Vasco Lourenço, el último 'capitán de abril': “No creo que haya un millón de portugueses fascistas”

El teniente coronel portugués Vasco Lourenço.

Joana Rei

Lisboa —

Salgueiro Maia, Otelo Saraiva de Carvalho, Vasco Lourenço. Tres nombres, tres capitanes de abril principales responsables de la Revolución los Claveles. Salgueiro Maia, el que lideró la columna militar que cercó al Gobierno en el Largo do Carmo y le obligó a rendirse. Otelo Saraiva de Carvalho, el que planificó la operación. Vasco Lourenço, uno de los ideólogos del golpe, obligado a verlo desde la distancia. Después de cincuenta años, el teniente coronel Vasco Lourenço, el último de los capitanes que sobrevive, nos recibe en la Asociación 25 de Abril, en Lisboa, para hablar del proceso que terminó con la dictadura en Portugal.

Recuerda esa noche de noviembre de 1973 en la que una confidencia con Otelo, empezó a forjar la Revolución. El viejo Datsun blanco acababa de pinchar una rueda. Los dos capitanes salen para cambiarla. Es de madrugada, vienen de una reunión de militares que empieza a dar forma a la conspiración y Lourenço se desahoga, enfadado: “Esto solo lo salva un golpe de Estado. Hay que hacer un golpe militar, entregar el gobierno a una junta militar y luego hacer elecciones y el que gane, que gobierne”. Otelo titubea un instante y luego confiesa: “¿Tú también piensas así? Porque es lo que yo creo también”. Faltaban cinco meses para que llegara ese día.

¿Cuándo comenzó el movimiento conspirativo que luego dio origen al 25 de abril? 

Para mí, el pistoletazo de salida comienza en un Congreso de Combatientes, en junio de 1973, donde se debatió una solución a la guerra colonial, ya fuera política o militar. Los organizadores descubren que hay un grupo de militares que había forjado un movimiento en Guinea para defender una solución política y que la presentarían en este congreso e intentaron impedirlo. En ese momento, un grupo de militares recogimos firmas de alrededor de 420 militares que se oponían a las decisiones del Congreso. Fue una especie de rebelión pública contra la que el régimen no tomó represalias y que nos hizo pensar que teníamos más fuerza de la que pensábamos. 

En ese momento también salieron dos decretos gubernamentales que perjudicaban la carrera militar. La mayoría de la gente sólo se queja cuando le duele la tripa o cuando le meten la mano en el bolsillo y en aquella época había mucha gente quejándose. Y eso lo aprovechamos para iniciar las reuniones. 

La población nos miraba como el soporte del régimen represivo que imponía la guerra y la dictadura y para recuperar nuestro prestigio teníamos que abandonar esa imagen. Y eso solo se podría hacer con un golpe de Estado

¿Y de qué se hablaba en estas reuniones? 

Tuvimos la lucidez de no discutir política directamente y nos centramos en el prestigio que tenían los militares entre la población portuguesa, porque a la población claramente no le gustaban los militares. Incluso nos acusaban de que la guerra continuaba porque éramos nosotros quienes lo queríamos. Creamos esta bandera que sirvió como movilización y al mismo tiempo como camuflaje para las actividades que íbamos a desarrollar. 

La ecuación era sencilla. La población nos miraba como el soporte del régimen represivo que imponía la guerra y la dictadura y para recuperar nuestro prestigio teníamos que abandonar esa imagen. Y eso solo se podría hacer con un golpe de Estado: derrocar la dictadura, solucionar el problema de la guerra colonial de manera política, crear condiciones para la democracia y la libertad en Portugal… y así llegamos al 25 de abril. 

¿Cuándo se dijo en voz alta, por primera vez, la expresión “golpe de Estado”? 

Hay una reunión donde yo digo abiertamente que tenemos que dar un golpe militar y hacer elecciones. Y un comandante del Estado Mayor, que por ser un grupo privilegiado levantaba fuertes sospechas, me preguntó: “¿Pero dónde tenéis a generales para formar la junta de salvación, una junta militar?” Y no me quedé callado, le dije: “Puede que no tengas generales, brigadistas, coroneles, quizá no tengas comandantes, pero tendrás capitanes”. Y me miró y me dijo: “¿Pero te sientes capaz de pertenecer a una junta militar?” Y yo le respondí: ¿Pero cuál es el problema? ¿Estoy aquí, defendiendo un golpe militar, y luego me da miedo unirme a la junta militar? Claro que no". 

