ese es el fin. Pero su fracaso, significó, de hecho, que los nazis y las SS tomaron el control del ejército. Los aliados incluso tenían planes para que otras divisiones aerotransportadas estuvieran preparadas para saltar sobre Berlín. Ese era el nivel de fantasía que había en ese momento. De hecho, murió mucha más gente desde ese momento en particular que en el resto de la guerra. No tenían ni idea de que lo peor estaba por venir.
P: ¿Minusvaloraron el poder que todavía tenían los alemanes?
R: Sobre todo minusvaloraron la habilidad del ejército alemán para recuperarse. El plan de Browning y Montgomery era, de lejos, muy optimista, asumían que todo iba a ir bien.
P: De manera que el ejército alemán no estaba integrado, como les decían a los soldados aliados, por niños y ancianos.
R: Algunos sí que lo eran, por supuesto. De hecho, había reservistas que llevaban su ropa de civil debajo del uniforme en caso de que tuvieran que desertar. Algunos de los chicos que fueron asesinados por los paracaidistas norteamericanos cuando cruzaron el puente, eran niños de 16 años a los que forzaron a alistarse. Respecto a la Waffen SS [cuerpo de élite del partido nazi], aunque muchos de ellos eran muy jóvenes, habían sido inoculados con los valores nazis y su determinación para morir los convertía en combatientes peligrosos.
P: ¿Winston Churchill forzó, de alguna manera, la operación?
R: No, tuvo muy poco que ver con aquello. En aquel momento ni siquiera estaba en Inglaterra, sino en Estados Unidos. La idea de Montgomery, que Churchill apoyaba, consistía en que los británicos cruzasen el Rin los primeros para poder liderar el ataque en Alemania y así restablecer la influencia británica en las relaciones angloamericanas. Por supuesto, tuvo el efecto contrario. Montgomery quería adelantar a los americanos porque creía que si cruzaban el Rin antes, Eisenhower tendría que apoyarle. Esa fue la principal razón para escoger Arnhem, porque si hubiera ido a Wesel, que estaba más al Este y hubiese sido mucho mejor, los americanos estarían más cerca y podrían cruzar a la vez. De esa manera, él no tendría tanto control en el desarrollo de la batalla. Me temo que había un elemento de vanidad.
P: ¿Si la Operación Market-Garden hubiera sido un éxito, habría terminado la guerra para la Navidad de 1944?Operación Market-Garden
R: No, sencillamente, no. Las batallas reales, de algún modo, estaban teniendo lugar en el frente Este. El Ejército Rojo había obtenido una gran victoria en el Vístula y hasta que los soviéticos hicieran el próximo gran ataque, la guerra no llegaría al final. De hecho, no lo hicieron hasta enero porque necesitaban tiempo para reorganizar su ejército.
P: ¿Cuál fue el peor error que cometieron los aliados?
R: Diría que la infravaloración de los alemanes y su rapidez de respuesta. Y también la creencia de que puedes tener un plan en el que no haya ninguna oportunidad para corregir cualquier problema. Básicamente todo tenía que ir bien para seguir hacia delante.
P: En Normandía también había un gran número de oficiales que pensaba que la batalla iba a ser un desastre, ¿qué diferencia había entre ambas operaciones?
R: Entonces Churchill temía que fuera un desastre y, hasta cierto punto, [Alan Francis] Brook, también; pero entonces les preocupaban las tormentas en el Canal, porque las embarcaciones eran muy vulnerables. El peligro real en Normandía era el clima y que los alemanes descubrieran la misión, aunque el secretismo funcionó a la perfección. También les preocupaba que los franceses estuvieran preparados en el momento en el que atacaron.
P: ¿Qué consecuencias tuvo la derrota en Arnhem para el desarrollo posterior de la guerra?
R: No hizo que la guerra durara más necesariamente. Aunque hubieran cruzado el puente en Arnhem, no creo que eso hubiera acelerado mucho su final porque los alemanes habrían concentrado todas sus tropas en esa cabeza de puente. El único cambio que produjo fue que levantó la moral de los alemanes; mientras que los aliados estaban deprimidos, sabían que tenían por delante un invierno muy largo en Holanda antes de que pudieran atacar de nuevo en primavera.
