Los lunes por la mañana, cuando el común denominador de los mortales se presenta en la oficina o en su puesto en una fábrica, Luis Fabra se las ingenia para encontrar chistes. Para ser gracioso. “Aunque uno no siempre está de buen humor”, reconoce. “Hay veces que sí, que tienes la gracia subida y los chistes te salen solos, pero otras hay que tirar de oficio, de profesión”, especialmente si uno trabaja en un late night diario y todavía más si es uno de tanto éxito como La Resistencia. La ResistenciaPara que David Broncano, Jorge Ponce o Ricardo Castella salgan cada noche al escenario y se pongan bajo el foco, un equipo de diez guionistas moldean a diario, junto con los propios protagonistas, unas secciones –una comedia–, que no pueden defraudar, que tienen que ser siempre de máximo nivel. “Si un día no estoy inspirado yo”, apunta, “lo está otro compañero”. Y, si no, otro. El caso es encontrar ese guiño que nadie más ha visto. “En definitiva, el chiste es descubrir un matiz ingenioso y gracioso en algo que es evidente, que está al alcance de todos”. Esa es, sin lugar a dudas, una de las marcas de la casa de La Resistencia.
“La otra es la verdad”. Fabra insiste en que el ánimo de Broncano de romper las reglas –de huir de la figura de presentador inalcanzable o semidivino– es uno de los aspectos que más engancha al gran público. La audiencia “ve en David a alguien que tiene el cuajo de reconocer que, a veces, no está al tanto de los últimos trabajos de los invitados y que no pasa nada”, algo que lo acerca a quien está al otro lado, en el sofá de su casa, viendo el programa. El espectador también agradece que Broncano “admita que está leyendo, que no se sabe todo lo que tiene que decir de memoria”, o que “nos interpele a nosotros mismos, los guionistas”. Es esa verdad, esa desfachatez, “la que aleja a La Resistencia de la parte más previsible de la televisión tradicional”.
–Pero, entonces, ¿hay guion en La Resistencia?La Resistencia –el guionista sonríe, como si ya esperara “la pregunta de siempre”–.
–Esa es la duda que tiene todo el mundo –responde–. Sí, hay guion, lo que pasa es que no es un diálogo marcado y, además, una de las especialidades de Broncano es saltárselo. Ahí está esa verdad que te decía antes.
Por eso uno de los retos de los guionistas del programa es, precisamente, preparar un texto con la cintura suficiente como para soportar todos los cambios de rumbo del presentador. “Otro de los retos”, interrumpe, “es la actualidad”. La Resistencia es un programa diario y no tendría sentido que los chistes fueran ajenos a lo que marca la agenda mediática. Por lo tanto, la dificultad reside en preparar un guion gracioso y vigente, pero “que me guste a mí –como guionista– y también al que lo tiene que representar”. Lo ideal, concreta Fabra, es llevar varios chistes preparados porque muchos de ellos se caen. “De todas formas, a medida que trabajas con alguien, entiendes qué tipo de humor le encaja a cada uno de ellos”. Luis Fabra no escribe igual cuando lo hace para Ricardo Castella, cuando lo hace para Jorge Ponce o cuando lo hace para Broncano.
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La comedia puede cambiar las cosas
La comedia es algo serio. Se trata de una paradoja que funciona como un lugar común entre todos los cómicos y Fabra no es una excepción. “Igual me vengo arriba si digo que la comedia puede cambiar las cosas”, reflexiona, “pero es que realmente puede hacerlo”. Él tiene como referentes a Martes y Trece, a Mortadelo y Filemón y, por supuesto, a los Monty Python: “Parecía que el humor estaba contenido en una caja y resulta que con Monty Python aprendí que las paredes se podían reventar”. Incluso en tiempos de censura se puede hacer humor y señalar las vergüenzas de la autoridad. “Los que hacemos comedia no dejamos de hacerla en ningún caso”, asegura. “Que hay libertad, genial. Que hay prohibiciones, no pasa nada: buscamos las fisuras necesarias para seguir haciendo comedia”. Eso es, en palabras del propio Fabra, “lo más bonito que tiene la profesión”.
A sus 40 años y natural de Castellón, Fabra ha ido pasando por distintas etapas desde que se licenciara en Cine. Primero “dirigía todo lo que escribía” y, poco a poco, fue convirtiéndose también en guionista. Su primera experiencia fue en el Arròs Covat (Canal 33, TV3) y después pasó por Anclados, Con el culo al aire, Allí Abajo y hasta por los premios Goya. Sin embargo, y a pesar de que reconoce estar encantado en su papel de guionista, lo que de verdad le apasiona es ponerse delante de la cámara y hacer reír a la gente. “O detrás del micro”, advierte. “Dentro de muy poco vamos a estrenar un podcast de Historia y comedia con El Terrat” –Mochila al Pasado, que se estrena en 2021—. El proyecto le ilusiona y le llega en uno de los mejores momentos de su carrera. “Eso sí”, concluye, “por mucho que me guste mi trabajo, los lunes por la mañana cuesta mucho ser gracioso. Hay que tirar de profesión”.
Los lunes por la mañana, cuando el común denominador de los mortales se presenta en la oficina o en su puesto en una fábrica, Luis Fabra se las ingenia para encontrar chistes. Para ser gracioso. “Aunque uno no siempre está de buen humor”, reconoce. “Hay veces que sí, que tienes la gracia subida y los chistes te salen solos, pero otras hay que tirar de oficio, de profesión”, especialmente si uno trabaja en un late night diario y todavía más si es uno de tanto éxito como La Resistencia. La ResistenciaPara que David Broncano, Jorge Ponce o Ricardo Castella salgan cada noche al escenario y se pongan bajo el foco, un equipo de diez guionistas moldean a diario, junto con los propios protagonistas, unas secciones –una comedia–, que no pueden defraudar, que tienen que ser siempre de máximo nivel. “Si un día no estoy inspirado yo”, apunta, “lo está otro compañero”. Y, si no, otro. El caso es encontrar ese guiño que nadie más ha visto. “En definitiva, el chiste es descubrir un matiz ingenioso y gracioso en algo que es evidente, que está al alcance de todos”. Esa es, sin lugar a dudas, una de las marcas de la casa de La Resistencia.