En ese momento se hizo silencio, y cuando me fui a casa, en el coche, solo pensaba que tenía que tener cuidado, porque hacer declaraciones así, con gente que no conocía… a ver si me iban a arrestar. Luego, el 24 de noviembre de 1973, en Estoril, aparece un teniente coronel diciendo exactamente lo mismo. Y recuerdo el entusiasmo de los 40 individuos que estaban en la reunión porque lo decía un teniente coronel y eso tenía un gran peso.

¿Qué importancia tuvo la Guerra Colonial en el desarrollo del 25 de Abril? 

Fue fundamental. Por un lado, ayudó a abrirnos los ojos a la ceguera del gobierno, a la situación de dictadura aquí y a la legitimidad de la lucha de nuestro enemigo. Ellos eran los que tenían razón, los que luchaban por su independencia, por su autonomía, no éramos nosotros. Nosotros estábamos en el lado equivocado. Y por tanto, fue fundamental para darnos una cierta conciencia política. 

Por otro lado, también es fundamental en la experiencia que nos brinda. La guerra se basaba esencialmente en el capitán, era el núcleo fundamental de la guerra. Y esta experiencia que ganamos en la guerra nos dio una capacidad de liderazgo, de organización y de intervención, que se demostró después, en la forma en que se organizó y cómo se desarrolló el 25 de Abril. 

De Guinea venía con mucha rabia, porque me había dado cuenta de que un régimen me estaba utilizando para imponer una guerra injusta, una guerra que no tenía sentido y, al mismo tiempo, para mantener un régimen dictatorial aquí en Portugal. Me daba rabia, porque me sentía un instrumento de ese régimen

Usted estuvo en Guinea y, cuando regresa, vuelve decidido a abandonar el ejército... 

Traía sentimientos, en cierta medida, contradictorios. Por un lado, me sentía realizado, porque, puesto a prueba, en situaciones muy complicadas, de combate directo, había podido afrontarlas, había podido vencer el miedo, que era algo que me cuestionaba antes de ir. 

Por otro lado, venía con mucha rabia, porque me había dado cuenta de que un régimen me estaba utilizando para imponer una guerra injusta, una guerra que no tenía sentido y, al mismo tiempo, para mantener un régimen dictatorial aquí en Portugal. Me daba rabia, porque me sentía un instrumento de ese régimen. 

Y, luego, estaba absolutamente decidido a dos cosas. Primero, a no volver a la guerra y dejar el ejército aunque tuviese que desertar. Y además, en caso de tener la oportunidad, estaba decidido a aprovechar mi condición de militar para ayudar a poner fin al régimen. 

¿Cuáles fueron los momentos clave de la conspiración? 

Hubo tres reuniones importantes: la del 9 de septiembre de 1973, que fue la reunión constitutiva del Movimiento, la del 1 de diciembre, que es la de estructuración del Movimiento, su definición y consolidación, y la del 5 de marzo de 1974, en Cascais. Es la reunión decisiva, donde se aprueba un documento, El Movimiento, las Fuerzas Armadas y la Nación, que define las líneas de lo que será el Programa del MFA. 

Se decide dar un golpe militar y se elige a dos generales para liderar el proceso, con la condición de que acepten el programa político que desarrollaríamos, pudiendo ayudar a darle forma, pero sin cambiar sus líneas esenciales. Estos generales son Costa Gomes y Spínola, quienes eran jefe y vicejefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas. 

En marzo intentaron un primer golpe de Estado, que fracasó, y usted fue enviado a las Azores. 

Esta vez hubo una filtración de información y el régimen se enteró de la reunión del 5 de marzo. Yo ya llevaba un tiempo detectado y me enviaron a las Azores como represalia. Dieron en la diana, porque yo estaba a cargo de las operaciones, pero nuestra organización ya estaba tan avanzada que fue posible que Otelo me reemplazara y todo siguiera adelante. 

Hubo un intento de golpe de Estado el 16 de marzo, que fracasó, pensaron que no teníamos capacidad para hacer nada más y bajaron la guardia. 

¿Le da rabia no haber estado presente el 25 de abril? 

Me costó mucho, pero suelo decir que con Otelo a los mandos todo salió bien y conmigo no sabemos qué hubiese ocurrido. [ríe]

¿Usted sabía que iba a ser ese día, que iba a ser el 25 de abril? 

Nuestras comunicaciones no fueron fáciles. Hice un código y se lo pasé a Otelo por un capitán de la Fuerza Aérea que vino de visita a las Azores. Cuándo supiese la fecha del golpe, Otelo debería mandar un telegrama a una dirección, que era la suegra de Melo-Antunes [capitán del ejército] con ese código. Y el día 20, cerca del mediodía, llegó el telegrama: “Tía Aurora se dirige a USA, 250300. Un abrazo. Primo António”. El código era 250300: el día 25 a las tres de la madrugada. 

