A través de las brumosos y escarpados riscos de los Cárpatos, en Transilvania, Jonathan Harker llegó al castillo. Fue a medianoche, la víspera del Día de San Jorge, hora en la que toda la maldad del mundo anda suelta, cuando la gran puerta se abrió chirriante y reveló a su oscuro anfitrión: "Soy Drácula. Y le doy la bienvenida a mi casa, señor Harker". Así parte el clásico de Abraham Bram Stoker que define el mito del vampiro en la cultura occidental.
Drácula, el diabólico, aristocrático y seductor no-muerto descrito por el autor irlandés en su novela homónima, es un personaje que pervive hasta la actualidad. Con su morada se cruzó Nacho Carretero (A Coruña, 1981), quien –aunque leyó la novela el pasado invierno– ya la recomienda como el clásico perfecto para leer este verano. "Tenía varios libros en cola, y Drácula era uno de los pendientes. Me fascinó. Me pareció un libro interesante y con un montón de matices respecto a lo que conocemos del Conde", relata el periodista gallego. En él, Bram Stoker narra la lucha de Jonathan Harker y sus compañeros –entre los que se encuentra el icónico doctor Van Helsing– contra el vampiro transilvano.
Desde cuentos y disfraces hasta películas y parodias, el arquetipo del vampiro tal y como lo conocemos ha cavado raíces profundas a partir de la publicación del libro en 1897. Y, sin embargo, este hito de la literatura de terror no fue un éxito inmediato. Alcanzó cierta fama tras llegar al teatro en 1924, ya muerto el autor, y se consolidó con su adaptación a la gran pantalla en 1931. Tal sería el golpe definitivo para vampirizar toda una sociedad y para encumbrar a Bram Stoker como uno de los grandes escritores de la época victoriana.
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El autor de Fariña–obra sobre el narcotráfico gallego cuya publicación estuvo prohibida hasta junio de este año–explica qué hace a Drácula tan hipnótico a más de cien años desde la muerte de Stoker: "Tiene elementos de intensidad y de suspense que trascienden un poco el tiempo y hace que quieras seguir leyendo. Eso es lo que atrapa en un libro, sea del tiempo que sea. Y la manera de escribirlo, además, es bastante atractiva". De esta manera, el Conde Drácula pasa a reunirse con personajes como Madame Bovary, Tom Sawyer y Anna Karenina, entre otros, en la sección Lecturas infalibles. En ella, diferentes autores recomiendan a los lectores de infoLibre un clásico para ocupar las horas este verano.
Sin embargo, la mordida del vampiro no ha convertido la escritura periodística de Nacho Carretero. "Cuando leo clásicos, así como cuando leo crónicas o literatura contemporánea, yo creo que inconscientemente siempre te queda algo. La influencia está allí, pero en la manera de escribir no", asegura el autor de Nos parece mejor (2018). A su vez, hay otras obras que, a diferencia de Drácula, no han conseguido alcanzar las expectativas del periodista, que ha colaborado en medios como El Mundo y Jot Down. "Entiendo que los clásicos dependen de cómo conectes, cómo entres en la historia, el propio estado de ánimo, las circunstancias en las que leas. Y no sé por qué, Moby Dick de Herman MelvilleMoby Dick, es un texto que me costó bastante. Aunque lo acabé por cabezonería", confiesa.
Además de romanticismo gótico de la novela de Bram Stoker, Carretero invita a disfrutar lecturas más actuales: "Ahora mismo estoy leyendo Tierra adentro, de Carlos Zurutuza, que es una crónica de lo que está pasando en Libia. A pocos kilómetros de Europa está teniendo lugar una situación que es inaudita –denuncia el periodista de El País– y además explica muchas de las cosas que ocurren en la política europea de migración".
A través de las brumosos y escarpados riscos de los Cárpatos, en Transilvania, Jonathan Harker llegó al castillo. Fue a medianoche, la víspera del Día de San Jorge, hora en la que toda la maldad del mundo anda suelta, cuando la gran puerta se abrió chirriante y reveló a su oscuro anfitrión: "Soy Drácula. Y le doy la bienvenida a mi casa, señor Harker". Así parte el clásico de Abraham Bram Stoker que define el mito del vampiro en la cultura occidental.