El actual conflicto catalán se alarga desde diciembre de 2012. Hemos vivido etapas muy diferentes condicionadas por la situación política y judicial que en cada momento se han ido sucediendo. Tras la concesión de los indultos a los presos independentistas por parte del Gobierno de coalición, parece que el nuevo escenario va tener en la representación escénica el principal foco.
Los partidarios de la medida intentarán hacer efectivo un clima de pacificación, entendimiento y diálogo. Los contrarios parecen haber apostado de forma intensa por la sobrerrepresentación escénica para conseguir un aumento de la tensión política y social. Una vez más, como dicen en la cultura anglosajona, the show must go on (el espectáculo debe continuar). De nuevo, la comunicación va a ser la principal y casi exclusiva arma política que se va a emplear en esta batalla.
El Gobierno apuesta por la contención
En este caso, el Gobierno ha apoyado la medida de forma unánime. No se han escuchado voces discordantes dentro del Consejo de Ministros. Pedro Sánchez era perfectamente conocedor de que con los indultos se avecinaba uno de los momentos más delicados de la legislatura. A día de hoy, en Moncloa respiran con cierto alivio a la vista de la evolución de los acontecimientos. Todo ha ido hasta ahora en línea con sus mejores expectativas.
La elección de las fechas no ha sido evidentemente casual. Dos han sido los elementos determinantes que han contribuido a elegir este período. Por un lado, la positiva evolución de la pandemia gracias al éxito de la campaña de vacunación. En segundo lugar, la proximidad del verano que siempre desenfoca el interés de la ciudadanía respecto a la pugna partidista cotidiana.
Golpes de efecto determinantes
Para el Gobierno, se han producido además dos golpes de comunicación de gran trascendencia que han favorecido enormemente su posición. En primer término, los gestos de aceptación de un nuevo clima político mostrados a través de la carta de Oriol Junqueras y de la foto de Pere Aragonés, president de la Generalitat, junto a Felipe VI. A continuación, la declaración del presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, respaldando la acción del Ejecutivo.
Además, en las últimas semanas se ha apreciado un notable descenso de la posición crítica mostrada inicialmente por algunos sectores del PSOE más tradicional. Se ha amortiguado así el único núcleo de posible conflicto interno en las filas socialistas. Como muestra de todo ello, las encuestas parecen marcar una clara evolución de la opinión pública que era ampliamente mayoritaria contra a los indultos. Ese malestar parece ir descendiendo de forma significativa.
Moderación y centralidad
Desde el punto de vista del discurso público, la argumentación más efectiva quizá haya sido la insistencia en que se trata no de una solución al conflicto, sino de una medida que busca cambiar el clima de confrontación y que es reversible en caso de que el secesionismo volviera a cometer actos contra el orden legal. La coincidencia en el frente anti-indultos del independentismo más radical y de la derecha españolista también ha permitido al Gobierno jugar en un terreno central y moderado que le ha evitado tener que bajar a terrenos enfangados.
PP y Vox, a la carga
Partido Popular y Vox esperaban desde hace tiempo la inevitable llegada de este momento. El PP vivía condicionado en estas últimas semanas por dos efectos contrapuestos. A favor, la evolución de sus expectativas electorales tras haber podido recuperar la mayor parte de los votantes que en su día se fueron a Ciudadanos. Las elecciones en Madrid significaron la cumbre de ese proceso. En contra, los procesos judiciales que investigan los diferentes escándalos protagonizados por la formación estos últimos años.
El intento de crear un clima generalizado de tensión social en torno a los indultos no parece haber dado inicialmente los resultados esperados. La concentración de Colón, apoyada por todas las fuerzas de la derecha, no tuvo el impacto previsto. Tampoco la campaña de recogida de firmas parece haber supuesto un acontecimiento reseñable. Además, la pugna entre PP y Vox por capitanear el frente anti independentista enturbia todo el proceso al introducir una pelea partidista que resta fuerza a la campaña en su conjunto.
Una votación de dudosa eficacia
En el frente político, la principal acción de la derecha se ha centrado en el Parlamento. Genera muchas dudas la estrategia planteada por los populares al forzar sendas votaciones en el Congreso de los Diputados en relación a los indultos. El Gobierno había descartado hacerlo ante el temor de que una vez más la votación diera lugar a un insufrible proceso de negociación con los diferentes partidos nacionalistas. Por el contrario, al partir la iniciativa del PP, todas las fuerzas favorables a la medida se han unido sin necesidad de pacto alguno. Al final, el Congreso de los Diputados ha avalado la iniciativa gubernamental dándole un respaldo demócratico que ha servido para contrarrestar las cifras siempre discutibles que aportan los sondeos.
