Nacido en los 50

¡Que viene el 'lobby'!

El Gran Wyoming

Todos los medios de comunicación están ocupados casi exclusivamente con los casos que cada día nos proporciona la corrupción. Son, en efecto, noticiables tanto las tramas que organizan esos puntuales administradores de lo público, como le gusta reducir el tema al presidente del Gobierno, obviando que esos casos puntuales están en la cúpula, son sus estrechos colaboradores, como los métodos que utilizan los responsables de estos escándalos para solucionar esta lacra y asumir responsabilidades, métodos ligados a nuestra educación católica y que se reducen a confesar el pecado y pedir disculpas, tras lo cual se recibe la absolución de la sociedad.

Mientras estamos entretenidos en esto, ellos no se están quietos, van tres pasos por delante.

Entre Estados Unidos y la Unión Europea se está negociando el TTIP (Transatlantic Trade and Investment Partnership) que en castellano se diría Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión. Este tratado va a cambiar el sistema tal y como lo conocemos y, desde luego, va a transformar nuestras vidas en tanto restringe de forma irreversible nuestra capacidad de decisión en temas que nos afectan, y que se resumen en ¿podemos decidir en qué mundo queremos vivir? Hasta ahora nos decían que con nuestro voto podíamos influir. Si se cierra este tratado, que se hará de forma colectiva, se firmará cómo UE y los diferentes Estados no podrán introducir enmiendas, se acabó el cuento.

En primer lugar sorprende que se lleven las negociaciones a espaldas de los ciudadanos. Los documentos que se van filtrando llevan el membrete de “secreto” y los señores que están decidiendo nuestro futuro no tienen la menor intención de informarnos de las enormes ventajas que este tratado nos va a aportar. Se está hurtando el debate imprescindible en una sociedad democrática porque lo que es bueno es bueno y no estaría bien que la ignorancia del pueblo pusiera palitos en las ruedas de la máquina que manejan nuestros benefactores.

Aparte de este punto que nos lleva de nuevo al despotismo, donde el pueblo pasa a ser el objeto pasivo de las decisiones de los ilustrados, son varias las críticas que suscita este tratado, para algunos, abominable, impresentable, peligrosísimo.

Una vez firmado, las reglas que rigen en cuanto al control de los gobiernos a las grandes corporaciones serán homogéneas a ambos lados del Atlántico, es decir, que regirán las mismas normas de control o descontrol en EEUU que en la UE. Así, las grandes multinacionales que se dedican, por ejemplo, al tema de la sanidad, la educación, o cualquier otro servicio público, podrán exigir al Gobierno español que deje de proteger con los Presupuestos estos servicios porque esa decisión iría contra sus legítimos intereses lucrativos y podrían exigir indemnizaciones millonarias por competencia desleal. Es decir, el Estado deja de dar prioridad a aquellas cuestiones de organización social que priman el interés general, el bienestar de la ciudadanía, para poner en el mismo platillo la calidad de vida de sus ciudadanos y los intereses económicos de las grandes corporaciones.

Un sistema de arbitraje privado

Una cosa alucinante es que, en caso de conflicto, para evitar que la Justicia de los diferentes estados fallara a favor de su Administración correspondiente, no fuera del todo objetiva, estas cosas ya no las decidirán los tribunales nacionales ni internacionales, sino un sistema de arbitraje privado formado por estos tecnócratas apolíticos que ya conocemos. ¿Quién nombrará a estos señores árbitros? No hay que ser muy listo para deducirlo, pero la influencia de los grandes grupos de presión, eso que llaman lobbies, que tienen la pasta de todo el planeta, será importante. Resumiendo, los Estados no podrán frenar las ansias expansionistas de las grandes multinacionales aunque vayan contra los intereses de los ciudadanos o choquen frontalmente con la legislación vigente que pasará a ser de un orden inferior. El reciente caso de Coca-Cola, cerrando la fábrica más importante de Europa, ubicada en Madrid, con unos beneficios espectaculares, ante el silencio de los medios de comunicación porque dependen de los pagos que esta empresa les hace en publicidad, es un ejemplo de lo que nos espera. De momento, los tribunales están fallando a favor de los trabajadores, pero tras la firma de este tratado no podrán intervenir.

