Desde la tramoya
Los churros de la Besteiro
Lo confieso: he comido, y he reincidido varias veces, esos trozos de porra cortada que ponen en la Escuela Julián Besteiro de la Unión General de Trabajadores. Los dejan en una mesa al lado de la cafetería en los descansos de los cursos de formación que se ofrecen en aquel viejo edificio de Madrid. He bebido también café del termo; y leche. Hace veinte años recibí allí como empleado un curso de contabilidad, y ahora paso por las aulas de vez en cuando a impartir otros de comunicación.
De manera que yo mismo he sido beneficiario del hecho que este diario debe considerar reprobable, a tenor del espacio que le dio ayer mismo a la noticia, con foto incluida de Cándido Méndez: "UGT pagó con subvenciones públicas 146.000 euros en víveres para su escuela de formación".
Parece que para estar hoy en la vanguardia de la defensa de la igualdad, hay que renegar de las viejas etiquetas. No podemos reconocernos de izquierda: ahora lo cool es ser de "abajo". No podemos defender a UGT, pero nos quedamos embobados con Change.org. Se produce una concurrencia evidente entre unos cuantos medios conservadores, el PP, una jueza obsesionada, y cuatro corruptos o resentidos de dentro, y nosotros mismos terminamos subiéndonos al carro de la modernidad supuestamente postclasista: el activismo de sillón (que yo llamo "sofactivismo"), el individualismo, la privatización... y la liquidación de las centenarias estructuras reivindicativas que formó la gente corriente a lo largo de los ultimos 150 años.
Nos debemos estar volviendo locos o algo. Y en la locura colectiva los progresistas nos estamos despellajando entre nosotros. Generando dudas sobre nuestras propias creaciones. Y flojeando en su defensa. Peleando en público por las migajas mientras los señoritos se pegan el festín a puerta cerrada.
El mismo informe que la noticia refiere da los datos: 800.000 trabajadores y desempleados asisten al año a clases de formación continua. 13.200 cursos. 52 millones de horas de formación. Con un coste de entre 5,5 euros por hora para la formación a distancia, a los 13 para la presencial.
Como los alumnos vienen de toda España, en la Besteiro hay habitaciones y comedor, y "víveres", como transcribe el impresentable funcionario o funcionaria que redactó el informe del Tribunal de Cuentas. Las normas prevén que esos gastos también son de formación: como los cuadernos, los manuales, los bolis, la calefacción o las tizas. Podrían no pagarse, pero resulta que muchos trabajadores y desempleados no tendrían los recursos necesarios para asistir a esos mismos cursos.
Hace ya muchos años que se articuló un sistema interesante para la formación de los trabajadores. A todo aquel que tiene una nómina o una empresa, se le resta una pequeña cantidad cada mes: el dinero resultante al año es de unos 2.100 millones de euros. Otros 400 millones de euros los aportan el Fondo Social Europeo y el Estado. Esos 2.500 millones se ponen en manos de una Fundación en la que están representadas las empresas y los trabajadores, además del Estado: la Fundación Tripartita. Y esa Fundación asigna el dinero a los proyectos de formación que se organizan en toda España, a petición de las empresas y los trabajadores: idiomas, diseño, soldadura, costura, manejo de maquinaria, acción social... o comunicación, a mis efectos.
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Debemos estar volviéndonos locos, sí, porque lo que está sucediendo es grave, muy grave. Azuzados por el desprestigio generalizado de las viejas instituciones promovido tenazmente por la derecha, las estamos liquidando. Hemos olvidado que fueron los obreros organizados quienes exigieron la prohibición del trabajo infantil. Fueron los sindicatos quienes reivindicaron la dignidad de las condiciones de trabajo que hoy tú y yo disfrutamos, o las reivindicaciones por el trabajo que nuestros compatriotas no tienen. Fueron y son ellos, esos viejos y denostados sindicatos, quienes defienden las condiciones de tu salario o de tu contrato de trabajo. Gracias a ellos tienes vacaciones pagadas, subsidio por desempleo o pago de horas extra.
Los privilegiados y los poderosos no necesitan "víveres" pagados por el contribuyente. Sé de lo que hablo, porque no solo frecuento la Besteiro, sino también instituciones privadas como el Instituto de Empresa o la Universidad de Navarra o muchas otras. Ni ellas ni sus alumnos necesitan subvenciones. Pero millones de trabajadores sí, porque no podrían formarse sin esas contribuciones.
Veleidades como ese artículo que ayer publicó InfoLibre, no contribuyen a mantener vigente el gran contrato social que la izquierda promueve y que en silencio la derecha quiere rescindir. Rememorando una conocida cita de Liz Warren, ese contrato dice más o menos así: Está muy bien que ganes dinero con tu negocio, pero recuerda que eso es posible porque hay carreteras que pagamos todos y que transportan tu mercancía. Es gracias a policías que guardan tu escaparate, a los que también pago yo. Y gracias a instituciones educativas que forman a tus empleados, que pagamos todos. De manera que, por supuesto, puedes quedarte con una buena parte de tu beneficio. Pero otra parte debes dejarla para los niños que vienen detrás de nosotros.