Núria Espert, una de las actrices imprescindibles del teatro universal

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Pocas actrices en el mundo se han puesto más en la piel de los personajes del teatro clásico universal que Núria Espert (Santa Eulàlia, l’Hospitalet, 1935) y, mucho menos, han sido tan reconocidas por su inmenso trabajo. El teatro le debe tanto a la catalana que resulta imposible no hacer mención a su trayectoria en esta sección de Verano Libre dedicada a recordar a algunas de las mujeres que han marcado la historia española del siglo XX en la política, la cultura, la ciencia o el deporte.

Su pasión por los escenarios no es casual. Sus padres, que solían acudir a obras de aficionados –se conocieron en una–, la llevaban a ver estas representaciones y, con sólo 13 años, Núria Espert ya formaba parte de la compañía infantil del Teatro Romea. Pero no fue hasta los 17 cuando se sintió actriz; tuvo que sustituir a Elvira Noriega en Medea y se dio cuenta de que lo suyo era el teatro. Tiempo después no sólo sería una de las mejores intérpretes españolas del siglo XX, sino que también se convirtió en directora y empresaria.

Antes de saber que quería ser actriz, Núria Espert representó clásicos como La vida es sueño, Los empeños de una casa o Romeo y Julieta. Después de darse cuenta de que la actuación era su vocación continuó participando en obras clásicas, aunque ya con otra compañía, como El caballero de Olmedo, Julio César o Don Juan Tenorio. En 1959, una vez casada y con dos hijas, la catalana y su marido, el ya fallecido Armando Moreno, crearon su propia compañía de teatro y con ella intentaron llevar las piezas dramáticas de Federico García Lorca a los escenarios, pero el propio Franco lo impidió. Espert explicó lo sucedido en el Diario de Sevilla: "[...] dos o tres días antes, nos prohibieron el espectáculo. Si recitábamos a Lorca no pasaba nada pero sus obras teatrales se consideraban subversivas, como un acto político. Finalmente alguien vio más allá y en 1971 pudimos montar Yerma con la policía en los camerinos. Fue todo un éxito teatral y el público sintió que se había abierto al fin una puerta".

Una directora exitosa

En los setenta, Núria Espert recorrió Europa, Asia y parte de América con diversas obras, entre ellas, Divinas palabras, de Valle Inclán. Además, recibió otro gran reconocimiento en 1979 al ser nombrada directora del Centro Dramático Nacional, junto con José Luis Gómez y Ramón Tamayo, pero la actriz dimitió del cargo en 1981. En 1982, la catalana llevó Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores a la entonces URSS y el éxito fue rotundo. Uno año más tarde, el Ministerio de Cultura le concedió la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes por su gran labor en las artes escénicas, pero sin duda 1986 fue uno de sus mejores años a nivel profesional, no sólo porque recibió el Premio Nacional de Teatro, sino porque su carrera dio un giro al convertirse en una directora de éxito.

 

Núria Espert en el Teatro Principal de València. EUROPA PRESS

Su incursión en la dirección llegó sin esperárselo, le propusieron marcharse a Londres para dirigir La casa de Bernarda Alba y, sin saber inglés, aceptó el reto. La respuesta del público fue excelente y consiguió el Premio de Círculo de Críticos de Teatro de Londres. Su gran trabajo hizo que también la llamasen para ponerse al frente de la ópera Madame ButterflyMadame Butterfly, en Glasgow (Escocia). No fue la única ópera que ha dirigido Núria Espert, entre otras destacan Elektra o Rigoletto y La Traviata, pero en 2011 aseguró en una entrevista en El País que dejaría de trabajar en este tipo de representaciones: "No tengo ganas de abordar nuevos proyectos. Creo que este momento dorado de mi vida como intérprete es lo que me hace más feliz. La vida nómada del mundo de la ópera no me seduce ya".

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Entre tanto trabajo, a Espert nunca se le olvidaban las obras dramáticas de Lorca y por eso en 1988 no dudó en irse a Israel y llevar a escena La casa de Bernarda Alba. Unos dos meses más tarde se subió a los escenarios del Festival Internacional de Teatro de Tokio con Yerma, consiguiendo el primer premio en el certamen. 

En los noventa continuó subiéndose a los escenarios y trabajó en La gaviota, Master class o ¿Quién teme a Virginia Wolf?. Los 2000 también serían muy buenos años para la intérprete catalana. Dirigió Tosca en el Teatro Real, protagonizó La Celestina en el Teatre Lliure y le dio vida al poema de Shakespeare La violación de Lucrecia. Además, en 2014 encarnó otro personaje del dramaturgo inglés, el rey Lear. Tampoco cesaron los reconocimientos, pues en 2016 le fue otorgado el Premio Princesa de Asturias de las Artes y en 2018 el Premio Europa de Teatro. La actriz catalana dijo lo siguiente cuando recogió el galardón: "Gracias en nombre del teatro español, del cual, con este premio, me han hecho su representante".

A pesar de todos estos reconocimientos y las obras que ha interpretado, Núria Espert afirmó este mismo año que sin Lorca hubiese sido una actriz pequeña. Se debe a que ha dado vida a sus dramas por medio mundo, pero también porque su padre le recitaba sus poemas, entre ellos, Romancero gitano, que ahora, con 84 años, enuncia ella misma encima de los escenarios.

Pocas actrices en el mundo se han puesto más en la piel de los personajes del teatro clásico universal que Núria Espert (Santa Eulàlia, l’Hospitalet, 1935) y, mucho menos, han sido tan reconocidas por su inmenso trabajo. El teatro le debe tanto a la catalana que resulta imposible no hacer mención a su trayectoria en esta sección de Verano Libre dedicada a recordar a algunas de las mujeres que han marcado la historia española del siglo XX en la política, la cultura, la ciencia o el deporte.

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