La diplomática, en Netflix, puede convertirse en una opción entretenida y de calidad para cualquier tipo de espectador. Pero los apasionados de la política tienen muchas posibilidades de disfrutarla especialmente.
A diferencia de las series más destacadas sobre el asunto, El ala oeste de la Casa Blanca, House of cards, Baron Noir, Borgen o incluso Vota Juan, La diplomática refleja el trabajo de los servidores públicos que engrasan las relaciones entre diferentes países.
¿Se puede desescalar un conflicto?
A veces, como en el reto que se presenta en esta primera temporada, su tarea va más allá y trata de evitar la guerra, de abortar la escalada que la convierta en la única opción posible.
Nuestras generaciones ya siempre debatiremos sobre si hubo o no alguna manera de haber esquivado la guerra de Ucrania, por ejemplo. Y mientras lo analizamos, la ficción nos propone este estimulante desafío.
La profesional adecuada en el momento más necesario
En él una funcionaria, la embajadora de Estados Unidos en Reino Unido, resulta ser la persona adecuada en el momento oportuno. Quizás la única que va a dejarse el pellejo tratando de poner cordura en una crisis internacional en la que el populismo y el electoralismo pueden necesitar un conflicto que les haga quedar como patriotas implacables.
La protagonista es la actriz Keri Russell, de la que muchos de los que adoramos las series que tratan el panorama geopolítico somos devotos. Russell también protagonizó la serie The americans, 75 fascinantes episodios siguiendo a una pareja de espías soviéticos viviendo en suelo estadounidense. Seis temporadas explicando cómo las mentalidades de los dos bloques de la Guerra Fría podían ser tan distintas.
El carisma de Keri Russell
Russell vuelve a convencer en su personaje de mujer con una inteligencia superior y con un carisma capaz de liderar cualquier proyecto en el que se integre. Aborda un personaje que como la propia actriz explica en la promoción ante el estreno “habla tanto que estaba deseando ponerme enferma para tener algún día libre”.
Y es que el diálogo es una de las características más llamativas de este proyecto, heredero en ese sentido de Aaron Sorkin, un hombre de muchas palabras. Por momentos se puede hacer excesivo. Todos los personajes son listísimos las veinticuatro horas del día, todos hablan con sobreentendidos y tienen a punto el sarcasmo para lucirlo a la mínima oportunidad.
Hacer fascinante la política internacional
Pero es tan interesante lo que se cuenta. En el plano político se necesita mucha cháchara para dar credibilidad a la jerga profesional. Y se logra ese equilibrio entre que los personajes no se expliquen entre ellos lo que se supone que conocen por su trabajo, pero que poco a poco nos lo vayan aclarando a las espectadoras y espectadores, haciéndonos partícipes. Y que sea divertido, atrayente, seductor.
A ello se añade la relación central de la serie. La otra protagonista junto a la trama política. La que mantienen la embajadora, Kate Wyler, con su marido, Hal, interpretado por Rufus Sewell. La autora de la serie, Debora Cahn, que no ha podido estar más inspirada, borda una relación complicada.
Amor al borde del divorcio
Los Wyler son colegas de carrera, ambos profesionales del más alto nivel en lo que respecta a las relaciones internacionales y la resolución de conflictos. La serie los presenta a un paso del divorcio. Kate está harta de los juegos mentales y estratégicos que su esposo emplea con ella o a su costa.
Al mismo tiempo que la desquicia, Hal siempre supone una ayuda inestimable. Nadie conoce los entresijos del mundo en el que Kate se desempeña como él. Son competidores y compañeros íntimos. Se quieren, se necesitan, se admiran y se desquician.
Intimidad de dos amantes colegas
La relación está contada con tal verosimilitud que parece que la guionista hubiera espiado por la mirilla a una pareja que se pareciese a esta. Su intimidad resulta a la vez alucinante y completamente creíble.
Retoma la maravillosa tradición de los romances entre compañeros de trabajo. Parejas en las que las líneas de lo profesional se mezclan con las de lo personal y en la que los amantes y compañeros se cuecen en una conversación riquísima y a menudo contaminada por incontables batallas vividas juntos.
Cahn ha declarado que en el mundo de la televisión existen ese tipo de parejas en las que compartir tanto juntos hace crecer exponencialmente la relación a la vez que la vuelve problemática.
Una guionista emergente
Debora Cahn ha firmado un contrato con Netflix para varios años y este es su primer proyecto. La experta guionista ya había sido la primera espada en varias series, pero no las había creado en exclusiva.
Debutó nada menos que en el guion de El ala oeste, en sus cuatro últimas temporadas, donde ya fue también promocionada a productora. Una parte de este proyecto recoge el testigo claramente, tanto de los diálogos trepidantes como del heroísmo del servicio público.
Cahn pasó a Anatomía de Grey, a la serie de Scorsese Vinyl, a Fosse/Verdon y fue la encargada de entregar las dos últimas temporadas de Homeland, por cierto, de altísimo nivel.
Entre ‘El ala oeste’ y ‘Homeland’
El sello Homeland también puede seguirse absolutamente en La diplomática. Tanto en la fuerza de una protagonista femenina, como en un heroísmo y un sacrificio muy bien explicados, o como en la complejidad de ejecutar una jugada en el tablero de las relaciones entre diferentes países.
Cahn ha conseguido además que la trama no huela ni a pasado ni a futuro, que parezca un presente alternativo, pero no distante ni descabellado. Algo que podría estar pasando hoy en nuestro mundo si las circunstancias cambiaran un poco.
La habilidad de contar la labor diplomática
Por supuesto hay giros rebuscados, los tiempos se comprimen, pocas personas protagonizan situaciones que en la vida real componen ecosistemas de cientos o miles de implicados, pero parte de ese es su acierto, trasladar a lenguaje televisivo lo inaprensible.
Pero también algunos espectadores que se dedican a la diplomacia reconocen dinámicas propias de su labor, o las habilidades que deben desarrollarse para cumplir con éxito o las interferencias de las políticas nacionales y sus exigencias electorales en relaciones con países que se mueven en tiempos mucho más largos, aunque cambien los interlocutores.
Un fin de temporada brillante
El final de la temporada ha sido brillante. En el último momento se recolocan las piezas del puzle y el conflicto entero se redibuja. De cara a la segunda entrega, la situación será nueva y desafiante. Promete resultar más y más interesante.
Debora Cahn, a parte de varias nominaciones más, ya ha sido premiada dos veces por el gremio de guionistas de Estados Unidos. En sus manos seguro que saldrá airosa la complicación porque la guionista ya ha demostrado el tipo de oficio necesario para resolver tramas complicadas en sus anteriores trabajos.
La diplomática, en Netflix, puede convertirse en una opción entretenida y de calidad para cualquier tipo de espectador. Pero los apasionados de la política tienen muchas posibilidades de disfrutarla especialmente.