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El triángulo de las bermudas de Rajoy

Mariano Rajoy, con el presidente de la Autoridad Portuaria y marido de Ana Pastor, José Benito Suárez, haciendo senderismo en Pontevedra, el pasado 11 de agosto.

Es una gracieta, de esas que a veces triunfan en las redes. Pero contiene en el fondo una gran verdad: las bermudas de Rajoy (las de la foto deportiva de su veraneo gallego) distraen la atención hacia un escenario de absurda "normalidad": la de un jefe de Gobierno caminando deprisa en su descanso estival, por aquello de reducir el colesterol o controlar los niveles de azúcar. En realidad, a lo que se entrenta Mariano Rajoy es a un 'Triángulo de las Bermudas' de la corrupción, delimitado por Bárcenas, Arenas y Cospedal y en cuyo fondo no sólo no hay forma de enterrar los secretos más oscuros del PP, sino que estos emergen poco a poco a la superficie dejando una estela políticamente pestilente, adornada con billetes de 500 euros y sobres de color marrón.

El juez Pablo Ruz, encargado de la investigación de la cara B del disco duro del PP, había dejado claro en el auto por el que citaba como testigos a Javier Arenas y Francisco Álvarez Cascos que lo eran en calidad de ex secretarios generales del partido y como una especie de master chefs de su cocina contable, seguramente sin responsabilidad legal alguna sobre los condimentos utilizados, puesto que su carácter ilegal además habría prescrito. Tenían todo a su favor para cantar las verdades del barquero. Tanto Cascos como Arenas han abusado en la Audiencia Nacional del giro "no lo recuerdo" cuando el magistrado o las acusaciones preguntaban este martes por cuestiones de las que podrían ser responsables, al tiempo que alegaban el "descontrol" en las donaciones recibidas por el partido durante sus respectivos mandatos. Si Cascos y Arenas hubieran hilvanado una estrategia legal común, consistiría en reconocer que eran unos ineptos en la vigilancia de las tareas de sus subordinados, con tal de achacar a estos (Álvaro Lapuerta y Luis Bárcenas) cualquier tipo de ilegalidad. Lo que ni ellos ni sus asesores al parecer olvidan es que el delito más grave de los contemplados es el de cohecho, derivado de los pagos de unos empresarios que habrían recibido a cambio contratos públicos en las administraciones gobernadas por el PP.

Miedo al registro

Que la estrategia de la amnesia selectiva funcione depende de las tragaderas del magistrado, la fiscalía y las acusaciones, porque tanto Cascos como Arenas vienen a decir que ellos no percibieron ningún dinero negro, aunque no podrían asegurar que otros lo hicieran puesto que eso dependía del entonces tesorero o de su gerente. Ya se acumulan al menos seis testimonios con nombres y apellidos de cargos del PP que admiten haber cobrado de la caja B del partido, pero quienes daban las órdenes o el 'visto bueno' a los contables han perdido la memoria. Mucho más si se tratara de aclarar el cobro de sobresueldos en su etapa de ministros, actividad incompatible legalmente con cualquier otro tipo de retribución.

Ha declarado también Cristóbal Páez, número dos de Bárcenas, tan obligado como los demás a decir la verdad en su calidad de testigo. Y lo que ha hecho es confirmar la existencia de la contabilidad B, cuyos papeles admite que llegó a llevarse a casa en 2009 por miedo a que el juez Baltasar Garzón ordenara un registro a la sede del PP. Y ha dicho más: en un momento dado informó a Rajoy del carajal que enfrentaba a Cospedal con Bárcenas a cuenta de las cuentas del PP. Y que Rajoy le respondió como es su costumbre: habrá que echarle "una pensada" al asunto.  

