Muros sin Fronteras
Crímenes en Gaza, impunidad en Gaza
La denominada guerra en Gaza, en verano de 2014, fue tan desigual que llamar guerra a la ofensiva israelí Tormenta de Acero resulta una exageración. En un bando estaba el mejor Ejército de Oriente Próximo; en el otro un grupo político-guerrillero llamado Hamás que se encuentra muy por debajo del nivel militar de Hezbolá, el principal grupo guerrillero de la zona hasta la irrupción del Estado Islámico en Siria e Irak.
Según Naciones Unidas, perdieron la vida 2.104 palestinos, de los que 1.462 eran civiles (495 niños y 243 mujeres). El Ejército israelí sostiene que en la ofensiva mató a 1.000 terroristas. De los daños colaterales culpa a Hamás, al que acusa de emplear escudos humanos. El periodista de la BBC Jeremy Bowen, veterano de las guerras Balcánicas, no vio un solo caso de estos escudos. Israel sufrió 72 bajas, 66 de ellas eran militares. Murieron siete civiles, seis de ellos israelíes y un trabajador tailandés.
La Operación Tormenta de Acero comenzó el 26 de agosto. Duró 50 días. Esta ofensiva fue la continuación de la de 2008, que duró 22 días y mató a 700 civiles palestinos. La excusa israelí es el lanzamiento de cohetes desde la franja; la excusa de Hamás es la ocupación.
Alcanzado en 2014 un acuerdo de alto el fuego entre las partes, la comunidad internacional (eso que llamamos pomposamente donantes) se comprometieron a invertir 3.500 millones de dólares para la reconstrucción de Gaza. En cuanto se apagaron los focos y los periodistas nos fuimos a otra noticia, todos se olvidaron de las promesas. Es lo habitual en estos casos. Ninguna de las 19.000 casas destruidas ha sido reconstruida. Cien mil personas siguen sin techo.
La situación de pobreza y la sensación de abandono e injusticia impulsa a Hamás. Debería estar en el interés de Israel que Gaza funcione y haya trabajo. La prosperidad debilitaría a Hamás, pero quizá no es ese el objetivo. El único lenguaje que existe en Oriente Próximo es el de las pistolas, el negocio es la muerte, no la vida.
Sobre este escenario se publica el informe de una comisión independiente bajo el paraguas legal de Naciones Unidas, que percibe indicios de que ambas partes, Israel y Hamás, cometieron crímenes de guerra en 2014.
El Gobierno de Benjamin Netanyahu se ha apresurado a atacar a la comisión y a despreciar sus conclusiones. Hamás, también lo rechaza empleado casi las mismas palabras. Crimen de guerra es disparar contra civiles aunque sea a través de cohetes menos efectivos que los empleados por Israel. El conflicto israelo-palestino provoca en los medios de comunicación tomas de partido sea cual sea la realidad. Más que información, fluye la ceguera, como muestra este vídeo de Fox News.
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Más allá del contenido, el informe no tendrá consecuencias prácticas en el terreno. No servirá ni para negociar ni para frenar la construcción de nuevas colonias. Tampoco servirá para cambiar la actitud de Hamás, un movimiento moderado desde el punto de vista religioso dentro de la radicalización que vive Oriente Próximo. Un escenario peor sería que el Estado Islámico desplace a Hamás y controle la franja.
Según WikiLeaks, la negociación ha sido en todo caso previa a la publicación del informe entre el secretario general de la ONU Ban Ki-moon y las autoridades israelíes. El objetivo, rebajar su contenido. Pese a la mano estadounidense, Barack Obama sigue siendo el enemigo del Gobierno de Netanyahu, incluso en Twitter.
Si el informe y sus recomendaciones sirvieran al menos para impulsar unas nuevas negociaciones y abrir la posibilidad de una paz negociada sería útil. Pero Israel también ha rechazado el plan francés que consistía en empezar a hablar. Ya hemos visto la utilidad del portavoz teórico del llamado Cuarteto, una entelequia desde hace bastantes años. Tony Blair ha utilizado –presuntamente claro– su red de contactos como portavoz de la nada para hacer negocios particulares. Así están las cosas y así seguirán hasta la próxima guerra, sea en Líbano contra Hezbolá o en Gaza contra Hamás.