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REDES SOCIALES

Quedarse en X o irse: política y medios marcan distancias con la red que revolucionó la información

Elon Musk en un acto de Trump

La noche del martes 5 de noviembre en Mar-a-Lago las mesas estaban perfectamente adornadas. Manteles blancos impolutos, cubertería de plata, servilletas planchadas sobre los platos. Decenas de floreros con rosas recién cortadas coronaban la cena. Las pantallas gigantes empezaron a escupir los resultados en las paredes. Y se fue tiñendo de rojo el mapa de los Estados Unidos. Donald Trump conquistaba de nuevo la Casa Blanca. Terremoto mundial.

Allí se plantó Elon Musk, el multimillonario con aires de visionario que se ha convertido en uno de los hombres que con más fuerza susurra a Trump al oído y que hace bandera de un discurso duro contra los progresistas. Y lleva en su cartera, como dueño, la red social X, antes llamada Twitter. Aquel viejo espíritu del pajarito Larry ha desaparecido por un espacio dominado por algoritmos que benefician a cuentas de extrema derecha y contenidos marcados por las teorías de la conspiración. Un universo retratado en esa cena de victoria en Florida, donde brindaron y se abrazaron personajes como Nigel Farage y Eduardo Bolsonaro.

Musk será una pieza clave de la nueva administración norteamericana al haber sido fichado por Trump para ejercer el cargo de responsable de eficiencia gubernamental, dentro de un controvertido equipo en el que el fiscal general será Matt Gaetz, legislador ultraderechista acusado de tráfico sexual de una menor. Además, Robert F. Kennedy Jr., reconocido antivacunas, pasará a ocuparse del Departamento de Salud y Elise Stefanik, de posiciones pro israelíes, será la voz de EEUU en la ONU.

El ambiente de X se ha convertido insoportable para muchos políticos progresistas por esa mezcla de mercado persa de bulos e imágenes trucadas y de paredón público copado de insultos y campañas de acoso contra los dirigentes vehiculadas a través de millones de bots orquestados desde las sombras de la ultraderecha. Muchos han desertado ya de esta plataforma como Jaume Collboni y Ada Colau, pero el debate sobre quedarse o marcharse se recrudece al calor de la victoria de Trump y el papel que han jugado X y Musk en favor del extremo nuevo líder de los Estados Unidos.

Dudas entre ministros y políticos

Una pregunta que se hacen también muchos medios de comunicación. La Vanguardia decidió este jueves, siguiendo los pasos de The Guardian, dejar de publicar directamente contenido en X al considerarla una “red de desinformación”. Se trata del primer gran medio español que da este paso, basando sus argumentos en que Twitter se ha transformado en una “plataforma en la que encuentran una caja de resonancia las teorías de la conspiración”. “Un gesto necesario” para el periódico después de las elecciones en EEUU y los bulos propagados a través de este canal con motivo de las riadas por la dana en Valencia.

La desinformación a raíz de la dana en Valencia ha causado una enorme preocupación dentro del Gobierno de coalición, según confiesan en privado varios ministros. Un movimiento de bulos mayor y con más fuerza que lo que se vio durante la pandemia, admiten en el Ejecutivo central. Incluso el presidente, Pedro Sánchez, agradece a los medios de comunicación en las ruedas de prensa su trabajo durante estos convulsos días frente a lo que pasa en las redes.

Dentro del Gobierno y en los grandes partidos hay miembros que tienen ese debate interno sobre si abandonar X o no, aunque por el momento gana la idea de que hay que que quedarse para dar la batalla y llegar al gran público, aunque también hay que diversificar las redes abriendo canales en otros espacios como Bluesky, una red a la que están llegando en masa muchos dirigentes durante estas horas. 

Pero, por el momento, los perfiles oficiales del Gobierno y de las grandes formaciones seguirán vigentes en la red de Elon Musk. Asimismo, el temor crece exponencialmente entre los dirigentes del Ejecutivo respecto al papel de las redes entre los más jóvenes, un sector donde la ultraderecha aumenta en intención de voto. Una de las grandes reflexiones es que hay que ir más rápido en la alfabetización digital y en el plan de regeneración democrática porque los bulos atacan directamente al sistema. 

