‘Borgen’ vuelve a deslumbrar con su retrato del poder político

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Cuando estaba documentándose para escribir Borgen, su creador, Adam Price, habló con muchos políticos. Uno le dijo: “El poder es un veneno de acción lenta. Lo sirves en tu taza cada mañana y sabe como el café. Tomas un poco en cada reunión, una taza más, otra…”.

Según la persona que le asesoraba, te acostumbras tanto a ser importante, a dejar tu huella en cada ley que aprueba tu país o a conceder entrevistas que te cambia. ¿Para bien? Según Price, debemos al menos hacernos esa pregunta.

Tras una década llega la cuarta temporada

Y con esa premisa, especialmente centrada en su protagonista, la política danesa Birgitte Nyborg, según cuenta en una entrevista con Emilie Semramoth, se embarcó en la cuarta temporada de su serie, que ha hibernado una década antes de regresar. Ya puede verse al completo junto a las anteriores en Netflix.

Cuando comenzó a emitirse en España, a finales de 2014, faltaba un año para que Podemos y Ciudadanos entrasen en el parlamento con 69 y 40 escaños respectivamente y acabaran con el bipartidismo imperfecto de todo el periodo democrático previo.

En ese contexto, Borgen se convirtió en una serie de referencia. Trataba de un gobierno de coalición, el caso habitual desde hace décadas en Dinamarca. Mostraba las relaciones en un mundo de pactos, reparto de ministerios y cohabitación.

Un drama magnífico que nos enseñaba a gobernar pactando

No solo se trataba de un drama magnífico, excelentemente escrito, filmado e interpretado, además era un anticipo de lo que nos venía. Los gobiernos de coalición, las alianzas entre varios partidos o las geometrías variables no tienen pinta de irse a ninguna parte de momento.

Pero no solo fue un éxito en España por nuestras circunstancias. Esta historia sobre la peculiar vida política de un pequeño país con menos de seis millones de habitantes fascinó a espectadores de todo el mundo. Algo impensable para sus propios autores, seguros de que su serie era exclusivamente para consumo nacional.

Birgitte Nyborg ya es una veterana política

La cuarta temporada de Borgen, que tiene su propio subtítulo, Reino, poder y gloria, vuelve a ser adictiva. Los años han pasado por la idealista Birgitte Nyborg, soberbiamente llevada a la pantalla por Sidse Babett Knudsen. Ahora es ministra de Asuntos Exteriores. Según la teoría que prendió en Adam Price, ha bebido muchas tazas de ese veneno que es el poder y no ha sido inmune a él.

Divorciada, estrella secundaria en un gobierno, en lugar de su líder como ya le ocurriera, y con la menopausia llevando su cuerpo al límite, Birgitte se ha oscurecido. Tiene algo de “baronesa noir”, ha cruzado unas cuantas líneas rojas y cada vez es más impaciente. No conviene enfrentarse a ella.

Políticos, funcionarios, periodistas

La trama se amplía en esta temporada y gracias a la posición de la ministra entra en la geopolítica internacional. A Adam Price, la mente tras la serie, le interesan particularmente tres patas de la vida pública. La de los propios políticos, la de los periodistas que deben ejercer como control de su labor y la de los funcionarios.

Por parte de la prensa, la protagonista vuelve a ser la carismática periodista Katrine Fønsmark, interpretada por Birgitte Hjort Sorensen. Ha ascendido en la cadena de televisión en la que trabaja y se enfrenta a los retos de ejercer el poder desde su puesto. Toda su trama es espectacularmente reconocible.

Como representante del funcionariado aparece en esta temporada un personaje encantador. El diplomático Asger Holm Kirkegaard, a quien da vida Mikkel Boe Følsgaard. Birgitte lo nombra embajador en el Ártico y lleva el peso de la delicada gestión que implica la trama principal.

El hallazgo de petróleo en Groenlandia desencadena la acción

Y es que la temporada trata del hallazgo de petróleo en Groenlandia, la gigantesca isla danesa, con un peculiar encaje dentro del país. Se trata de un territorio enorme, despoblado y pobre al que el calentamiento del planeta puede convertir en estratégica vía de comunicación entre continentes.

El petróleo desencadena numerosos movimientos que involucran a las autoridades locales, centrales, a China, Rusia y Estados Unidos. En este contexto, rico en referencias que resuenan en la actualidad real, Asger representa la profesionalidad de un país. Los gestores que no dependen del gobierno de turno.

Recuerda al personaje reflejado en la serie La fortuna, de Amenábar, basada en el comic El tesoro del Cisne Negro, escrito por Guillermo Corral y dibujado por Paco Roca. Trabajador infatigable, ilusionado y novato, patriota en un sentido modesto y laborioso.