P: ¿Por qué sigue provocando tanta fascinación la Segunda Guerra Mundial?
R: Existen numerosas razones. El otro día, un periodista neerlandés me preguntaba por qué la Segunda Guerra Mundial era hoy más fascinante que, incluso, hace 20 años. La primera razón es que vivimos en una sociedad postmilitar, muy poca gente sabe cómo es la guerra o ha hecho el servicio militar. La otra es que, además, vivimos en un ambiente seguro. No sabemos cómo es la guerra, pero tampoco lo que significa tomar una decisión realmente difícil. Hace unos años, un premio literario provocó un debate porque muchas de las novelas que participaban eran históricas. Natasha Walter, una escritora feminista, pregunto por qué, habiendo tantos temas hoy en día, los novelistas trataban asuntos históricos. Alguien le respondió que la razón por la que la historia, y en concreto este pasaje, supone una poderosa atracción tenía que ver con el elemento más importante del drama humano: la elección moral. En aquel momento se produjeron más dudas morales que probablemente cualquier otro periodo histórico. Sólo tienes que pensar en los países ocupados por los nazis. Mucha gente tuvo que decidir si esconder a judíos o unirse a la resistencia y poner a toda su familia en peligro. La gente hizo frente a grandes decisiones morales cada día. Por eso seguimos tan fascinados, aunque sospecho que también tendremos que tomar grandes decisiones en el futuro con los desastres ecológicos y el calentamiento global.
P: En algunas entrevistas ha criticado que se establezcan similitudes entre la época actual y la Segunda Guerra Mundial, ¿por qué le parece peligroso?
R: La historia nunca se repite. Cuando Marx dijo que la historia se repetía la primera vez como una tragedia, la segunda como una farsa, se trataba más bien una broma, aunque la gente se lo haya tomado en serio. El peligro sucede cuando vemos a políticos, especialmente británicos y americanos, haciendo estas comparaciones que pueden resultar desastrosas. Recuerda cómo Bush trazó una similitud entre el 11 de septiembre y [el ataque japonés a] Pearl Harbor, y después vimos [lo que pasó en]Afganistán e Irak. Se puede discutir si lo hizo de una manera deliberada, porque quería terminar el trabajo de su padre contra Sadam Husein. Puede que sea verdad, no lo sé. Lo único que digo es que esas comparaciones históricas son peligrosas. Respecto a la gente que dice que estamos otra vez como en los años treinta, puede que haya ciertas similitudes superficiales, pero entonces había una crisis global (ahora tenemos una recesión), pero el mundo estaba dividido entre dos ideologías, stalinismo y nazismo, que destruyeron el centro. También puedo estar de acuerdo en que hoy en día el centro también puede estar presionado en algunos países. Pero no veremos una guerra mundial como la de 1939, aunque vivamos en tiempos peligrosos y la democracia esté en peligro.
P: Usted también ha estudiado la Guerra Civil española, ¿qué le parece la exhumación de Franco del Valle de los Caídos?
R: Creo que sería mejor si los cuerpos, no sólo de Franco, sino también de José Antonio, estuvieran enterrados en otros sitios. Pero no estoy de acuerdo con que se destruya el Valle de los Caídos. Este tipo de monumentos fascistas deben mantenerse como una forma de educación para que las generaciones futuras sepan lo que pasó.
P: ¿Qué tipo de literatura lee cuando no está trabajando?
R: Cuando trabajo leo solo sobre ese tema; pero en cuanto termino el libro, leo ficción y novelas, obviamente. El peligro aparece cuando, estando inmerso en un tema, te piden, por ejemplo, dar una charla sobre un libro anterior.
P: ¿Cuál es su próximo proyecto?
Habla memoria
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R: Lo siento, no puedo decirlo.
*Esta entrevista está publicada en el número de octubre de tintaLibre, a la venta en quioscos. Puedes consultar todos los contenidos de la revista haciendo clic aquí.aquí