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"Una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra", el bulo sionista para borrar la realidad de Palestina

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La frase “una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra”, acuñada por el periodista judío- británico Israel Zangwill a finales del siglo XIX, se convirtió de inmediato en una especie de carta de presentación del proyecto sionista que en esos años daba su primeros pasos en busca del apoyo  de las grandes potencias, en especial el de la mayor potencia colonial del  mundo de entonces, Gran Bretaña.

Fue un eslogan de éxito, la prueba es que todos lo conocemos, y aún sigue siendo muy eficaz a la hora de “borrar” la realidad de Palestina, la que existió y la que existe, de la conciencia de la opinión pública de Occidente.  El problema es que siempre fue una gran mentira, un bulo al servicio de la maquinaria propagandística del movimiento sionista que desde el primer momento necesitó negar la existencia del pueblo de Palestina para justificar su proyecto.

En 1891, el escritor Arthur Ginsberg, judío ruso que solía firmar con el seudónimo de Ehad Ha`am, realizó un viaje por Palestina tras el cual escribió el artículo Verdad de la Tierra de Israel: “Tenemos la costumbre de creer, los que vivimos fuera de Israel, que allí la tierra es ahora casi completamente desértica, árida e incultivada y que cualquiera que quiera adquirir terrenos allí puede hacerlo sin ningún inconveniente. Pero la verdad es muy otra. En todo el país es difícil encontrar campos cultivables que no estén ya cultivados, solo los campos de arena o las montañas de piedras que no sirven para plantaciones permanecen sin cultivar...”

Bastaba mirar la realidad de aquella Palestina del siglo XIX para desmontar los dos mitos más extendidos del sionismo: la tierra vacía y el desierto hecho florecer

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Bastaba mirar la realidad de aquella Palestina del siglo XIX para desmontar los dos mitos más extendidos del sionismo: la tierra vacía y el desierto hecho florecer.  Tanto los líderes sionistas como sus patrocinadores, los dirigentes del Imperio Británico, lo sabían. Sabían que había un pueblo en Palestina cuya existencia obstaculizaba no solo las aspiraciones del sionismo sino también, y ahí estaba la clave, los intereses estratégicos del Imperio Británico.  

He aquí una bonita muestra de cinismo colonial: “En Palestina ni siquiera nos proponemos pasar por la formalidad de consultar los deseos de los habitantes del país. Las cuatro grandes potencias están comprometidas con el sionismo". Lo escribía en 1919 el entonces ministro de exteriores británico, Sir Arthur James Balfour. Palestina ya no era simplemente un territorio del mundo árabe oriental; bajo el Mandato Británico se convirtió  en “la cuestión palestina”, un pueblo problema, un obstáculo que había que eliminar.

El bulo de la tierra vacía dio paso al  proyecto de “vaciar la tierra de su población” que milicias sionistas, luego ejército israelí, llevaron a cabo entre diciembre de 1947 y junio de 1949. La limpieza étnica de Palestina. La Nakba.

La frase “una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra”, acuñada por el periodista judío- británico Israel Zangwill a finales del siglo XIX, se convirtió de inmediato en una especie de carta de presentación del proyecto sionista que en esos años daba su primeros pasos en busca del apoyo  de las grandes potencias, en especial el de la mayor potencia colonial del  mundo de entonces, Gran Bretaña.

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