La sensación la ha resumido el ministro Óscar Puente, todo un fenómeno en Twitter, que ha fijado como mensaje en X a modo de declaración de intenciones: “Yo no me voy a ir de aquí. No voy a dejar de luchar. Sé que mi vida sería mucho mejor si dejase esta red. Pero mis causas son más importantes que mi vida. Así que aquí seguiré. No pienso ceder este espacio solo para quienes intoxican o difaman”.

"Hay que seguir luchando donde la gente está"

El también socialista José Antonio Rodríguez Salas fue uno de los primeros políticos españoles que vio el potencial de Twitter hace años mientras estaba al frente del Ayuntamiento de Jun (Granada). Se le conocía como el “alcalde tuitero” y ha estado en EEUU en varias ocasiones en la sede de la empresa. Tiene contacto directo con Jack Dorsey, fundador de la red social.

Rodríguez Salas es ahora diputado en el Congreso después de una época en la sala de máquinas de La Moncloa. Analiza en una conversación la situación de X rememorando cómo en 2011 conectó con esta “red de la sociedad del minuto”. La aplicó en el consistorio para eliminar burocracia. “Yo me fui en mis vacaciones como Paco Martínez Soria a Estados Unidos a la sede. Aparecí allí sin avisar y pedí hablar con el CEO. Y me dijeron si era el alcalde del pueblo de Twitter. Tenían una foto del coche de la policía municipal de Jun en Market Street”.

De allí salió con el compromiso de estudiar junto al MIT y Twitter cómo afectaban las redes a la población, además de un evento anual de la plataforma en Granada. Dorsey, cuando accedió a ser CEO, acudió incluso al municipio de Jun. El dirigente socialista fue invitado a dar una charla en San Francisco antes de incorporarse a La Moncloa tras la moción de censura. Allí, por ejemplo, se pronunció en contra de que se pudieran editar los tuits antiguos. 

“Todo funcionó bien hasta que llegó Musk y compró Twitter. Despidió a gente que vigilaba que los algoritmos fueran honestos. Desde esa fecha cambiaron y ya no son transparentes”, analiza el diputado en una conversación en el Congreso. Y, no obstante, reflexiona: “Mi opinión personal es que la solución no es irse dándole una coz a la red. Si te marchas, potencias que los que quieren manipularla tengan un margen de oportunidad brutal. Tendrían el campo libre. Hay que luchar para que esa red fuera como antes, libre y honesta con un algoritmo sensato y abierto”.

“Hay que seguir luchando y no salir corriendo, aunque respeto a los que lo hagan”, añade el parlamentario, que subraya: “Sigue siendo la red potente y de la sociedad del minuto”. “¿Esto quiere decir que no voy a estar en Bluesky? No, voy a estar ahí también”. Quiere remarcar al hilo: “Tengo una máxima, hay que estar donde está la gente. El gran error que hubo hace dos décadas en redes fue intentar llevar a la gente donde quieras que esté, como pasó con Facebook”.

En el debate planea también el factor de estar en una red cuyo dueño trabaja para Trump: “Eso es irrespetuoso totalmente con el espíritu del nacimiento de Twitter. Hay que condenarlo, pero no irse. Hay que luchar para que vuelva a su estado natural”. ¿Y quedarse no contribuye a que aumente ese ecosistema de desinformación? El diputado, con casi 380.000 seguidores, responde: “Sigue existiendo el contexto debajo. En el momento en el que eso se elimine sí hay un problema. Todavía hay una garantía”.

"Lo importante es que la conciencia colectiva vaya creciendo"

También lanza su reflexión Rita Maestre, portavoz de Más Madrid en el ayuntamiento de la capital y vinculada a las redes en su actividad política: ”El actual X de Elon Musk poco tiene que ver con la  inmensa plaza pública diversa pero respetuosa de hace diez, doce o quince años. Se ha ido convirtiendo en un nicho de odio, desinformación y hooliganismo, distorsionado por un algoritmo que sirve a unos intereses políticos y económicos muy claros, como hemos visto con la campaña electoral estadounidense o en la crisis de la dana”.

“Las decisiones de The Guardian y La Vanguardia surgen de esa misma reflexión, y de cómo la deriva de X se ha ido acelerando. Pero lo importante es que la conciencia colectiva vaya creciendo y poco a poco fortalezcamos, como usuarios, opciones menos peligrosas para la democracia, y que se vayan generando contenidos y conversaciones en otras redes”, relata Maestre.