Esa es otra, estos tratados incluyen restricciones de los derechos de los trabajadores, como no podía ser de otra manera.

Con respecto a los artículos que consumimos, ancha será la manga que los controle. Este tema con el que los ecologistas se ponen tan pesados advirtiéndonos sobre el comercio de los alimentos transgénicos, del control de la alimentación del ganado, la cosa de las hormonas y todo eso, actualmente regulado por la UE, quedará suprimido. Ya no serán los productos los que tengan que demostrar su inocuidad antes de salir al mercado, superando los mecanismos que establecen nuestros controles sanitarios, sino que deberá ser el Estado el que defina su incuestionable peligrosidad para los ciudadanos, cosa harto compleja por lo sencillo que es generar controversia con científicos a sueldo de las empresas. Recordemos que todavía quedan científicos que niegan, por ejemplo, el cambio climático.

Por cierto, un tema que entra en estas cuestiones es el de las compañías energéticas. Como sabemos, en EEUU el fracking se desenvuelve sin problemas, en la UE está por decidir qué se hace. ¿Quién ganará esta partida? ¿Prohibirá EEUU el fracking por imposición de la UE o será la UE la que ceda? A mí no me cabe duda del resultado final.

Del tema ecológico, conservación de la naturaleza, etcétera, mejor no hablar, pero habrá que hacerlo algún día. ¿Serían tan amables de contárnoslo?

¿Cuáles son las bondades del tratado? Las de siempre: creación de empleo y desarrollo de la economía.

En cuanto a la primera cuestión, los diferentes tratados de libre comercio que ya operan en función de esta ventaja no sólo no han conseguido ese propósito sino que han destruido empleo tras su entrada en vigor y, además, ¡oh sorpresa!, el que se crea es precario, como consecuencia de la abolición de los derechos colectivos. Este tratado podría tener ventajas si se cumplieran las reglas del mercado libre, si este mercado fuera ideal, pero la historia ha demostrado que los países han marcado sus tramos de desarrollo, precisamente, cuando han tenido leyes proteccionistas que defendían a los ciudadanos del expolio y el apetito desenfrenado del mercado exterior, trabajando a favor de sus intereses y no de los de las grandes corporaciones. Véase los casos recientes de Bolivia o Ecuador.

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Con respecto al desarrollo de la economía, este factor no lo discute nadie, pero los beneficios de esta economía neoliberal llegan cada vez en menor medida a los ciudadanos, la sociedad es cada vez más desigual, más asimétrica, la concentración de capital es cada vez mayor y serán las grandes multinacionales las principales beneficiarias de esta política internacional. Si no, ¿para qué lo plantearían? Llevan años negociando este tratado y ya somos lo suficientemente adultos para saber el tipo de altruismo que les mueve. Han condenado al hambre a la mayoría del planeta para satisfacer su voracidad lucrativa y expansionista.

De momento dicen que PP, PSOE, CIU y UPyD están de acuerdo en firmar este TTIP. Si no es así, que se manifiesten sin necesidad de que tengamos que recurrir a la ouija, porque será un tema muy importante a la hora de decidir a quién se vota.

Estamos a tiempo de pararlo, si es que no nos conviene, exigiendo que se nos informe sobre el contenido exacto de estas negociaciones y sus consecuencias. Pido disculpas de antemano por si en algún aspecto lo que comento no es exacto, pero me gustaría que las autoridades competentes nos contaran qué es eso de lo que hablan a puerta cerrada exigiendo que actúen en secreto a los negociadores que hemos votado y, supuestamente, nos representan, para que podamos hablar con más propiedad. De momento lo hago por boca de terceros, expertos en la materia. Para evitar desinformación e imprecisiones, pongan las cartas sobre la mesa antes de cerrarlo y, desde luego, permitan el debate ciudadano para someterlo a referéndum. Es importante, y no sólo para los que viven de la puerta giratoria. Al otro lado somos más.

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