Los diablos azules
Los travestis que se hicieron de Podemos
Lo más sensato y saludable que se puede hacer al comenzar la lectura de Furias divinas es reírse. En la primera página, entre frases de Hesíodo y Karl Marx aparece una máxima de Pablo Iglesias, al que añade la coletilla de “el de Podemos” para evitar que al militante clásico del PSOE se le envenene el alma cuando menciona al líder de la formación morada. Eduardo Mendicutti (Sanlúcar de Barrameda, 1948) recupera en su última novela una célebre frase de Iglesias que ha alcanzado ya la categoría de lema apócrifo del partido: "El cielo no se toma por consenso, se toma por asalto". "De broma suelo decir que es una novela de travestis que se hacen de Podemos", ríe Mendicutti mientras simplifica el argumento de su última novela, sentado en una sala de la consultoría de tecnología en la que trabaja. A las puertas de la jubilación, Mendicutti labora en una oficina por la mañana y, durante la tarde, se dedica a escribir chispeantes y alocadas novelas sobre travestis.
En Furias divinas (Tusquets), Mendicutti ha recreado una especie de Full Monty castizo, con sus drag queens en paro o con trabajos precarios, que tienen que montar un club (el Garbo) para poder cuadrar sus cuentas. Son personajes que alternan la amargura de la vida diaria, con el frenesí y la algarabía de las noches en el bar. Como hace el artista Marlón-Marlén, que por un lado es Edith Piaf y por el otro un legionario que canta El novio de la muerte con el mismo arrojo que La vie en rose. Lleva media peluca cosida a la boina de la Legión y dice "es una petite calamidad" tratar de convencer a su señora, que tiene buena mano con la costura, para que le haga el arreglo de la peluca legionaria. Con los dramas de estos personajes, el escritor compone la biografía colectiva de los que sufren la crisis, que hablan y debaten de política como lo que son (gente de a pie), y añaden su voz, coloquial y marginal, al relato de la historia actual.
"Creo que es una novela política, aunque esto sea un poco disparatado decirlo", justifica Mendicutti, "no sólo en el retrato de la situación política actual, sino en el caso en concreto del colectivo gay, que en su afán por hacerse respetable, ha sido capaz de sacrificar cosas importantes de su cultura colectiva. En la historia del movimiento gay, los travestis, transexuales, drag queens, han sido importantísimos. Fueron los primeros que dieron la cara. En el caso de Stonewall, que se considera el origen del movimiento gay, quienes lo hicieron fueron fundamentalmente los travestis y transexuales y se está intentando falsificar eso. De hecho, hay una película reciente, Stonewall, que fue criticada por poner como protagonista a un hombre blanco, joven, mono, muy concienciado. Es como si les diera vergüenza o les pareciera poco respetable el papel fundamental de este tipo de personas".
Danny Winters (Jeremy Irvine) protagonista de Stonewall, en un fotograma de la película.
A Mendicutti se le nota disgustado con ese olvido. Al final del libro añade, precisamente, una nota llamando la atención sobre ello. "Si durante toda la vida los hombres heterosexuales blancos han intentado imponer una forma de vida, un modelo determinado de masculinidad, contra el que ha habido que pelear y rebelarse", argumenta el escritor gaditano, "ahora no podemos desde dentro del propio colectivo establecer un modelo respetable, único. Primero porque es un disparate en sí mismo y, segundo, porque es mutilar parte de nuestra memoria colectiva".
Partiendo de esta reflexión, el escritor ha intentado rendir un homenaje a los travestis, pero también, como es habitual en su obra, al lenguaje coloquial, a los diálogos sin pretensiones. "Divina (…) te deberías actualizar un poco, mujer. Mira, ¿por qué no te haces de Ciudadanos? Seguirás siendo de derechas, y muy de derechas, por eso no te preocupes, pero parecerás más moderna", le dice el personaje de La Pandereta a su compañera de show. Explica Mendicutti que el argumento central de la novela está muy ligado a Una mala noche la tiene cualquiera (Tusquets, 1994), una de sus primeras obras, donde La Madelón (travesti andaluza, comunista, dicharachera y tierna) relata en forma de monólogo cómo vivió el 23-F. De esta manera, Mendicutti consigue "darle voz a un personaje marginado de la narración oficial de la historia". "Es un intento de dignificación literaria del lenguaje coloquial andaluz y del lenguaje coloquial gay. Y no tengo ningún problema en decir eso, porque creo que los gays hablan de una manera muy especial, que mezcla el masculino y el femenino", añade.
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El escritor gaditano nunca ha ocultado su compromiso político ni sus simpatías hacia Izquierda Unida. Asegura que es muy enriquecedor que los escritores y artistas sumen su voz al debate público. No por ello, subraya, tienen que considerarse adalides del pensamiento o todólogos, esa figura tan en boga hoy en día. Lo dice con conocimiento de causa: durante un tiempo participó en tertulias televisivas en las que tuvo que responder a preguntas de todo tipo. "Porque nadie dice de esto no sé y se calla", reconoce.
No es descabellado preguntarle entones si él, como sus travestis, también ha sido seducido por la labia de Iglesias "el de Podemos". "Yo no acabo de entender a Podemos, pero estoy de acuerdo con un montón de cosas de las que plantea, incluido con el referéndum en Cataluña", explica su postura, "hay algo de Podemos que me produce rechazo y es esa superioridad moral con la que se han presentado". Así que no, Mendicutti no se ha hecho de Podemos, a pesar de que valora su aparición como "importantísima" para la izquierda. En la novela, por cierto, el personaje del escritor Ernesto Méndez, planteado como un alter ego (con grandes licencias creativas) de Mendicutti, habla de la izquierda verdadera y la de garrafón. Cuál es cuál, asegura, es cosa ya de cada uno.
[Lee aquí las primeras páginas de Furias divinas]