PRIMERO DE MAYO
Los sindicatos buscan su propia recuperación
Ciento veinticinco años después de que la Segunda Internacional instituyera el Primero de Mayo como Día del Trabajador, los sindicatos españoles afrontan la convocatoria del próximo jueves como una nueva prueba para medir su fuerza. Estrechado su margen de actuación por la reforma laboral, cuestionados por el caso de los ERE en Andalucía y las sospechas sobre su gestión de los fondos públicos para la formación, mermada su credibilidad entre unos trabajadores tan maltratados por la crisis como desmovilizados, los dos principales sindicatos de clase buscan su propia recuperación.
Para UGT y CCOO, éste es también año electoral. A partir de septiembre las urnas se colocarán en las empresas. Hace poco más de un mes y en apenas un intervalo de 15 días, ambos reunieron a miles de sus delegados en Madrid, en sendos actos de reafirmación sindical. Entre uno y otro, el 18 de marzo, Ignacio Fernández Toxo y Cándido Méndez se fotografiaron en La Moncloa con el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y su ministra de Empleo, Fátima Báñez. Ellos no las consideran señales equívocas, sino reflejo de su doble estrategia de movilización y negociación.
Anunciaron entonces el regreso del Diálogo Social, que se encuentra poco menos que en estado vegetativo desde que comenzó la crisis. Y desde que llegó el PP al Gobierno, las medidas se toman por decreto-ley y los sindicatos las conocen apenas la víspera del Consejo de Ministros.
Este año también terminará con otro hito fundamental: la renovación del acuerdo de negociación colectiva y salarios que se firmó en enero de 2012 y caduca en diciembre. Los sindicatos tendrán que demostrar si son capaces de arrancarle a la patronal una subida de los salarios acorde con la recuperación económica que el Gobierno no cesa de proclamar.
Debilitados, acomodados
“Sin empleo de calidad, no hay recuperación” será, de hecho, el lema de este Primero de Mayo. Méndez y Toxo se trasladarán a Bilbao en otro intento de revitalizar la convocatoria. “Sólo se saldrá de la crisis cuando el empleo y la calidad del empleo se hayan recuperado también”, explica el secretario de Organización de UGT, José Javier Cubillo. El número dos de CCOO, Ramón Górriz, sitúa la reunión con Rajoy y las negociaciones con la patronal en la necesidad urgente de alcanzar un gran acuerdo por el empleo que incluya un plan de choque contra el paro de larga duración y el desempleo juvenil.
Pero ninguno de los dos cree que sus organizaciones atraviesen un momento crítico y estén abocados a hacer grandes transformaciones. “Gozamos de buena salud”, asegura Ramón Górriz, “el músculo sindical se mantiene en los centros de trabajo y en la negociación colectiva”. José Javier Cubillo sí que admite que los sindicatos están “debilitados por la vía de la credibilidad”, aunque asocia el fenómeno –también su compañero de CCOO– a la crisis de crédito que sufren el resto de “las instituciones del Estado democrático”. Y no deja de subrayar, como síntoma de vigor, que ambas organizaciones tienen abiertos conflictos en al menos el 30% de las empresas donde cuentan con representación.
“Los sindicatos están muy acomodados y tienen que cambiar”, opone Florentino Felgueroso, profesor de Economía de la Universidad de Oviedo e investigador de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea), “precisamente porque son necesarios, más aún con todo lo que está pasando en la crisis”. Felgueroso explica esa complacencia de UGT y CCOO por “razones históricas”. Para hacer una “Transición política muy rápida”, la ley les dio, también a la patronal, “mucho protagonismo y mucho poder”.
Gracias al sistema impuesto entonces, “la afiliación les resulta secundaria”, destaca el investigador de Fedea. Lo corrobora Pablo López Calle, profesor de Sociología de la Universidad Complutense. “Hay una diferencia entre representatividad y afiliación”, advierte, “tienen más de la primera que de la segunda”. El propio Cándido Méndez ha reconocido que UGT pierde unos 3.500 afiliados al mes. Según la Encuesta de Calidad de Vida en el Trabajo, que no tiene datos posteriores a 2011, los sindicatos han perdido el 10% de sus militantes desde 2008.
Dos millones de afiliados
CCOO acredita 1.050.269 afiliados en las cuentas del ejercicio de 2013 que publica en su página web. UGT, 1.100.000, un 5,9% menos que el año anterior. En España el 19% de los asalariados –2,8 millones– milita en un sindicato, de acuerdo con la encuesta antes citada, que elabora el Ministerio de Empleo. Por establecer una comparación, el PSOE tiene 200.000 militantes e Izquierda Unida, 30.000.
Para la CEOE, esa cifra es del 16% de los ocupados –es decir, incluidos autónomos y empresarios–, “una de las más bajas de Europa”. Esto es así si se compara con el 80% de países como Suecia, precisa Florentino Felgueroso.
El investigador de Fedea cree que con el modelo español de sindicatos representativos y subvencionados por esa representatividad –4,4 millones de euros en 2013 en el caso de CCOO, una cantidad similar en el de UGT–, éstos carecen de incentivos para aumentar la afiliación. A su juicio, los sindicatos deberían ofrecer más servicios a los trabajadores, como ocurre en los países nórdicos. Allí gestionan las prestaciones por desempleo o tienen clínicas y proporcionan servicios sanitarios. “Por eso interesa afiliarse”, resalta.
Los sindicatos son conscientes de esa debilidad. “Afiliar, afiliar y afiliar”, fue la arenga que repitió CCOO en su acto en Madrid del pasado abril. En la mira, mujeres, jóvenes, inmigrantes y pensionistas.
