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Mujeres en tiempos de guerra

NICOLE MUCHNIK

Rómulo y Remo, los gemelos fundadores míticos de Roma, abandonados y nutridos por la loba, fueron fruto de una violación. La vestal Rea, su madre violada, atribuyó a Marte una paternidad más que dudosa. Tito Livio, uno de los primeros autores de la antigüedad que describió la violencia sexual en tiempos de conflicto, mostró que aun si las violencias sexuales no son inherentes a las guerras, como tales son utilizadas en situaciones de conflictos.

En cuanto a las Sabinas, “el día de la celebración de los juegos […] una vez dada la señal convenida, la juventud romana se lanzaba en todas partes para raptar a las muchachas”. Es el célebre Rapto de las sabinas, descrito por Plutarco y pintado por Poussin, Cortone, David, Picasso y otros.

En todas las guerras se ha conocido este crimen contra la mujer, pero los últimos casos, las guerras de Bosnia, Ruanda, Libia, Siria, manifiestan un salto cualitativo. La violación ha dejado de ser el acto de una soldadesca borracha de violencia, de criminales sin duda, pero aislados. Se ha convertido en un arma como otra cualquiera, aunque tal vez una de las más poderosas contra la población civil.

El conflicto bosnio fue la guerra insensata y absurda que costó más de cien mil muertos y forzó a centenares de miles de personas a huir de sus pueblos, una guerra en pleno corazón de Europa sólo medio siglo después de la Segunda Guerra Mundial, en la que de nuevo se mataba a miles de personas únicamente por su pertenencia étnica. De hecho, se considera la “violación de masas” como un “descubrimiento” de la guerra exyugoslava. Es el conflicto bosnio que sugiere la práctica de las violencias sexuales como instrumento de limpieza étnica: se estima que más de 20.000 mujeres bosnias y croatas han sido violadas por los serbios, entre otras razones para desmoralizar a los hombres.

Esta guerra señala también el comienzo de la justicialización de la violación sistemática en verdaderos campos de violación en manos de los soldados. Por primera vez el Tribunal penal internacional para la Yugoslavia (TPIY) reconoce este “crimen contra la humanidad” y “crimen de guerra”, y condena a tres serbios a penas de prisión de 28, 20 y 12 años por la violación sistemática de mujeres musulmanas en el campo de Foca.

Durante el genocidio de Ruanda, en 1994, la violación fue “la regla general, su ausencia la excepción”, precisa el informador especial de la ONU René Degni-Ségui. Si bien la mayoría de las mujeres fueron asesinadas antes de poder contar lo que les había pasado, un informe de la ONU concluyó que al menos 250.000 mujeres, mayormente tutsis, fueron víctimas de violaciones durante el genocidio. Para la ONU, el 70% de las mujeres violadas se habrían contagiado de sida: portadores del virus habrían sido enviados especialmente para infectarlas y así matar dos pájaros de un tiro, transformándolas en armas de guerra, pequeñas armas de destrucción masiva con el cometido de exterminar a la etnia rebelde.

De ahí la decisión del Tribunal penal internacional para Ruanda (TPIR), que incluye la violencia sexual en la definición jurídica de “genocidio”. La violación “acalla a toda una aldea”, dice un militante de Derechos humanos en el Congo, país en donde “la violencia sexual es la peor del mundo”, según la ONU.

En Libia, Gadafi utilizó la misma técnica. Según Luis Moreno Ocampo, fiscal de la Corte penal internacional, Gadafi habría ordenado “violaciones en masa” con la finalidad de aterrorizar a los rebeldes. Para ello, contenedores enteros de viagra habrían sido adquiridos –lo cual demuestra inapelablemente que la violación es claramente un “táctica de guerra”, por fin reconocida por el Consejo de Seguridad de la ONU en su resolución número 1820 fechada en 19 de junio de 2008–.

En esta se “condena con la mayor firmeza toda forma de violencia sexual contra civiles en período de conflicto armado, en particular contra mujeres y niños”, y señala que la violación y otras formas de violencia sexual "pueden constituir un crimen contra la humanidad o un elemento constitutivo del crimen de genocidio”.

Último caso a día de hoy: Siria, donde las masas de refugiados que huyen a países vecinos mencionan la violación organizada como la causa principal de su marcha, algo que los investigadores de la ONU y todas las ONG encuentran difícil documentar, tan doloroso es el tema: un crimen masivo basado en el silencio de las víctimas, porque saben que serán repudiadas por sus propias familias, si no condenadas a muerte.

Como escribe Annick Cojean en Le Monde, “un crimen que aniquila a las mujeres, destruye las familias y disloca a las comunidades”. En la guerra que Bashar al Assad libra contra su propio pueblo, la violación está conscientemente organizada y el viagra regularmente distribuido entre las milicias en las acciones de guerra. Sin embargo la Conferencia de paz de Ginebra de enero de 2014 no se interesó más que en las armas químicas. La violación, tabú en las negociaciones internacionales, es en realidad el crimen más silenciado.

“Táctica de guerra”, agente activo de “genocidio”, de “crímenes de guerra”, de “crímenes contra la humanidad”, parecería que la comunidad internacional, a rastras de la historia, carece de calificativos para este atentado a la integridad del ser humano, violación del cuerpo y el espíritu, cuyo efecto es el de acallar a las mujeres, volverlas mudas, tanto en el Congo como en Madrid. Y si la violación es la intención de invadir el territorio de las mujeres, en la mayoría de los casos sirve también para humillar a los hombres.

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Nicole Muchnik es periodista, escritora y pintora. Desde que comenzó a publicar en 1968 en Le Nouvel Observateur ha colaborado con numerosos medios internacionales, entre ellos Letras Libres y El País. Feminista, fue, junto con Simone de Simone de Beauvoir y Jeanne Moreau, una de las firmantes del llmado Manifeste des 343, en el que otras tantas mujeres francesa declaraban haber abortado para pedir la legalización del derecho de la mujer a decidir.

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