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Martínez de Pisón evoca el Turín descrito por Ginzburg

Turín, años 40. La escritora Natalia Ginzburg describe en Léxico familiar una ciudad que, a punto de sumirse en las garras del fascismo, aún rebosa anhelos de lucha e inquietud cultural. Su lectura es un viaje donde el lector acompaña a la autora en una cotidianidad que tiene algo de fantástica, de ficción idealizada que a su vez se vuelve desgarradoramente real mediante la crudeza de unas vivencias marcadas por el dolor —el suicidio de su amigo el escritor Cesare Pavese o la tortura hasta la muerte de su marido—.

La novela de inspiración autobiográfica recrea la relación de la autora con el grupo de escritores que se reunían en torno a la editorial Einaudi: Pavese, Elio Vittorini, o Italo Calvino. En ese contexto, Ginzburg retrata una ciudad que se resiste a doblegarse ante un porvenir político, social, y culturalmente desesperanzador. “El Turín de aquellos años tiene para mí algo de mítico, es como la versión democrática, culta y mejorada de las ciudades españolas de la época, y la estética italiana de aquellos años tiene un atractivo clásico e intemporal que me parece irresistible”, relata Ignacio Martínez de Pisón, quien ve en las calles de la urbe italiana, descritas según la mirada y vivencias de Ginzburg, el lugar ideal para una escapada imaginaria.

“Algo de ese Turín se mantiene tal cual, como si se resistiera a dejar atrás su época dorada”, explica el escritor. La ciudad parece evocar, igual que lo hizo Ginzburg, una época que forma parte del imaginario colectivo, y que el lector recupera para escaparse a lo que parece ser un mundo extraviado entre el recuerdo y la ensoñación. “¿Existe o ha existido ese Turín? Creo que más en mi imaginación que en la realidad”, confiesa Martínez de Pisón. Natalia Ginzburg creó un lugar estilizado a partir de su memoria, y el lector “vuelve a estilizarlo para darle la medida de sus sueños y deseos”.

Ignacio Martínez de Pisón rememora —o recrea, o imagina a través de los recuerdos narrados por Ginzburg— símbolos como el hotel Roma, donde el escritor Pavese se suicida tras una vida envuelta en conflictos existenciales, a pesar de los éxitos cosechados —acababa de recibir un premio por su novela El bello verano—. “El hotel sigue donde siempre y con aspecto de haber cambiado mucho desde entonces”, cuenta el escritor y guionista, “es como un vestigio real de una ciudad que no fue del todo real”, concluye. Martínez de Pisón elige perderse en un Turín en parte imaginario, escaparse por escenarios simbólicos para apropiarse de recuerdos ajenos que se diluyen con ensoñaciones propias, a través de “una de las novelas" que más le "marcaron como escritor”.

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Y en la vida real…

Ignacio Martínez de Pisón está actualmente trabajando sobre una nueva novela: “Protagonizada por perdedores, como es habitual en mí”. El argumento gira en torno a un actor de segunda fila que se acaba ganando la vida haciendo imitaciones de Demis Roussos. “Al mismo tiempo, estoy documentándome para un libro posterior, que será una investigación sobre un personaje real, un estafador austriaco que anduvo por Espàña en los años de la Segunda República y acabó siendo deportado en 1946”, cuenta el autor.

Ignacio Martínez de Pisón, licenciado en Filología Hispánica e Italiana, es un escritor español cuyas novelas —El tiempo de las mujeres, Dientes de leche o La buena reputación, entre otras muchas— han sido traducidas a una docena de idiomas. En 1997 fue candidato al Goya a mejor guion adaptado por la adaptación de su libro Carreteras secundarias, llevado al cine por el director español Emilio Martínez Lázaro, y posteriormente por el francés Manuel Poirier. También ha realizado adaptaciones teatrales, y escribió el guion del filme Las trece rosas, nominado a mejor guion original en los premios Goya. Dentro del mundo del cine, también ha sido coautor, junto a Fernando Trueba, del guion de Chico & Rita. Martínez de Pisón también ha colaborado en prensa a través de artículos y críticas literarias para periódicos como Abc y El País. Desde principios de 2015 colabora como articulista con el diario catalán La Vanguardia.

Turín, años 40. La escritora Natalia Ginzburg describe en Léxico familiar una ciudad que, a punto de sumirse en las garras del fascismo, aún rebosa anhelos de lucha e inquietud cultural. Su lectura es un viaje donde el lector acompaña a la autora en una cotidianidad que tiene algo de fantástica, de ficción idealizada que a su vez se vuelve desgarradoramente real mediante la crudeza de unas vivencias marcadas por el dolor —el suicidio de su amigo el escritor Cesare Pavese o la tortura hasta la muerte de su marido—.

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