Nuestra convicción era que íbamos a hacer lo que la población quería que hiciéramos, derrocar la dictadura

¿Y cómo fue esa madrugada? 

Coincidió que ese día yo era el oficial de servicio. Pensé que si estuviera en el lugar de Otelo, una de mis primeras acciones sería ocupar una emisora ​​de radio, para transmitir información a la población y, en caso de emergencia, dar instrucciones a los militares si fallaran las comunicaciones. 

Y entonces empecé a hacer zapping en la radio. Eran las cuatro y veintidós, veintitrés minutos, cuando caí en una emisora ​​portuguesa donde se leía un comunicado del que escuché solo la mitad: “Se pide a la población que no salga de sus casas, se pide a los médicos y enfermeras que acudan a los hospitales”. Y entonces empezó una marcha militar. Yo, ansioso, solo, en la oficina, caminaba de un lado a otro diciendo: “¿Es nuestro o es de ellos?” De repente, la marcha cesó y escuché: “Aquí, puesto de mando del Movimiento de las Fuerzas Armadas”... A partir de entonces tuve la absoluta seguridad de que habíamos ganado. Empecé a saltar y a gritar: "Ganamos, ganamos, ganamos". 

Fue el golpe militar el que empezó todo, pero rápidamente contagió a toda la población... 

Nuestra convicción era que íbamos a hacer lo que la población quería que hiciéramos, derrocar la dictadura, y, por ese lado, no me sorprendió mucho. Además, tengamos en cuenta lo que ocurre en todos los casos de intervención militar, donde si la población intenta participar, normalmente es reprimida. Aquí no hubo el más mínimo acto de represión. Porque queríamos que la población se sumara y se sumó de una manera mucho más intensa de lo que esperábamos y nos dio un impulso extraordinariamente fuerte. 

¿Cuándo llega usted a Lisboa? 

Llegué la noche del 29 de abril, a las dos de la mañana ya estaba aquí. 

Una de las cosas que todavía recuerdo es salir a la calle vestido de capitán y que todos me saludaran. El ambiente era totalmente diferente. Antes, casi nos daba vergüenza salir con el uniforme porque la población mostraba más hostilidad que receptividad. Ese día todos me saludaban

¿Y qué ambiente había en aquellos días? 

Mira, una de las cosas que todavía recuerdo es salir a la calle vestido de capitán y que todos me saludaran. El ambiente era totalmente diferente. Antes, casi nos daba vergüenza salir con el uniforme porque la población mostraba más hostilidad que receptividad. Ese día todos me saludaban. 

Después, el colofón fue el 1 de mayo, con esa manifestación enorme, espontánea... En un momento me subí al coche, uniformado, y fui a ver la manifestación. Cuando la multitud descubrió que había un capitán allí, casi me llevan el coche a hombros. Me llenaron el coche de claveles. En ese momento sentí que sólo por ese día ya había valido la pena. Fue algo absolutamente extraordinario. 

¿Le entristece celebrar los 50 años del 25 de abril con 50 diputados de extrema derecha en el Parlamento? 

Siento cierta tristeza, pero le doy una importancia relativa, porque pienso esencialmente en los seis millones que no les votaron. Pienso en el hecho de que la democracia se mantiene y, como tengo en la vida esta forma de ser, no me dan miedo. Mientras la democracia funcione, tenemos que poder mirarlos a la cara, desenmascararlos y luchar, aplicar soluciones que respeten los deseos de la población, porque si los gobiernos no cumplen, se abren las puertas a demagogos y oportunistas para engañar a la población. 

Muchos mandatos de Abril se cumplieron pero que quedan otros muchos por cumplir

Alertas sin alarmismo, en TintaLibre de abril

No creo que haya un millón de portugueses fascistas, que defiendan el odio. Quiero creer que la mayoría de estos votantes se han creído las promesas de aquellos que ya han demostrado, por su forma de ser y por su pasado, que, de llegar al poder, harán exactamente lo contrario de lo que dicen. Son individuos que dicen claramente que están en contra del 25 de Abril y estar en contra del 25 de Abril es estar en contra de la democracia, en contra de la libertad y en contra de la paz y, por lo tanto, se están asumiendo como fascistas y eso es lamentable. 

Durante estos 50 años, ¿cree que se cumplieron los mandatos del 25 de Abril? 

Tenemos libertad, tenemos paz a pesar de que hay quienes quieren llevarnos a la guerra, tenemos una democracia, pesa a todos sus defectos. Es cierto que ya tuvimos mejor justicia social que la que tenemos hoy, la brecha entre los más pobres y los más ricos se está ampliando en vez de acortarse y esto también es un mandato de Abril. Diría que muchos mandatos de Abril se cumplieron pero que quedan otros muchos por cumplir.

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