En este triángulo de las bermudas de Rajoy se supone que ha habido un vértice, representado por María Dolores de Cospedal, decidido a romper con Bárcenas, a marcar distancias con la 'vieja guardia' del PP y con cualquier acto irregular que ésta hubiera consentido o protagonizado; otro vértice, capitaneado por Javier Arenas, habría practicado el pactismo, la compra del silencio o la reivindicación de las 'lealtades' de una familia política, confiando en que Luis Bárcenas no traicionaría a las siglas que le dieron de comer o le enriquecieron durante más de dos décadas; por último, el propio Bárcenas, confiado en una protección por parte de Rajoy y en una impunidad que se ha visto truncada por las comisiones rogatorias a Suiza y por la orden de prisión dictada por Pablo Ruz tras la solicitud de la fiscalía. Este dibujo simplificado contiene aristas más retorcidas, como la posibilidad de que la propia Cospedal se hubiera beneficiado de las prácticas irregulares de Bárcenas, vía sobresueldos y también para financiar su ascenso electoral en Castilla-La Mancha.

Cospedal señala a Rajoy

Este miércoles le tocaba a ella pasar por el despacho del juez Ruz, y, hasta donde hemos podido saber, Cospedal ha seguido la estela de sus predecesores en lo que se refiere a conocimientos sobre la financiación del PP. Está claro que la obligación de no mentir ante el juez provoca en los testigos ataques agudos de amnesia selectiva: "no me consta", "no me acuerdo". La actual secretaria general también sostiene que el control de las donaciones dependía "exclusivamente" de los tesoreros. Al fin y al cabo, se trata de cargar al preso Bárcenas y a su anciano mentor Álvaro Lapuerta con el mochuelo judicial, convencidos de que la responsabilidad política habrá que dirimirla más adelante en los órganos del partido. En los últimos días, cada vértice ha filtrado la presunta debilididad y futura derrota del contrario a través de los órganos mediáticos habituales, incluso de otros no tan habituales que pretenden instalar la especie de que Rajoy ha podido ser engañado por todos sin enterarse de nada.

La sorpresa de la declaración de Cospedal consiste en la rotundidad con la que, según algunos de los presentes, ha cargado sobre la espaldas de Mariano Rajoy y de Arenas la responsabilidad de haber pactado con Bárcenas las condiciones de su finiquito. "A mí sólo me trasladaron lo que habían acordado", vino a decir Cospedal, justificando así aquel trabalenguas de la "indemnización en diferido en forma de simulación" y dejando a Rajoy más desvestido de lo que ya estaba. Habrá que ver el aprovechamiento que puede hacer Bárcenas de esta declaración incluso en lo que respecta a su demanda laboral contra el PP, al que reclama otra indemnización de más de 900.000 euros.

Más propio de 'The Wire'

Francisco Álvarez Cascos podría haberse salido de ese triángulo de la amnesia, pero está señalado precisamente como 'autor intelectual' de la fórmula de la contabilidad B, de la recaudación a los empresarios y de los sobresueldos simulados como gastos de representación, y denominados por Cospedal ante el juez como "complementos". Demasiadas cuestiones a las que responder después de haber dirigido el ministerio mejor dotado del Gobierno, una cartera de Fomento en la que nombró como mano derecha a un amigo apodado Maligno Negro por su capacidad para negociar con las grandes constructoras (por ejemplo) las concesiones de las radiales de Madrid que su sucesora Ana Pastor pretende ahora rescatar con el dinero de todos los contribuyentes. 

La estrategia judicial y las disputas internas no pueden ocultar que el protagonista político del escándalo es quien calza las bermudas. Mariano Rajoy, que también fue (aunque por poco tiempo) secretario general del PP, no ha sido llamado a declarar como testigo, ni tampoco su sucesor inmediato en el cargo, Ángel Acebes. Lo cual no quiere decir que no tengan que pasar más pronto o más tarde por los tribunales. En todo caso, siguen acumulándose pruebas y testimonios de que el presidente del Gobierno sabía más de lo que ha admitido, y de que los contables del partido que preside manejaban dinero negro con un desparpajo más propio de algunos personajes de The Wire.

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(Este análisis ha sido actualizado el miércoles 14 de agosto a las 19 horas)

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