'Snowfall': un retrato coral de la epidemia del crack

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A la altura de 1989 la epidemia de crack era tan grave en Estados Unidos que George H. W. Bush introdujo en medio de uno de sus discursos presidenciales una bolsa llena de bloques de esta droga. “Se ve tan inocente como los dulces, pero está convirtiendo a nuestras ciudades en zonas de batalla y está asesinando a nuestros hijos”, advirtió entonces Bush padre, que acaba de relevar a Ronald Reagan en el cargo. Más barata que la cocaína, y con una capacidad infinitamente mayor de adicción, el crack provocó una debacle socialcrack durante la década de los ochenta. Fue un fenómeno que cambió para siempre ciudades como Los Ángeles, donde empezó a expandirse el tráfico y consumo de crack, y estuvo aderezado de racismo y de artimañas en las cloacas políticas.

La historia de aquella época llena de sombras la contaba en 2015 Freeway: Crack in the system, de Marc Levin, un documental disponible actualmente en Netflix. Y ahora el cineasta John Singleton (Los chicos del barrio) junto a Eric Amadio ha puesto en marcha su versión televisiva. La cadena FX, responsable de producciones como The Americans, está detrás de este ambicioso proyecto que HBO emite en España desde principios de julio. Entre el elenco se encuentra el actor español Sergio Peris-Mencheta que ya ha firmado un contrato de siete años con FX para seguir en Snowfall, algo bastante inusual y que da una idea de la importancia de la serie para la cadena. De hecho, en 2015 invirtieron 10 millones de dólares en un capítulo piloto que se desechó por completo, incluido el casting y el guion, y se rehízo desde cero. Sólo llegaron a la prueba definitiva tres actores de los 35 que aparecían en escena, entre ellos Peris-Mencheta.

La ficción creada por Singleton se sitúa en 1983 y se articula en torno a tres historias, aparentemente independientes entre sí, que explican el nacimiento de la epidemia desde tres ángulos distintos: del visionario camello de barrio a la connivencia de la CIA con el narcotráfico de la contra nicaragüense, pasando por los veteranos cárteles asentados al norte del río Bravo. Snowfall arranca con la historia de Franklin Saint (Damson Idris), un chaval negro que gracias a su astucia está becado en un instituto de pijos blancos que tontean con la cocaína. Su personaje está inspirado en la historia real de Freeway Rick Ross (no confundir con el rapero del mismo nombre), una leyenda en Los Ángeles y nombre fundamental de la epidemia de crack.

Por su parte, Peris-Mencheta encarna a Gustavo Zapata, el Oso, un taciturno luchador mexicano que comienza a trabajar como matón para Lucía Villanueva (Emily Ríos), la hija de un capo de las drogas que busca expandir el negocio de su familia. Villanueva es, por cierto, la única mujer en este escenario plagado de excesos de todo tipo. Completa la trama el agente de la CIA Teddy McDonald (Carter Hudson), un tipo caído en desgracia y convencido anticomunista que pone en marcha el sistema de colaboración extraoficial entre la inteligencia estadounidense y los grupos paramilitares que financiaron su lucha contra el gobierno sandinista a través del narcotráfico.

Por el planteamiento reposado de la trama, y por el contrato que ha firmado ya Peris-Mencheta, probablemente la idea de Singleton sea contar la epidemia desde sus inicios hasta su final abrupto en 1990. El crack dejó como herencia una generación devastada y una polvareda de violencia en barrios como South-Central de Los Ángeles, donde se sitúa la trama de Franklin Saint y donde nació y creció el propio Singleton. Con un precio asequible para los bolsillos más pobres y una rentabilidad vertiginosa para los narcos, en 1986 ya había un millón de consumidores de crack en Estados Unidos. Dos años más tarde, Reagan declaraba la droga como el enemigo número uno del país.

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Su consumo se extendió con especial virulencia por los barrios de mayoría afroamericana, donde apenas había policía y a nadie le importó cuando las cosas se torcieron. La controversia que generó esta epidemia entre las comunidades negras siguió a lo largo de los años. En 1996 un estudio demostró finalmente que el crack era un derivado de la cocaína, por lo que no había justificación para las penas que se imponían a los consumidores de esta droga: las leyes federales establecían sentencias 100 veces superiores a estos, normalmente personas negras, que a los cocainómanos, por lo general blancos.

Snowfall compone un relato coral de una época especialmente difícil e incluye toda esta vertiente social y política del negocio del crack. Se encuentra a medio camino entre un The Wire soleado The Wirey un Vinyl de la industria de la drogas; la cara americana de lo que sucede en Narcos. En el documental Freeway: Crack in the system, uno de los entrevistados hace una reflexión clave sobre aquel fenómeno. Le asombra, dice, cómo cada año la administración gastaban millones de dólares en la lucha antidroga para terminar averiguando que el Gobierno había estado implicado en el auge del crackcrack, aunque fuera haciendo la vista gorda.

 

A la altura de 1989 la epidemia de crack era tan grave en Estados Unidos que George H. W. Bush introdujo en medio de uno de sus discursos presidenciales una bolsa llena de bloques de esta droga. “Se ve tan inocente como los dulces, pero está convirtiendo a nuestras ciudades en zonas de batalla y está asesinando a nuestros hijos”, advirtió entonces Bush padre, que acaba de relevar a Ronald Reagan en el cargo. Más barata que la cocaína, y con una capacidad infinitamente mayor de adicción, el crack provocó una debacle socialcrack durante la década de los ochenta. Fue un fenómeno que cambió para siempre ciudades como Los Ángeles, donde empezó a expandirse el tráfico y consumo de crack, y estuvo aderezado de racismo y de artimañas en las cloacas políticas.

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