Nuevo paisaje laboral
López Calle coincide con Felgueroso en que los sindicatos españoles tienen “más soporte institucional que real” por ese modelo creado durante la Transición tanto para los sindicatos como para los partidos políticos. Sin embargo, achaca la crisis sindical a “factores estructurales”. El trabajo de los sindicatos, explica, es cada vez más difícil: crece el número de empresas pequeñas, de menos de cinco trabajadores, que no tienen derecho a un delegado, o de menos de 50, que no tienen derecho a un comité; se extiende la subcontratación y la externalización de áreas cada vez mayores de los negocios; se valora “más la actitud que la aptitud”, lo que redunda en una menor estabilidad del trabajador, y ésta en una menor capacidad de negociación… Eso sin contar los cambios legales: la reforma de febrero de 2012 facilita la individualización de las relaciones laborales, por un lado, y favorece la negociación colectiva en la empresa, en lugar de en el sector, por otro.
“Los sindicatos han perdido la capacidad de reacción” ante estos cambios, concluye López Calle, autor de La desmovilización general. Y cree que su renovación debe ser triple: generacional, de propuestas y de formas de organización.
Respecto a la primera, el profesor de la Complutense dice que la “desconexión” de los sindicatos con los jóvenes es “tremenda”. “El tejido productivo se está jerarquizando en términos de edad”, indica. Así, hay sectores, como los call-centers o el software, donde las plantillas están casi íntegramente formadas por jóvenes con contratos temporales y, por tanto, con altas tasas de rotación. Son sectores abonados a la subcontrata y donde la penetración sindical es más dificultosa.
O no tanto. También en esos territorios, los servicios de baja cualificación y con trabajadores jóvenes, se han introducido, y a veces con mucho éxito, otros sindicatos con otras formas y estrategias. Como el anarquista CGT, con gran presencia en las redes sociales y en movimientos como el 15-M y similares. “En la factoría navarra de Volkswagen”, recuerda López Calle, los representantes de UGT y CCOO llamaban a los de CGT, LAB y ELA 'los del bidón' [los que se subían a uno para arengar a los trabajadores], pero luego reconocían que, cuando tenían la responsabilidad de negociar, se volvían pragmáticos”.
Sólo defienden a un tipo de trabajador
Esa brecha entre trabajadores jóvenes y sindicatos también ha sido una acusación reiterada desde determinados círculos académicos. “Los sindicatos defienden sólo a un tipo de trabajador: el que vota en las elecciones sindicales”, señala Florentino Felgueroso. Y votan, añade, únicamente el 40% de los trabajadores. Tampoco los parados, abunda. “Pero los sindicatos negocian por todos ellos”, protesta el investigador de Fedea. No sólo por sus afiliados, como ocurre en Estados Unidos o Reino Unido, sino también por quienes no lo son ni les votan.
José Javier Cubillo no está de acuerdo. “Si la credibilidad se mide en votos, nueve de cada 10 trabajadores vota a un sindicato en las elecciones”, subraya el dirigente de UGT. “Curiosamente, luego sólo uno de cada seis se afilia”. Cubillo coincide con Felgueroso en que el modelo español no favorece la afiliación a los sindicatos.
El profesor asturiano critica, además, que los españoles sean sindicatos “muy políticos”, así como su “connivencia con las patronales” –“con las regionales es muy visible”, precisa–. “Pactan para repartirse los recursos”, asegura.
Tampoco le gusta su “rigidez”. Les reprocha que en los últimos 30 años “hayan ido siempre un paso por detrás, cuando deberían estar un paso por delante”. López Calle asiente: han reaccionado tarde a las nuevas estrategias empresariales. “Sus formas de organización y su discurso”, resume, “se corresponden con un modelo productivo que ya no existe”.
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Las propuestas de los sindicatos
El profesor de la Complutense asegura que los sindicatos están debatiendo nuevas estrategias con que enfrentarse a un panorama tan poco amigable. Pero las medidas no son aún muy espectaculares. CCOO lleva ya tiempo hablando del “sindicalismo de proximidad” y UGT promueve lo que José Javier Cubillo llama “sección sindical básica”, a partir de sólo dos trabajadores, para adaptarse a las microempresas. También pretende potenciar la “comunicación interactiva” entre el sindicato y los trabajadores, ayudándose de las nuevas tecnologías. “El sindicato no es Cándido Méndez, ni la comisión ejecutiva, sino los trabajadores organizados en sus centros de trabajo”, aclara. “Porque a los que no se organizan, no llegamos”. Algo parecido defiende Ramón Górriz: “Es en los centros de trabajo donde se ve la lucha sindical, y allí donde hay pelea, está CCOO”.
Lo que no consideran necesario es aprender de movimientos como el 15-M o las múltiples mareas que han acertado a enarbolar banderas y a movilizar a decenas de miles de personas durante estos seis años de crisis. No se sienten sobrepasados. Al tiempo que reivindican su participación en ellos –en las mareas, en la Plataforma de Afectados por las Hipotecas, recuerda Cubillo–, marcan distancias. El dirigente de UGT diferencia entre “fenómenos sociales” e “instituciones sociales”. Los primeros, precisa, no pueden sustituir a los “canales democráticos normales”, que son los que tienen “capacidad de negociar y propositiva”. De acuerdo, dice López Calle, los sindicatos son los únicos canales de participación institucional reconocidos, pero los movimientos sociales espontáneos surgidos en la crisis han demostrado poseer “más fuerza real, más capacidad de movilización”.