Para explicar a continuación: “Que X siga siendo un foco de debate público y sigamos participando de él no quiere decir que tenga que ser el único ni que tengamos que resignarnos a su sesgo y su toxicidad. Creo que hay que tomarnos en serio esa reflexión de fondo e ir dando pasos para tener presencia en otros focos, otros espacios, otras redes, y fortalecerlas”.

Se adentra también en la cuestión la líder de Podemos, Ione Belarra, que contesta: "Yo me quedo en X a pelear, como en todos los espacios en los que está la gente de izquierdas donde es difícil defender posiciones en favor de los derechos feministas, el avance y la justicia social en plena ola reaccionaria y en un mundo en el que son las élites económicas las que mandan en todos los espacios”.

“Desde el Congreso, o incluso desde el Gobierno, siempre hemos visto que hay contrapoderes económicos y políticos muy fuertes que quieren evitar la transformación social, y la gente de izquierdas siempre peleamos con las manos atadas a la espalda. Así que hay que quedarse a dar la pelea, sin duda", remarca la exministra de Derechos Sociales.

"El caso de los medios es diferente a las administraciones"

Un debate que lleva latente muchos meses ya. Miquel Pellicer, experto en comunicación digital de la UOC, pone el foco en la evolución de las redes sociales: “En 2008 eran una cosa y ahora otra totalmente diferente”. “Han ido haciendo una metamorfosis hacia lo audiovisual y lo viral. Todas se han copiado a las otras, desde Tiktok hasta Instagram y Facebook”.

En el caso de X, subraya Pellicer, tiene “un interés muy alto para políticos y periodistas sobre todo”. “Pero la tenemos sobredimensionada. Se ve en el número de usuarios, hay otras con muchos más, aunque tiene un poder alto”, comenta, para subrayar que ya no se puede ver como una plataforma puramente de distribución de contenidos, sino que su algoritmo ha sido base para una campaña política: “Es algo bastante novedoso”.

A la vez, Pellicer dice que hay que sopesar varios factores en el debate, indicando que un medio puede tener alternativas en las redes, pero que es diferente en el caso de una administración, que tiene que ejercer un servicio público: “Está bien plantear otras vías, pero aún hay muchos usuarios que necesitan información”. “Si yo estuviera, por ejemplo, en la Generalitat de Cataluña, no plantearía que se fueran de X los bomberos o los Mossos”, pone como ejemplo.

“Hay otro factor. Está muy bien plantearse irse al ser un foco de desinformación, pero también es interesante seguir ahí una línea de divulgación contra las fake news y los discursos del odio”, apostilla este experto, para lamentar, no obstante, que ahora es “complicado tener una dieta informativa sana en Twitter porque el algoritmo produce una visión de buscar enfrentamientos y confrontación discursiva”.

"Las redes reflejan la condición humana"

'La Vanguardia' también deja de publicar en X por haberse convertido una "red de desinformación"

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Para lanzarse sobre la cuestión Susana Pérez Soler, especialista en redes y profesora de Comunicación y profesora de la Universitat Ramon Llull, manifiesta: “Las redes sociales, como X, son un reflejo de la condición humana. En su primera etapa, hasta 2018, todo fue utopía e ilusión. Se veían como aliadas para mejorar el funcionamiento de las democracias”. “Pero desde el caso de Cambridge Analytica tomamos conciencia de que no son neutrales, sino que tienen intereses económicos y van a luchar por ellos”, añade,

Comenta la complejidad del debate sobre X con el caso de la dana: “Podemos poner el foco en la desinformación, pero también fue muy útil para ciudadanos atrapados para comunicarse. También lo ha sido para campañas de derechos en los últimos años como Me too y Black Lives Matter”. A lo que apostilla: “Lo que ha pasado con Elon Musk es que X se ha convertido en un pozo de desinformación, Lo primero que hizo fue quitar el departamento de moderación de contenidos. Las fake news campan a sus anchas. El cambio de algoritmo lo que hace es invisibilizar contenidos de medios y de cuentas de instituciones.  Abre paso a lo que tiene que ver con la extrema derecha y actores aliados de Donald Trump”.

Pérez Soler cree que en el caso de los medios es una “decisión acertada” marcharse: “Al final les va a dar más reputacionalmente que quedarse. Ahora X no es un canal que dé mucho tráfico”. “Pero hay que distinguir entre la prensa y los políticos”, ahonda, al mismo tiempo que indica que mucha gente tampoco se marcha porque no hay una alternativa clara.

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