‘Douglas is cancelled’, arder en la hoguera de la fama

La tradición de la sátira es robusta en Reino Unido. Y no es fácil hacer crítica social de los asuntos más delicados sin salpicarse al saltar sobre cada charco que ofrecen tentadoramente. Es un género que requiere enorme seguridad de sus autores en lo que se está contando y en lo que es justo.

Douglas is cancelled (Sky Showtime y Movistar+) cuenta en cuatro interesantes episodios la tormenta que se desata desde que un tuit acusa a uno de los presentadores estrella de la televisión de haber contado un chiste sexista en una boda. Su copresentadora no hace más que escalar el escándalo al retuitear el discreto mensaje original.

Una serie de muchas palabras

Esta es una pequeña serie de muchas palabras. Se desarrolla casi como una obra de teatro con un tono que se va oscureciendo. Va pasando de lo más ligero a lo más sombrío sin dejar los toques de humor. Y en el camino trata de poner en cuestión nuestros propios prejuicios.

Como en las buenas historias judiciales, se hace evidente nuestra necesidad de opinar sobre los dilemas con la información disponible en cada momento. El guion dosifica esta información, como la vida real, o incluso la esconde para manipularnos. 

Casi siempre eso supone que no vislumbramos todos los ángulos de un problema moral y por tanto cometemos errores de juicio. Esta es una incómoda y estimulante manera de involucrar a la audiencia en lo que sucede.

Del guionista de ‘Sherlock’

El autor del guion es Steven Moffat, que ha sido el guionista jefe y productor ejecutivo de varias etapas de la serie moderna de Doctor Who y cocreador y coguionista de Sherlock, la espectacular actualización para televisión del clásico detective.

Según ha declarado en la presentación de la serie junto al director, la productora y los dos protagonistas para BFI la cancelación no fue el punto de partida, sino una consecuencia de la historia.

Basada en el ensayo de una dura entrevista

Moffat ha contado que oyó la anécdota de un veterano presentador que había cometido una indiscreción. Antes de explicar en público su versión había ensayado una entrevista con una presentadora joven.

“Guau, pensé, qué buen sitio para estar presente. Cualquier junior está tratando de apuñalar a sus mayores, así que, ¿cómo sería esa conversación?” ha afirmado Moffat. El guionista escribió primero el texto como una obra teatral y se lo enseñó a la que luego sería la protagonista, Karen Gillan. Había trabajado con ella en Doctor Who y conservan una buena amistad. 

Karen Gillan, una actriz protagonista en alza

Desde aquella colaboración Gillan ha desarrollado una carrera en Hollywood con participaciones en franquicias enormes como Guardianes de la galaxia y Vengadores. Además, ha escrito y dirigido cortos con buena acogida crítica. Acaba de estrenar la película The life of Chuck, premio del público en el Festival de Toronto.

Su personaje en esta sátira es el centro del drama y de la intriga. Tiene que esconder más que mostrar y consigue mantenerse como un enigma hasta el momento preciso. Lo logra con una presencia rotunda, un proceder extraño y su voz grave.

Le da la réplica Hugh Bonneville, clásico secundario del teatro, la televisión y el cine británicos. Ha participado desde en Notting Hill hasta en Downton Abbey y recuerda físicamente al mucho más controvertido y sensacionalista Piers Morgan, que presentó un programa parecido.

Pareja de presentadores maduro y joven atractiva

Los protagonistas componen una pareja que conocemos perfectamente y que es aún más típica en la pantalla anglosajona, la del hombre mayor y la mujer más joven y atractiva que le hace parecer inteligente

En su programa se desarrolla el conflicto, con lo que la sátira recoge también a la televisión. La esposa del presentador trabaja como directiva en un grupo que edita varias revistas escandalosas del corazón. Otro ángulo desde el que mirar la forma en la que las reputaciones se labran y destrozan en el ámbito público.

La fama como un privilegio inestable

La fama aparece como un privilegio inestable. En la crítica se incluye a los agentes de las celebridades, inspirados según el autor en los estadounidenses, que declara: “son como guardaespaldas, pero ante el menor problema son los primeros en traicionarte”.

Ha dirigido los cuatro episodios Ben Palmer, que se ha mostrado obsesivo con el material. El equipo ha tenido la rara oportunidad de poder dedicar un tiempo a ensayar, cosa que han hecho profusamente. Además, se han grabado muchas tomas de cada secuencia, lo que ha permitido seguir añadiendo matices e intenciones con el material acumulado en la sala de montaje. 

Dirección en busca del subtexto

Según Palmer, el texto tiene la cualidad de los de Aaron Sorkin (El ala oeste de la Casa Blanca). “Puedes oír la voz de Steven Moffat a través de los personajes”, afirma. Y ha querido buscar minuciosamente tomas, miradas, planos que refuerzan o siembran dudas ante lo dicho. Ha buscado en su dirección constantes “ajustes y recalibraciones” según sus propias palabras.

El director ha admitido haberse inspirado en la música de Succession para la de la serie. Tanto en su fuerza melodramática como en su composición orquestal. La serie sobre la familia Roy ha sido referencia también en la forma de lanzar los chistes y confiar en que la audiencia los sabrá encontrar.

Análisis microscópico de personajes

Los autores de esta producción afirman haber querido centrarse en los personajes más que en el tema. Han querido poner a los protagonistas bajo un microscopio para los que necesitaban una serie de situaciones críticas.

En sus declaraciones públicas quieren quitar hierro al potente mensaje editorial que contiene la serie. “A veces cuando escribes encuentras lo que piensas” afirma Moffat. “Pero un guionista no debe dar grandes mensajes, porque los grandes mensajes son inútiles viniendo de gente como yo. Si no se llegar a casa si no me ponen un conductor. Yo no puedo llevar a nadie a Utopía” concluye.

Moraleja a su pesar

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Moffat trata de aligerar su responsabilidad, pero el hecho es que se ha metido a analizar una situación hasta las últimas consecuencias y eso no permite ser un lejano observador aséptico. Hay mensaje, por mucho que lo niegue. Y él insiste en negarlo. “Si soy de los que solo lee los titulares y aun así opina enfadándose y no pienso dejar de hacerlo” declaraba.

“Seamos francos, no tenemos tiempo de enterarnos de todos los aspectos de cada debate moral. Solo buscamos… soy de centro izquierda, ¿qué decimos sobre esto? Vale, decimos esto, bien. Y fingimos que pensamos eso” remata provocadoramente Moffat. 

Demasiada justificación para una excepción a su regla, suponiendo que lo sea. En esta ocasión sí ha profundizado, sí ha diseccionado las derivadas de un caso como este y por supuesto ha sacado sus propias conclusiones y las ha trasmitido a su guion.

La tradición de la sátira es robusta en Reino Unido. Y no es fácil hacer crítica social de los asuntos más delicados sin salpicarse al saltar sobre cada charco que ofrecen tentadoramente. Es un género que requiere enorme seguridad de sus autores en lo que se está contando y en lo que es justo.

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