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Las Glosas Emilianenses: tras las polémicas huellas del primer texto en castellano

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“Las Glosas Emilianenses son, sin duda, uno de los más venerables textos de la literatura española”, reza la introducción de un trabajo –de título Glosas Emilianenses, que publicó el Ministerio de Educación y Ciencia en 1977. “Venerable por antiguo”, continúa, “ya que constituye el primer texto escrito de la lengua castellana de que nos ha quedado noticia”. Hacia finales del siglo X d. C. o principios del XI, alguien apuntó en los márgenes y entre las líneas de un texto unas anotaciones que un gran número de expertos, entre ellos el profesor de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) Eugenio Bustos, consideran una lengua romance distinta al latín que se lee en el resto del manuscrito, lo que convertiría a esas anotaciones en uno de los primeros vestigios escritos del actual castellano.

Sin embargo, no toda la comunidad de estudiosos de la lengua otorga a las Glosas Emilianenses, que se compusieron en el Monasterio de San Millán de la Cogolla (La Rioja), la misma importancia. “Algunos”, explica Bustos, “sí que consideramos que se trata, efectivamente, de una lengua romance distinta al latín que se puede leer en el resto del códice. Otros, en cambio, creen que simplemente son anotaciones en la misma lengua que el resto del libro”. Por eso, para esa otra corriente de expertos, las Glosas carecerían de una importancia real, toda vez que en ellas no se produce ese salto idiomático que sí perciben los primeros.

Pero, ¿qué son, exactamente esas Glosas Emilianenses? Es el nombre que se le ha puesto a una serie de apuntes –más de mil–, que alguien, probablemente un monje, anotó en un texto religioso o litúrgico fechado en el siglo IX d. C. Por su parte, las anotaciones datan, o bien del siglo X d.C., o bien del XI. También en eso existen dudas. De esas mil glosas, unas cien están escritas en lo que muchos consideran un dialecto primigenio del castellano. “Hay varios tipos de glosas incluídas en el códice”, especifica el profesor: “Por ejemplo, encontramos anotaciones gramaticales”. No obstante, las más interesantes de todas son las traducciones o aclaraciones del texto latino y, especialmente, una muy concreta que es una amplificación de ese texto. “Para mí”, señala Bustos, “es muy osado decir que es un primer texto en castellano, pero de lo que no tengo ninguna duda es de que es una lengua romance distinta a la del texto en latín, con lo que las Glosas Emilianenses son de una importancia capital para la historia de nuestra lengua”.

Otra de las polémicas que rodean a esos pequeños textos tiene que ver con su función, con la finalidad con que estaban escritos. Existen, hoy por hoy, tres líneas de pensamiento en este sentido. “Por un lado”, apunta el profesor, “podrían ser aclaraciones para una persona, por ejemplo, un estudiante, que no dominaba el latín y necesitaba tener notas para entender o expresar lo que dice el texto”. Esta es una versión que sustenta el hecho de que algunas de las glosas son de análisis gramatical. “Otra de las posibilidades”, continúa, “es que se trate de apuntes para hacer más accesible la catequesis a un público rural inculto y falto de las herramientas necesarias para entender el texto sin esas pequeñas chuletas”. Por último, algunos dicen que las anotaciones sirven, simplemente, para facilitar la lectura de los sermones a una persona extranjera y que, por lo tanto, no se trataría de una aproximación a la lengua romance que por aquel entonces se hablara en la calle.

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Dos glosas en vasco

Si hasta cien de las glosas se consideran “muestras primerizas de la lengua castellana” –así lo dice la Real Academia de la Historia–, dos serían muestras primerizas del euskera. Sí, también el vasco deja su rastro en las Glosas Emilianenses. “Ya por aquel entonces, se podía dar un claro bilingüismo que hace verosímil que la misma persona escribiera algunas notas en euskera y otras en esa lengua romance próxima al actual castellano”. En cuanto a otra de las polémicas que rodea al manuscrito, que tiene que ver con su anterioridad o no a los Cartularios de Valpuesta, un texto en latín encontrado en Burgos en el que pueden leerse algunas palabras en un castellano primitivo, el profesor Bustos apunta que “es muy difícil saber cuáles son anteriores cuando las dataciones que se manejan son tan amplias”. De todas formas, la gran diferencia entre ambos hallazgos es que, mientras que en los Cartularios pueden leerse palabras sueltas en ese castellano primitivo, en las Glosas Emilianenses se llegan a leer algunas frases con estructura gramatical romance.

El escritor Dámaso Alonso se refirió a las Glosas Emilianenses como “el primer vagido de la lengua española”. Hoy, tal y como apunta la profesora Elisa Ruíz en el texto sobre las glosas de la Real Academia de la Historia, “quedan todavía muchos interrogantes por dilucidar”. Quizás las investigaciones futuras puedan disiparlos.

“Las Glosas Emilianenses son, sin duda, uno de los más venerables textos de la literatura española”, reza la introducción de un trabajo –de título Glosas Emilianenses, que publicó el Ministerio de Educación y Ciencia en 1977. “Venerable por antiguo”, continúa, “ya que constituye el primer texto escrito de la lengua castellana de que nos ha quedado noticia”. Hacia finales del siglo X d. C. o principios del XI, alguien apuntó en los márgenes y entre las líneas de un texto unas anotaciones que un gran número de expertos, entre ellos el profesor de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) Eugenio Bustos, consideran una lengua romance distinta al latín que se lee en el resto del manuscrito, lo que convertiría a esas anotaciones en uno de los primeros vestigios escritos del actual castellano.

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