Cada época tiene una conciencia de la historia, del pasado, y cada época tiene una sensibilidad dominante, y Javier Rivera Blanco, Catedrático de Historia de la Arquitectura y la Restauración de la Universidad de Alcalá, lo sabe bien.
"En el siglo XIX y comienzos del XX o durante el franquismo se pensaba por la sociedad y los restauradores que había que hacer las partes que le faltaban a un edificio como si fueran antiguas. También se podían eliminar elementos de épocas que no fueran las originales románicas o góticas o propias del edificio. Esto supuso la eliminación de la Puerta del Obispo en León, o la fachada del Palacio Episcopal de Burgos, partes de la fachada de la catedral de Cuenca o hacer nueva como antigua la fachada de la catedral de Barcelona".
Hoy en día, la legislación nacional e internacional impide las reconstrucciones sin datos probados o sin materiales originales, aunque hay excepciones "cuando la causa de la desaparición ha sido una guerra", como ocurrió con la biblioteca de Sarajevo, el puente de Mostar o la Frahuenkirche de Dresde.
Luego están aportaciones que, señala Rivera Blanco, "son muestra de cierta ironía de los restauradores", en ocasiones "no exenta de fundamento", aunque no siempre respetan el consenso actual que exige que "haya un equilibrio entre lo original y lo añadido para el bien del monumento".
Ring, ring
Algunos conocerán Calahorra por su Semana Santa, declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional en 2014; otros, por sus Jornadas Gastronómicas de la Verdura (y su ya celebérrima pasarela "Ciudad de la verdura"), que se celebran todos los años la última semana natural de abril y están consideradas fiesta de interés turístico regional.
Pasarela Ciudad de la verdura de Calahorra (La Rioja). KATA.
También por su historia: esta ciudad riojana, de cuyos inicios bien se puede decir eso tan tópico de que "se remonta a los orígenes de los tiempos" (allí hubo asentamiento en el Paleolítico inferior, población estable a finales de la Edad de Hierro…), vivió un momento de máximo esplendor tras la conquista romana. Calagurris Nassica Iulia fue distinguida por Julio César y Augusto, acuñó moneda, acogió la administración de justicia y tuvo hijos notabilísimos: de origen calagurritano son Marco Fabio Quintiliano o Aurelio Prudencio.
Su Catedral, de exterior muy austero, está emplazada a extramuros de la ciudad, a orillas del río Cidacos. La mayor parte de la ornamentación se concentra en la portada occidental barroca (principios del siglo XVIII) y en la notabilísima portada norte o de San Jerónimo (siglo XVI).
Portada de San Jerónimo de la Catedral de Calahorra (La Rioja). AYUNTAMIENTO DE CALAHORRA.
En los años 90 del siglo pasado, el deterioro de la que también era conocida como "puerta del fosal", a buen seguro porque comunicaba con la plazuela donde antiguamente estaba el cementerio, era más que evidente, y se impuso la necesidad de una restauración. Nadie previó nada excepcional, pero entre quienes intervinieron hubo un artista que quiso marcar la diferencia…
Fue un cantero que, quizá convencido de que por muchos que sean los llamados pocos serán los elegidos si en el momento de la convocatoria no tienen un teléfono a mano, decidió esculpir un móvil.
Teléfono móvil esculpido en la puerta del fosal de la Catedral de Calahorra (La Rioja). AYUNTAMIENTO DE CALAHORRA.
Nadie que lo vea hoy en día podrá pensar que es fruto de una intervención de la era iPhone porque el artilugio tiene toda las trazas un Nokia, modelo rey en 1996. Así, cumpliría con la exigencia de "marcar la fecha" de la actuación y diferenciar lo nuevo de lo verdaderamente antiguo con la que algunos justifican este tipo de añadidos. Pero, ¿por qué un móvil?
"Fue una ocurrencia del cantero", admite Ángel Ortega, archivero de la Catedral. "La explicación que dio fue que lo mismo que en Salamanca pusieron a un astronauta, con la misma autoridad, por qué no puedo poner yo un instrumento que utilizo a todas horas". Fue, resume, "un pronto del cantero".
No parece darle importancia don Ángel, y quizá no la tiene, aunque a Fernando Álvarez Prozorovich, director Master Restauración de Monumentos de la Universitat Politècnica de Catalunya, se le antoja excesivo. "Los arquitectos, la gente que maneja las instituciones culturales, tienen la obligación de colocarse en una posición, por decirlo así, más elevada", confiar en que si hay que colocar "un sillar nuevo porque el que estaba antes se meteorizó, se arenizó, y había que coser esa herida, el propio color nos evidencia que es nuevo. No necesitamos el teléfono móvil". Y es que "no somos constructores de catedrales, somos conservadores".
El ángel comunicador
Si lo del móvil le parece un pasote, no queremos ni preguntarle qué piensa del "ángel moderno, vestido con vaqueros y sosteniendo un teléfono móvil" de la catedral de San Juan en Bolduque (o Den Bosch, Holanda).
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"Desde el sábado 2 de abril de 2011 estoy en un pedestal", afirma el ser alado en "su" web, donde también figura la descripción precedente "La gente me llamó Ut Engelke, que es argot para Pequeño Ángel. Mi objetivo es traerte una sonrisa y vigilar a los ciudadanos de Den Bosch, a los visitantes de la ciudad y la iglesia y a mis seguidores". Luego explica que su creador es Ton Mooy, un escultor holandés que le dio la oportunidad de tener contacto directo e inmediato con el cielo.
Cierto es que buena parte de la fama de angelito es obra de unos avispados, que le abrieron la web en cuestión, perfil en las redes sociales e incluso una línea telefónica para él (la iglesia solicitó otra). Pero la existencia de aprovechados no quita mérito al querubín.
Dicho todo lo cual, quizá convenga volver a Fernando Álvarez Prozorovich: "Nosotros no somos constructores de catedrales, las catedrales se construyeron en un momento donde había una manera de entender la sociedad". Si los autores de estas contribuciones imaginaron que continuaban el monumento actuando como los constructores antiguos, "no comprendieron que ese sentimiento es imposible, que nos separa una gran distancia de aquel momento y que el sentimiento religioso moderno es distinto y se expresa de otro modo".
Cada época tiene una conciencia de la historia, del pasado, y cada época tiene una sensibilidad dominante, y Javier Rivera Blanco, Catedrático de Historia de la Arquitectura y la Restauración de la Universidad de Alcalá, lo sabe bien.