DESDE LA TRAMOYA
¡Gibraltar, español!
A un Gobierno con uno de los niveles de aprobación más bajos del mundo le pones a tiro un conflicto con un "enemigo exterior" y siente una tendencia irrefrenable hacia la bronca. Hay algún estudio en Estados Unidos que demuestra que la conflictividad exterior aumenta en los meses anteriores a las campañas de reelección presidencial.
Esto sucede porque cuando una nación siente que hay un enemigo repentinamente agresivo o amenazante, cierra filas con su Gobierno, en un fenómeno conocido desde los años 70 como "rally 'round the flag" y que yo llamo, como ya he hecho por aquí, cierre de filas.
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Eso no significa que, como imaginan los aficionados a las teorías de la conspiración, haya unos sesudos estrategas encerrados en un despacho imaginando un tema con el que distraer al personal de temas como, por ejemplo, el caso Bárcenas. No funciona así. Es más bien que el Gobierno, abrumado y atontado y falto de iniciativa, está especialmente condicionado para buscar otros temas, otros personajes con los que jugar, otro escenario. Si además hay cualquier excusa adicional, como el flujo inmenso de turistas españoles que estos días quieren pasar al anodino Peñón y a los que se puede utilizar como conejillos de Indias, o el bunkering repentinamente diabólico, entonces el asunto se sirve en bandeja.
Hay motivos, sin embargo, para pensar que este pretendido conflicto con Gran Bretaña a cuenta de Gibraltar, va a ser un nuevo Perejil, con tan escaso efecto como aquella ridícula liberación del micro islote deshabitado tras la "invasión" perpetrada por un par de soldados marroquíes. Primero, que este es un clásico viejo ya conocido por los españoles. No emociona ni subleva ni excita a casi nadie. Segundo, que a Cameron básicamente le da igual, y no debe tener ningún interés en hacerle el juego a Rajoy. Para el Reino Unido el Peñón está bien garantizado por los tratados y la Unión Europea. Y tercero, porque el país está de vacaciones, con muy poca atención a nada que no sea la facura del restaurante y los helados.
Hacen falta diez gibraltares para evitar el tsunami de Bárcenas.