Lucía Miranda ve en 'Fuenteovejuna' el grito colectivo del 8M y el #MeToo

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"¿No se ven aquí los golpes,de la sangre y las señales?¿Vosotros sois hombres nobles?¿Vosotros padres y deudos?¿Vosotros, que no se os rompenlas entrañas de dolor,de verme en tantos dolores?Ovejas sois, bien lo dicede Fuente Ovejuna el nombre".

Laurencia ha irrumpido en la reunión masculina que trata de decidir qué hacer con el comendador: "Dejadme entrar, que bien puedo/ en consejo de los hombres;/ que bien puede una mujer,/ si no a dar voto a dar voces". Bien conocido es el argumento de Fuenteovejuna, la obra teatral publicada por Lope de Vega en 1619. ¿No? No tanto. La dramaturga y directora teatral Lucía Miranda (Valladolid, 1982) apunta por e-mail: "Últimamente esta obra ha salido mucho en mis conversaciones con amigos teatreros, yo la pensaba manidísima y me he sorprendido explicando la trama". Se sabe que el pueblo de Fuente Ovejuna (Córdoba) responde como un solo ser a los atropellos del gobernador. Pero ¿cuáles son esos abusos? Entre ellos, la violación de Laurencia, que se pierde por entre la historia heroica del pueblo que se levanta. 

"Laurencia y el resto de mujeres de la villa siguen muy vigentes", reivindica. Ellas también están allí, en el tumulto que se levanta contra el mal gobernante. Miranda, especialmente interesada, junto a su compañía, Cross Border Project, en un teatro vinculado a la realidad social, subraya la relación entre ese grito de justicia popular y otros más recientes. "La reacción de la sociedad civil al caso de la Manada, el movimiento #MeToo, la huelga feminista en España... es muy Fuenteovejuna". Por eso recomienda volver a esta obra dentro de la sección veraniega en la que distintos autores eligen clásicos de la literatura para pasar las tardes de calor. No se trata solo de leer, sino de buscar nuevas lecturas en el mismo libro: "Es lo que tienen los clásicos, su universalidad y su vigencia. Esperemos que algún día, en este caso, no sea así".

 

La escritora se topó con Lope en la adolescencia, entre las lecturas de secundaria. Recuerda que estaban Fuenteovejuna, La Celestina y Don Juan Tenorio, y algo distinguía a la primera de las demás: "No me imaginaba ni alcahueta ni monja desmayada. En la educación obligatoria, el personaje de Laurencia, entre los clásicos, brilla por descarte". Leyó el monólogo "valiente y terrorífico" de la joven "después de haber sufrido las agresiones sexuales del comendador y de que toda su sociedad lo permitiera". Por eso quizás no le marcara tanto la respuesta colectiva como "el silencio de la comunidad, el cuestionamiento al lector de qué harías tú en un caso así y, por supuesto, el encontrar un personaje que te gustaría ver en el escenario siendo mujer". 

Lucía Miranda, recordando a la quinceañera que fue, sigue reivindicando la importancia de "encontrar referentes desde la ficción", sobre todo en las edades formativas. Por eso no dudó en adaptar, precisamente, Fuenteovejuna, que se convirtió en su primer montaje profesional. Pero su versión no estaba localizada en la Córdoba del XVII, sino en Ciudad Juárez. Era, como en el original, una historia de la violencia contra la mujer. "Cuando lo monté", recuerda, "me asombró lo fácil que era trasladarlo a la actualidad, lo emocionante que era para mujeres de distintos contextos culturales encontrarse con ella". Una obra del Siglo de Oro español pasó entonces por el México del nuevo milenio (las labradoras son maquiladoras, el comendador es un narco) para ir a parar a las tablas del Thalía Theatre de Nueva York en diciembre de 2010. 

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No ha sido la única vez que Miranda se ha interrogado, en su trabajo, por la voz de las mujeres. Ella misma reconoce que Fuenteovejuna ha influido en su "búsqueda de referentes", tanto en la "recuperación de personajes femeninos" para abordar asuntos que quizás no estaban en la obra original, como en "lo natural" de su escritura, que encuentra sin esfuerzo mujeres protagonistas. En Nora 1959 retomaba Casa de muñecas, de Henrik Ibsen, pero situándola en el franquismo para hablar, a partir de testimonios reales, de la estrecha realidad en la que estaban obligadas a vivir las españolas. En Fiesta, fiesta, fiesta, su último trabajo basado en entrevistas con alumnos y profesores de instituto, quien conduce la historia es Alma, la conserje. 

Quizás por eso recomienda, un poco más acá en la historia de la literatura, Americanah, de Chimamanda Ngozi Adichie, novela que llegó a España en 2014. "Para mí ha sido el descubrimiento de este curso y me ha encantado". ¿Por qué? "El punto de vista desde el que describe la migración, el conflicto de la identidad, el conflicto con el país nuevo y el de origen, la dicotomía África/América, la idealización de Estados Unidos, las relaciones de pareja...". Se le resiste más la IlíadaIlíada, la epopeya atribuida a Homero en la que se narra el final de la guerra de Troya. Cuenta que una amiga suya, directora de teatro francesa, está preparando una "versión contextualizada en la actualidad". "Hablamos mucho de ello, y aunque conozco la trama", confiesa, "nunca la he leído. Me parece una obra apabullante, difícil de sintetizar, de versionar... Un trabajo con el que yo no me atrevería.". Claro que ahí, entre tanto soldado, también estaba Helena. 

 

"¿No se ven aquí los golpes,de la sangre y las señales?¿Vosotros sois hombres nobles?¿Vosotros padres y deudos?¿Vosotros, que no se os rompenlas entrañas de dolor,de verme en tantos dolores?Ovejas sois, bien lo dicede Fuente Ovejuna el nombre".

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