La difícil conciliación entre poder y familia

Fiel a si misma, la nueva Borgen profundiza en las dificultades de la vida familiar de quien elige un trabajo intenso con gran carga de responsabilidad. En el caso de la ministra Birgitte, se centra en su relación con su hijo Magnus.

Hace diez años le dejamos siendo un niño. Ahora es un adolescente, interpretado por el mismo actor, Lucas Lynggaard Tønnesen. Activista e inquieto, a la vez se muestra inspirado y decepcionado por su madre. También le inspira y le reta a ella.

El resto de personajes que aparecen son profundamente interesantes y encarnan actitudes que reconocemos ante los conflictos, ante la gestión, ante los retos de la organización de la convivencia.

No sólo las tramas son interesantes, lo que hace brillante la serie es que en cada conversación reconocemos las dinámicas y las tensiones reales. Las cotidianas y las de la vida pública.

A veces el guion abrevia y llegan soluciones mágicas un poco improvisadas. Gracias. Si emplearan tiempos reales para ciertos problemas la serie pasaría a ser soporífera. El realismo también tiene un límite.

¿Se puede ejercer el poder sin cambiar?

Adam Price ha explicado que la serie entera plantea una pregunta: ¿Se puede ejercer el poder y seguir siendo fiel a una misma? No sólo se formula esta cuestión como subtexto de la temporada, es el motor de cada una de las escenas. En todas, sus personajes enfrentan disyuntivas.

Si algunos maestros del guion afirman que cada secuencia, ya sea en drama o comedia, contiene un dilema entre lealtad o traición, en el caso de Borgen se trata de la lealtad o traición a los principios propios, a uno o una misma. Cómo nos va a cambiar cada decisión que tomemos. Resulta difícil verla sin ponerse en lugar de cada uno de los personajes.

Un creador polifacético

Esta serie con tantas capas y lecturas surge de una persona que tiene una apasionante vida profesional fuera del guion. Price es una estrella televisiva en Dinamarca por el programa sobre cocina que presenta junto a su hermano James desde hace diez años. Antes de eso ejerció como crítico gastronómico y como abogado. Ahora también gestiona con James cinco restaurantes.

Conocedor de la política desde fuera, le veía excelentes posibilidades dramáticas. También tenía claro desde el principio que quería una protagonista femenina para destacar las renuncias y dificultades de conciliación o de imagen pública que tiene una mujer en el poder.

Hubo una primera ministra en ‘Borgen’ antes que en Dinamarca

Se anticipó a la realidad proponiendo una primera ministra en un país que hasta entonces nunca había tenido una mujer en el cargo. Desde que creó su serie ya ha habido dos. Una de ellas, Mette Frederiksen ostenta actualmente el cargo.

Para las primeras temporadas los guionistas se reunieron con políticos de todos los partidos. También con servidores públicos, que en Dinamarca tienen un alto nivel de estabilidad, incluidos muchos altos cargos.

No suelen ser sustituidos, aunque cambie el color político del partido en el gobierno. Mantuvieron encuentros con analistas políticos y sometían sus guiones a las críticas de sus asesores, lo que, según Price, afiló sus cuchillos notablemente.

Una serie más idealista que cínica

Al observar las series políticas existentes, Price considera que primaba la versión cínica del gremio. Los políticos eran retratados como egoístas sin escrúpulos que mienten sin dificultad.

A él le gustaba más el idealismo de El ala oeste de la Casa Blanca. De esa serie aprendió también que no importa que se hable de un tema complejo o técnico, poco conocido para el espectador. Si quieres a los personajes te importará porque les importa a ellos.

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Ese idealismo tendría que arraigar en unas estructuras de poder realistas. Y en eso incluso superó al Ala Oeste, descrito por su creador, Aaron Sorkin como un cuento de príncipes y castillos.

Para él Birgitte tiene que resultar convincente, sus disyuntivas nos tienen que importar. Tenemos que quererla y sufrir con ella. Enfrentarla a situaciones difíciles y nuevas. De ahí el cambio en su estatus en esta repesca de la trama.

No se sabe aún si la serie volverá. Su protagonista, Babett Knudsen, ha manifestado que el personaje ha terminado, pero Price no cierra la puerta a una continuación de esta nueva Borgen. Este dilema resulta muy fácil. Estamos con Price. Además, la acción termina en un punto en el que volvería a ser apasionante retomar la vida de Birgitte Nyborg.

Cuando estaba documentándose para escribir Borgen, su creador, Adam Price, habló con muchos políticos. Uno le dijo: “El poder es un veneno de acción lenta. Lo sirves en tu taza cada mañana y sabe como el café. Tomas un poco en cada reunión, una taza más, otra…”.

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