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Blesa: radiografía del poder en España

Blesa asegura que comentó su imputación a Aznar como a un amigo más

Por muchos errores que haya cometido en la instrucción del caso el todavía juez Elpidio Silva, sí parece que había cierto fundamento para hacer un juicio muy desfavorable sobre la gestión de Miguel Blesa al frente de Caja Madrid. Gracias al tesón, la valentía y el buen periodismo de infoLibre, estamos averiguando los entresijos del funcionamiento de la caja de ahorros. Tras un silencio atronador, eldiario.es, El Mundo y El País, están también empezando a sacar material al respecto. La información que se publica desprende en todos los casos un aire fétido.

El escándalo de Blesa se suma al de Bárcenas: ambos nos están sirviendo como un curso acelerado de formación sobre la derecha española. A modo de contrafigura siniestra del rey Midas, todo lo que toca el PP acaba pudriéndose.

Con el caso Bárcenas aprendimos sobre la financiación irregular del Partido Popular. Una parte del dinero negro iba a sobresueldos de los principales dirigentes del partido, otra a pagar gastos electorales, otra para las obras de la renovación de la sede en Génova… Los empresarios se saltaban la ley entregando grandes cantidades a cambio de contratas públicas y otros favores. El partido que dirige el actual presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha sido durante décadas una organización que ha actuado al margen de la legalidad. Cómo Rajoy pueda seguir presidiendo el Gobierno en estas circunstancias es sin duda algo que costará entender a los historiadores en el futuro.

Tras el caso Bárcenas viene ahora el escándalo de la gestión de Miguel Blesa, el presidente de Caja Madrid entre 1996 y 2009. Blesa llegó a la dirección de Caja Madrid sin tener experiencia alguna en banca, aupado al cargo por su amistad con José María Aznar, a quien conoció en una academia mientras los dos preparaban las oposiciones para inspector de Hacienda. Está imputado por la concesión de un crédito doloso al grupo Marsans de Gerardo Díaz Ferrán por valor de 26,6 millones de euros. Y puede que ahora le imputen también por el fraude de las preferentes.

Lo que se adivina tras los correos electrónicos es el funcionamiento en la sala de máquinas del poder económico y político de la derecha en España. Por el momento, cabe extraer dos conclusiones claras.

En primer lugar, los abusos y malas prácticas de las entidades financieras. Los correos y documentos revelados muestran que la dirección de Caja Madrid sabía que el negocio de las preferentes era un timo y decidió engañar a multitud de pequeños inversores cuando comprobó que la situación contable de la entidad empezaba a deteriorarse a causa de la explosión de la burbuja inmobiliaria y la crisis económica. Esto debería ser suficiente para que la cúpula directiva de Caja Madrid sea juzgada en un tribunal.

Aunque sea un aspecto marginal, no puede pasarse por alto la intervención de Luis De Guindos en calidad de director de Lehman Brothers para España y Portugal: ante el empeoramiento del balance de Caja Madrid, propuso a Blesa un ingenioso sistema de “cuotas participativas” que le permitía a la caja de ahorros sortear las exigencias legales de provisión de reservas, más duras que las de los bancos. Sí, el mismo Guindos que luego ha gestionado el fondo de rescate bancario…

En segundo lugar, la promiscuidad entre finanzas y política. El propio nombramiento de Blesa al frente de Caja Madrid fue una decisión política y arbitraria de José María Aznar. El caso de la empresa de armamento Einsa revela la oscura trama de favores e influencias que se va tejiendo entre poder político y poder económico. Blesa había sido consejero de Einsa, la cual recibió luego suculentos contratos del Gobierno de Aznar; y ya con el PP fuera del poder, Einsa se propuso pagar a Aznar para que le ayudara a abrir mercados en Argelia y otros países. Tenemos aquí las puertas giratorias por las que circulan políticos convertidos en comisionistas y financieros con influencia política. Y todo ello con grandes dosis de amiguismo y nepotismo, como la petición que le llega a Blesa por parte de Ignacio González para que nombre a una exasesora de Esperanza Aguirre consejera en Iberia. También han salido negocios muy sospechosos realizados por la Fundación de Caja Madrid cuyo destino último era Unidad Editorial, la empresa editora de El Mundo.

Caja Madrid realizó quitas superiores al 70% en créditos del PSOE y del PP

Toda esta actividad de apariencia fraudulenta se sostiene sobre el principio de impunidad. Los políticos y gestores podían hacer estas cosas porque los mecanismos legales, institucionales y democráticos de control en nuestro país son ciertamente laxos. Los jueces, si bien no protegen a los poderosos, al menos no los tratan con la misma severidad que aplican al resto de la ciudadanía; los reguladores (Banco de España, Comisión Nacional del Mercado de Valores, etc.) son débiles y complacientes; y los ciudadanos están poco informados y en general no son demasiado sensibles a los abusos de poder. Mientras la economía crecía, todos miraron para otro lado.

Más allá de las implicaciones políticas de los correos de Blesa, parece especialmente preocupante lo que revelan sobre el “capitalismo de amiguetes” (lo que los anglosajones llaman crony capitalism) que impera en España. Nuestros economistas liberales suelen insistir en que el problema de nuestra economía radica en la rigidez de sus reglas, en el exceso de regulación y en el conservadurismo de los sindicatos. Pero quizá sea tan o más grave que para poder sacar adelante un proyecto empresarial que genere actividad económica resulte, si no estrictamente necesario, sí al menos muy recomendable contar con los contactos y amigos precisos que abran las puertas de los despachos en los que se decide la concesión de crédito. La concentración del poder económico y político en unas pocas manos es uno de los elementos posibilitadores del capitalismo de amiguetes que sufrimos en España.

Esta forma de hacer negocios a la sombra de la política y de medrar políticamente gracias a los apoyos financieros la ha llevado a su perfección el Partido Popular. El resto de partidos también se ha visto envuelto en este tipo de prácticas: en el caso de Caja Madrid, tenemos el apoyo de IU y CCOO a Blesa; y el PSOE, por supuesto, arrastra sus propios escándalos político-financieros: pero todos ellos parecen unos simples aprendices al lado del “modelo de negocio” patentado por la derecha española, dos de cuyas marcas, Bárcenas y Blesa, no tienen verdaderos competidores en el mercado de la putrefacción.

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