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El intelectual periodista
Sus amigos contaban que Manolo Vázquez Montalbán era capaz de escribir varios artículos para distintos medios mientras preparaba una sabrosa paella, cosa que él desmentía no sin vehemencia. Lo indiscutible es que el barcelonés fue un autor muy prolífico tanto en la ficción como en la no ficción. Para preparar la antología en tres volúmenes de la obra periodística de Vázquez Montalbán editada por Debate, el profesor Francesc Salgado manejó hasta 9.000 textos publicados en multitud de diarios, semanarios y mensuales españoles entre comienzos de los años 1960 y su fallecimiento, de un infarto en el aeropuerto de Bangkok, el 18 de octubre de 2003.
Vázquez Montalbán cumpliría ahora 74 años. Con motivo del décimo aniversario de su muerte, Península publica Recuerdos sin retorno, la larga carta que le envía al ultramundo su hijo Daniel Vázquez Sallés para contarle algunas novedades que podrían interesarle. Vázquez Sallés le habla a su padre de la gravedad e injusticia de la crisis: “No sé si te llegan noticias de cómo está el patio, pero la Tierra ha vuelto a tornarse un inframundo para los parias”. Le pone al día del explosivo estado de las cosas en su tierra natal: “Hoy Cataluña huele a pólvora, y con el cariz que están tomando los acontecimientos, la neutralidad va a ser territorio prohibido”. Y le informa de que Maruja Torres terminó siendo expulsada de El País: “Lo que sí puedo asegurarte es que El Mundo ha tratado mejor tu ausencia que El País. (…) Tengo la impresión de que, con la llegada del nuevo milenio, empezaste a ser un periodista incómodo para algunos de los nuevos prohombres de El País. Sus razones tendrían”.
Antes y después de ser el autor de éxito de las novelas policíacas de Pepe Carvalho, Vázquez Montalbán fue periodista: lo fue durante cuatro décadas. Su último diario fue, en efecto, el rotativo de la madrileña calle de Miguel Yuste, donde escribía una columna semanal en la última página. Pero es cierto que a la empresa y la dirección de El País sus textos les iban resultando cada vez más perturbadores por demasiado rojos, demasiado irreverentes, demasiado sarcásticos, demasiado políticamente incorrectos. Hasta el punto de que Vázquez Montalbán, como recuerda su hijo Daniel, meditó seriamente una oferta de Pedro J. Ramírez para incorporarse a El Mundo después de que el diario de Juan Luis Cebrián hubiera intentado censurarle una columna favorable a la negociación con ETA.
Francesc Salgado ha calificado a Vázquez Montalbán de “obrero de la cultura” y de “una voz nueva que contribuyó a modernizar el periodismo español”. El polígrafo barcelonés no era, evidentemente, un gacetillero, no ejercía de copista de teletipos y notario de ruedas de prensa. Él tenía un punto de vista sobre la realidad y una notoria voluntad de estilo, y no ocultaba ni una ni otra cosa. Su periodismo fue siempre opinativo, polémico y bien escrito. Comme il faut.
En 1961, cuando aún estaba en la Universidad, Vázquez Montalbán comenzó a publicar en el diario falangista barcelonés Solidaridad Nacional. Ya era opositor de izquierdas al franquismo, pero se las apañaba para hacer de topo en las páginas del régimen (eran aquellos tiempos en que, por ejemplo, la información internacional servía para hacer metáforas sobre la situación española). Sin embargo, no duró mucho en la Soli: fue detenido en mayo de 1962 por participar en una manifestación de universitarios en solidaridad con mineros en huelga, y un consejo de guerra lo condenó a cuatro años de cárcel. En la prisión de Lleida Vázquez Montalbán escribió su primer libro, Informe sobre la información. En junio de 1963 fue amnistiado con motivo de la muerte del papa Juan XXIII.
Como su condición de ex preso político le impedía trabajar en la prensa del régimen, Vázquez Montalbán se ganó la vida durante un tiempo como documentalista de la Enciclopedia Larousse, y como redactor, con el seudónimo de Jack el Decorador, de la revista Hogares Modernos. A finales de los años 60 y comienzos de los 70, el franquismo abrió algo la mano, y Vázquez Montalbán pudo trabajar en el semanario Triunfo, de José Ángel Ezcurra y Eduardo Haro Tecglen, y el diario Tele-exprés, de Ibáñez Escofet. En 1974 fue miembro del equipo fundador de la revista de humor Por favor junto con Perich, Forges, Juan Marsé y Maruja Torres.
Talentoso, buen analista y muy culto, Vázquez Montalbán era un periodista intelectual o, si se prefiere, un intelectual periodista. Ya muerto Franco, sería un colaborador habitual del diario barcelonés El Periódico y el semanario Interviú, a la par que fundaría Gimlet, una revista consagrada al género negro. En 1984 comenzaría su colaboración semanal con El País.
Prácticamente nadie le discute hoy a Vázquez Montalbán un papel protagonista en el periodismo español de la segunda mitad del siglo XX. Más polémica es la, para muchos, excesiva influencia en su obra de su militancia política. El polígrafo barcelonés era comunista con carné (llegó a ser miembro del Comité Central del PSUC) y su espíritu crítico parecía reblandecerse al abordar asuntos del Pacto de Varsovia y la Cuba castrista. Leídos hoy, sus textos adolecen también de un exceso del culteranismo progre de los años 1960-1970.
Vázquez Montalbán se definía a sí mismo como “periodista, novelista, poeta, ensayista, antólogo, prologuista, humorista, crítico, gastrónomo, culé y prolífico en general". Amén de sus novelas, fue autor de varios libros periodísticos de éxito comercial: Crónica sentimental de España (1970), Mis almuerzos con gente inquietante (1984), Crónica sentimental de la transición (1985), Un polaco en la corte del rey Juan Carlos (1996), Y Dios entró en La Habana (1998), Marcos, el señor de los espejos (1999), y La Aznaridad La Aznaridad(2003). Pedagogía, acidez, sarcasmo y amplitud temática son las mejores cualidades de esas obras.
¿Dónde escribiría hoy Vázquez Montalbán? ¿Seguiría en El País o habría caído en la purga de 2012-2013?El País Inútil especular, ni siquiera su hijo Daniel Vázquez Sallés osa dar una respuesta concluyente a esas preguntas en su Recuerdos sin retorno. Lo que sí puede afirmarse es que su pluma encontraría todos los días motivos para la indignación en esta España y en este mundo, y que sus textos ayudarían a muchos a comprobar que ni están solos ni están locos.