FESTIVAL RIZOMA
David Lynch: “Es una vergüenza que un gobierno no apoye el cine”
A diferencia de Francisco Umbral, él no ha venido aquí a hablar de su libro. Ni de su cine, ni su música, su pintura, su escultura, su fotografía ni ninguna otra de sus múltiples y fructíferas incursiones en cualquier forma de arte que se le presente por delante. O sí. Solo que de pasada. O en relación a. En su visita a Madrid como invitado especial a la clausura del festival Rizoma, un certamen que aúna música, cine y arte, David Lynch, director de clásicos como la serie Twin Peaks o los filmes Cabeza borradora y Terciopelo Azul,Twin Peaks Cabeza borradora Terciopelo Azul entre otros muchos títulos, ha querido hablar, ante todo, de la meditación trascendental. Un tema de lo más apropiado, ya que Rizoma, que cada año se celebra en torno a un concepto, ha tomado en esta edición como referencia el prefijo trans- para crear juegos y relaciones interdisciplinares a través de conceptos como transgénero, transformación, transatlántico...
“Estoy aquí para hablar de cine y de meditación trascendental: de cómo es esta técnica y lo que hace para los hombres, ya sean jóvenes, adultos o ancianos”, arrancó Lynch su presentación ante un nutrido y expectante grupo de medios, que precedió a una conferencia, ayer, en el museo Reina Sofía, y una clase magistral y una cena lynchiana hoy, la primera en la Escuela Tai y la segunda en el Círculo de Bellas Artes, ambas entidades que colaboran con Rizoma, a las que se ha unido este año la Filmoteca española, que presenta una retrospectiva del estadounidense, que estará presente en la primera sesión, dedicada a Cabeza borradora. Del primer tema, y ante la pregunta de su opinión sobre el cine español y su maltrato por parte del Gobierno, el artista, que lucía su distintivo y muy moderno tupé cano y que se movía a sus 67 años apoyado sobre un repujado bastón, aseguró no saber “nada”. “Pero creo que en EEUU el Gobierno es extraño y no les importa nada del cine más allá de que haga dinero y puedan gravarlo. Pero sé que muchos gobiernos, como el francés, apoyan las artes. Es una vergüenza que un gobierno no apoye el cine”, afirmó, para volver a subrayar que no conoce absolutamente nada del cine español. “Ni del yugoslavo o el alemán: yo hago cine, pero no sé lo que hay por ahí”.
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Aunque ante películas como Carretera perdida, una visión surrealista e inconexa del extraño viaje (posiblemente en su cabeza) de un saxofonista que recibe extrañas cintas de vídeo en su casa y que termina siendo sentenciado a muerte por el asesinato de su mujer, un castigo que nunca llega a cumplir al acabar reapareciendo en el cuerpo de otro hombre, uno podría pensar que Lynch es un tipo más bien sombrío y lúgubre. Cuando menos retorcido. Pero no se engañen: él es muy feliz. Todo gracias a la meditación trascendental, en la que se inició –lo recuerda perfectamente- a instancias de su hermana el 1 de julio de 1973, “una soleada mañana de sábado”. En torno a esta práctica ha escrito un libro, Atrapa el pez dorado (2008); ha impartido innumerables conferencias (16 de ellas recogidas en el documental de 2012 Meditation, Creativity, Peace) y ha creado una fundación que recauda dinero para ayudar a otros a meditar, la David Lynch Foundation. “Es una experiencia sublime y bella”, asegura. ”Te hace tener una creatividad, un amor, una energía y una paz sin límites”.
La perturbación de Betty, la aspirante a actriz que se instala en la inquietante urbanización de Mulholland drive, la tristeza de Alvin Straight, el anciano protagonista de Una historia verdadera, que busca una última oportunidad de redención y reencuentro con su hermano, o la turbia y violenta relación de Lula y Sailor, la pareja a la fuga de Corazón Salvaje, no son creaciones inspiradas en la realidad vital de Lynch. Todo lo contrario. “Dicen que mis películas son oscuras, y yo aquí hablando de paz”, se rio. “Pero todos nos enamoramos de cosas diferentes: ahora mismo nuestro mundo es oscuro y problemático, y yo cojo de él ideas de las que me enamoro. Historias a través del tiempo, que no pueden ser felices de principio a fin, porque los personajes interactúan y cambian, y las historias deben ser así. Puedes mostrar el sufrimiento sin sufrir: mejor sufrir en una película que en el mundo real. Puedes contar cualquier historia y ser feliz”.
El multifacético y fértilmente imaginativo artista ya tiene en mente cuál será su próxima historia, esa ante la que está cayendo rendido: “He escrito algo, y estoy feliz con el trabajo que he hecho, por hay algo que impulsa a querer hacer las cosas mejor”, aseguró Lynch, que ha publicado recientemente su segundo disco de música electrónica, The big dream. “Nada es perfecto en este mundo: no sé lo que voy a hacer, solo que las ideas están fluyendo”. Para ello continuará con sus ejercicios de meditación trascendental, que recomienda a todo el mundo. “En las empresas se trabaja con el miedo. El miedo a perder el trabajo, a llegar tarde, el estrés. Y el sentido común dicta que la gente que tiene miedo no desempeñará bien su trabajo”, dice Lynch. “Lo mismo que con los estudiantes: hoy en día, la educación es un chiste. Y la meditación trascendental proporciona una plenitud total, una liberación. Y es derecho de todos experimentar esto”.