Seguramente, el contratiempo más duro que ha sufrido la derecha en todo este proceso ha venido derivado del extendido apoyo del tejido empresarial a la acción gubernamental. Es difícil recordar una iniciativa política que haya llevado al choque al PP con la CEOE. Los populares llevan la peor parte en una polémica que enfrenta los intereses partidistas particulares con la conveniencia de estabilidad y recuperación económica que el país necesita de forma urgente.
Entre el cataclismo y las vacaciones
Pablo Casado y Santiago Abascal compiten por elevar el tono de su discurso por encima de cualquier nivel de contención. Las exageradas declaraciones subidas de tono, cargadas de todo tipo de descalificaciones y arengas al límite del colapso emocional, chocan con un estado de opinión en la calle mucho más preocupado por asuntos más inmediatos como la vacunación, la retirada de las mascarillas en la vía pública, la subida de la luz, la recuperación económica o los planes de vacaciones.
Vuelve el mundo virtual independentista
La profunda división política que vive el movimiento independentista condiciona de forma notoria la respuesta política desde Cataluña. La aceptación de los indultos, rechazada por buena parte del separatismo tiempo atrás, se ha decidido acompañar de un resurgimiento del espíritu reivindicativo y emocional. La salida de los presos atiende un extendido deseo colectivo de amplia transversalidad. Sin lugar a dudas, ha sido una buena noticia para la mayor parte de los catalanes. Desde luego, de forma unánime, para todos aquellos que aspiran a recuperar la convivencia pacífica y el entendimiento.
Sin embargo, existe un evidente temor en sectores independentistas de que la aceptación de los indultos pueda interpretarse como un gesto de debilidad frente al Estado español. Este hecho justifica la revitalización de toda la representación simbólica que dominó la época más dura del procés. Encendidos discursos, banderas, llamadas a la movilización, promesas, canciones y proclamas apasionadas van a llenar la comunicación procedente de Cataluña.
Un bucle inevitable
Da la sensación de que vamos a entrar en un curioso bucle que puede alargarse en el tiempo. El independentismo necesita hacer ruido para que su impulso emocional no decaiga. Mientras, la derecha españolista desde Madrid mostrará y amplificará su pesar y dolor ante cualquier muestra reivindicativa secesionista. Los dos bandos se necesitan más que nunca y, por tanto, sobrerrepresentarán públicamente sus posiciones. Cuanto más sonoro sea el enfrentamiento, interpretan que mayor fuerza adquieren sus posiciones.
Pese a todo, lo único realmente trascendente será determinar no los discursos y la propaganda sino las actuaciones políticas y su aplicación dentro del marco legal. Desde la fallida declaración unilateral de independencia y la huída de Puigdemont a su mansión en Waterloo, no han vuelto a producirse acciones ilegales. La única excepción fue la absurda decisión tomada por Torra de mantener unas horas una pancarta en el balcón de su despacho contraviniendo consciente y voluntariamente las indicaciones legales. Le costó la presidencia de la Generalitat y su retirada de la vida política activa.
Un final en tres escenarios
Como balance provisional de todo lo que estamos viviendo, cabría establecer tres puntos de atención mediática:
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1. El Gobierno intentará cerrar este verano una dura etapa de conflictos y dificultades para abrir una segunda parte de la legislatura centrada en la recuperación económica, el control de la pandemia y la distensión en Cataluña.
2. La derecha luchará por mantener el fuego y la tensión en un difícil entorno con el verano de por medio y la mejora de la situación sanitaria.
3. Cataluña librará una batalla interna entre los partidarios del acuerdo y los del conflicto. Una pugna entre cumplir la ley o volver a la ilegalidad. Ahora conocen las consecuencias que ignoraron hace cuatro años.
El actual conflicto catalán se alarga desde diciembre de 2012. Hemos vivido etapas muy diferentes condicionadas por la situación política y judicial que en cada momento se han ido sucediendo. Tras la concesión de los indultos a los presos independentistas por parte del Gobierno de coalición, parece que el nuevo escenario va tener en la representación escénica el principal foco.