¡Ay, esa pasión que nos llega del cine!

La lista que viene a continuación ilustra para quien esto firma que la música en pocas ocasiones se infiltra en solitario en nuestro cuerpo. Aun sin saberlo, cada canción, cada pieza clásica, de jazz, pop o reggaetón, tanto da, abre nuestra puerta interior en compañía de algo vivido. Y el cine forma parte sustancial de todo aquello que vivimos aunque sea en otra dimensión: la de los sueños o el deseo o la risa o el miedo o la guerra. Porque de fondo, siempre, suenan unos acordes.

1. Trío nº 2 en Mi bemol mayor (Franz Schubert) / Barry Lyndon (Stanley Kubrick)1. Trío nº 2 en Mi bemol mayor (Franz Schubert) / Barry Lyndon (Stanley Kubrick)

De no ser por el cine jamás posiblemente habría memorizado el Trío número 2 en mi bemol mayor que Franz Schubert estrenó cuando solo iba a vivir un año más. Tenía 30.

Su apariencia como pieza que arranca a golpe casi de marcha militar en el teclado, el brío de los primeros compases ni siquiera oculta lo que de inmediato se nos viene encima con el Trío número 2: un misil de melancolía que se te clava en el corazón. Sobre todo, y de ahí el nexo irrompible que crea el cine, se te clava si la oyes cuando sigues atenta una película en la que observas la tristeza con que el bellísimo Ryan O’Neal ha asistido a cómo su prima Nora tontea y entrega su futuro a un capitán de más fuste que él, pobre irlandés. En resumen: de no ser por Stanley Kubrick, que lo mismo filmaba este Barry Lyndon con Ryan O’NealBarry Lyndon que esa feroz cinta de La naranja mecánica o la épica, conmovedora y censurada (censura del dictador Franco, ese sí que nos va a quedar para siempre) Espartaco, de no ser por el olfato del director para conectar imagen y sonido tal vez el Trío de Schubert habría permanecido solo al alcance de melómanos avanzadosTrío. Por fortuna, Kubrick estaba ahí. Y Schubert, mucho antes que él.

2. Concierto para Clave en Fa menor (Johan Sebastian Bach) / Hannah y sus hermanas (Woody Allen)Concierto para Clave en Fa menor Hannah y sus hermanas

En Hannah y sus hermanas, una de esas películas de Woody Allen donde el director hace de sí mismo a través de su propio cuerpo y del de otro actor —Michael Caine en este caso—, Mia Farrow debería haber entendido que el instinto pocas veces se equivoca. Y que si cuando Michael Caine, que en la película es su marido —el de la Hannah del guion—, se vuelve loco por una de sus hermanas, algo se puede estar cociendo a fuego lento pero imparable en la vida de carne y hueso. Porque basta una secuencia del film para comprender que la pasión es un río desbordado al que ningún dique contiene. Y esa secuencia es la que muestra cómo la hermana menor, Lee, pone en el tocadiscos el segundo movimiento del Concierto para clave en Fa menorConcierto para clave en Fa menor de Johan Sebastian Bach mientras su cuñado trata de meter inútilmente en el redil un corazón que va a lo suyo, como casi todos. Paradigma de que el exceso de productividad puede paradójicamente conducir a una genialidad tras otra, Bach no paraba de trabajar: tenía tantos hijos que alimentar —20 en dos matrimonios, de los que sobrevivieron nueve— que jamás se detuvo. Quienes hoy estamos vivos nunca terminaremos de agradecerle maravillas como Las variaciones Goldberg, El clave bien temperado o la Suite número 1 para violoncello en Sol mayor que —admitámoslo— arrebata al espectador en Master and Commander mientras Russell Crowe hace como que la interpreta.

3. Cavatina (Stanley Myers) / El cazador  (Michael Cimino)3. Cavatina (Stanley Myers) / El cazador  (Michael Cimino)

Si quien ahora mismo está leyendo este texto se cuenta entre aquellos que estiran los labios y fruncen el ceño al oír el nombre de Meryl Streep porque les parece una altiva, soberbia, engreída o incluso a veces sobreactuada actriz deberían escuchar Cavatina además de ver por ejemplo Las horas, pero eso se queda esta vez fuera de texto. Y deberían, a los sones de esta desgarradora pieza para cuerda, ver cómo Streep comparte casting con un enorme actor que aquí, como en El Padrino, desempeña un papel secundario y cuyo talento fue literalmente segado por el cáncer: John Cazale. Cuando te enteras de que ambos eran realmente pareja y de que Meryl Streep no se separó de él ni un segundo mientras tuvo vida, empiezas a pensar mejor sobre la protagonista de peliculones como Los puentes de Madison, otra de esas cuya banda sonora te ata al asiento mientras llueve en tus mejillas a la par que en la pantalla.

Compuesta por Stanley Myers e incorporada por Michael Cimino a El cazador como tema centralEl cazador , la guitarra que va hilvanando los acordes de Cavatina teje casi mejor que el guion la tragedia que la guerra del Vietnam lleva a varios amigos de una ciudad de Pennsylvania encuadrada en lo que se conoce como el cinturón industrial o el rusty belt. Ten por seguro que una vez acaba el largometraje, difícilmente olvidarás su guion. Ni el tema central de su banda sonora.

4. El último tango en París (Gato Barbieri) / El último tango en París (Bernardo Bertolucci)El último tango en París

Algunas películas dejan mudo al espectador. Sale de la sala, pasa de la oscuridad a una tarde soleada, comprueba que sigue en el sitio de siempre y, sin embargo, se siente incapaz de pronunciar una palabra. El último tango en París, aquella película de Bernardo Bertolucci que a quienes fueron adultos en el tardofranquismo les llevó a informarte luego sobre la importancia de la mantequilla, provoca literalmente afasia temporal. Por la crudeza y el desarrollo del argumento, claro. Pero, seguramente también, porque todo lo que en ella ocurre choca como un tren contra un tema central que dispara balas de euforia si lo escuchas de nuevo una vez te has repuesto de la película. Obra cumbre —opinión personalísima de quien esto firma— del saxofonista argentino Gato Barbieri, la música de El último tango en París asaetea a cualquiera con las flechas de un Cupido que demasiadas veces no se para en barras y asesina: física o emocionalmente. O ambas.

5. En er mundo (Juan Quintero Muñoz/ Jesús Fernández Lorenzo) / La lengua de las mariposas (José Luis Cuerda) o El Sur (Víctor Erice)5. En er mundo (En er mundoJuan Quintero Muñoz/ Jesús Fernández Lorenzo) / La lengua de las mariposas (José Luis Cuerda) o El Sur (Víctor Erice)La lengua de las mariposas El Sur

Entre los prejuicios musicales que durante décadas han circulado por España, el que se dirige contra el pasodoble moriría en un instante si quien observa ese subgénero con menosprecio —qué esperar de Paquito el chocolatero, claro— escuchara En er mundo. Es er, no el. El porqué de tal alteración nunca ha dejado de ser un misterio para mí. Pero qué importa un misterio menor si viendo El Sur, la inolvidable y magistral película de Víctor Erice fechada en el lejanísimo 1983, oyes cómo te llena los pulmones de aire En er mundo mientras el actor Omero Antonutti lo baila con su hija —Estrellita— en una escena que te zarandea: porque evoca la imagen de tu padre enseñándote a bailar con el utilísimo medio de permitir que te subas encima de sus pies en zapatillas. Por razones de las que cuesta explicar, tal vez ese pasodoble se te borre del mapa mental. Pero si una noche de sábado vuelves a ver en casa otra película más tardía, La lengua de las mariposas, de José Luis Cuerda, te arrasa el solo de saxo que reproduce sus notas en una verbena nocturna. Porque de antemano sabes que el brillo, el amor ilusionado y valiente que transmite el casi adolescente que hace de saxofonista, todo eso acaba como acaba en esta película que retrata el preámbulo y el inicio de la guerra civil en la Galicia rural. Y no digo más.

6. Mueve la colita (El Gato D.J.) / La gran belleza (Paolo Sorrentino)Mueve la colitaLa gran belleza

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Como todo el mundo sabe, siempre hay que tener principios. Pero también finales. Y si el inicio de un texto con sugerencias de composiciones musicales que conociste viendo largometrajes aparece amarrado a la melancolía, el final debe colocarse en el extremo opuesto. Desde luego, en el reguetón Mueve la colita no hay nada melancólico. Pero sí apasionado y sarcástico y delator de lo que el espectador va a ir hallando en cada centímetro de cada fotograma de una película que estás dispuesta a ver mil veces para no olvidar ni un plano. Es su ritmo, y su letra —“Así, así”, y el resto que cada cual lo busque—, lo que emergen en las primeras escenas de La gran belleza. Interpretada por un cantante del que nada sabía ni, lo admito, me suscita gran interés, Mueve la colita suena como un fondo que te deja ver al trasluz lo que el director de la cinta, Paolo Sorrentino, quiere que te anticipes a sospechar. Mientras suena, decenas de personajes se sincronizan en el multitudinario baile de la fiesta con que el grandioso protagonista celebra su 65 cumpleaños. Y si en ese momento te entran ganas de bailar no dudes de tus principios feministas ni creas que con semejante letra se tambalean. Sencillamente, al melancólico spleen, nacido de ese humor triste que los antiguos atribuían al bazo, hay que aparcarlo. Al menos, de vez en cuando.

Y un bonus track: 9.6. (La Bien Querida)Y un bonus track: 9.6. (La Bien Querida)

De momento, no me consta ninguna película en que esta deliciosa canción se haya encajado.

La lista que viene a continuación ilustra para quien esto firma que la música en pocas ocasiones se infiltra en solitario en nuestro cuerpo. Aun sin saberlo, cada canción, cada pieza clásica, de jazz, pop o reggaetón, tanto da, abre nuestra puerta interior en compañía de algo vivido. Y el cine forma parte sustancial de todo aquello que vivimos aunque sea en otra dimensión: la de los sueños o el deseo o la risa o el miedo o la guerra. Porque de fondo, siempre, suenan unos acordes.

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