Nacido en los 50
No miren en los barriles
Si existe una frase manida, sin sentido y vacía de contenido esa es: “La unidad de los demócratas”. Es una frase perversa donde las haya porque, a pesar de ser afirmativa, pretende lo contrario de lo que enuncia. Se emplea cada vez que se produce un atentado terrorista y, en realidad, no busca la unidad, sino señalar la exclusión del que no se suma a la declaración oficial para dejarle fuera de la denominación de origen “demócrata”. Si todos los demócratas forman una piña, el que se encuentra fuera pierde tal condición.
“La unidad de los demócratas” sirve para exigir silencio, acallar cualquier disidencia, voz crítica, y demonizar la reticencia al toque de corneta. Como decía George Brassens: “Yo no hago daño a nadie al no oír los clarines que suenan”.
Se decreta como dogma que no hay más culpable que el terrorista y, de paso, se da el marchamo de defensor del Sistema Democrático al que se apunta a la unidad de silencio. Con esta simplificación se intenta evitar la exigencia de responsabilidades a los que son agentes necesarios en la acción terrorista, por acción, delegación, capacitación, financiación, estrategia, conveniencia o negligencia.
De una forma interesada se marca una ruta de la que no se puede salir, un solo punto donde mirar. Cualquier giro cervical, levantar una alfombra para ver qué hay debajo, es considerado delito de alta traición. Todos debemos suscribir las medidas que se adopten y respetar las acciones de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, que es el solemne apelativo que adquieren los encargados de mantener el orden cuando ocurren desgracias de esta envergadura.
Esta estrategia está copiada del arranque de la película de los hermanos Marx Monkey business, que aquí se tituló “Pistoleros de agua dulce”. Viajan los hermanos de polizones en el interior de unos barriles y el capitán que les está buscando ordena registrar la bodega. Groucho se levanta y saliendo de uno de ellos grita: “No mire en los barriles”. Un marinero se gira hacia el capitán creyendo que la orden viene de él y responde: “Sí señor”.
Esa es la orden, no mirar en los barriles. Toca limitarse a sentir el amor a la bandera y reivindicar la grandeza de la escucha y emoción colectivas cuando se interpreta el himno.
Apela Soraya Sáenz de Santamaría a “la Grandeza” para reprochar a Podemos que no se sume a la unidad: “Lo juzgarán las urnas. No lo entiendo”, afirma. Supongo que entre tanta palabrería propia de una intervención de estas características ante los medios, este remate fue un lapsus, pues da la impresión de que no concibe que alguien renuncie a la rentabilidad que este tipo de desgracias proporcionan cuando se administran bien. No parece comprender que alguien se mantenga fiel a sus principios aunque eso le perjudique electoralmente. Por desgracia me vienen a la cabeza los días posteriores al 11-M y la miserable utilización del dolor de los ciudadanos que hizo el señor Aznar teniendo de vocero a Acebes. Una vez perdidas las elecciones ya no tocaba la grandeza que exigían cuando estaban en el Gobierno. Todo lo contrario. El presidente dijo en la comisión de investigación que los que idearon los atentados terroristas del 11-M no estaban “en desiertos remotos ni en lejanas montañas” y sugería con un remate intrigante una autoría diferente: “sean quienes sean”.
Perdido el poder carecía de sentido la “unidad de los demócratas” y quedaban atrás los tiempos en los que su vocero Acebes llamó miserables a los que cuestionaran la versión oficial de la autoría de los atentados a pesar de ser deleznable por interesada y falsa. Y con la sangre caliente. Ya no eran miserables los que, como Aznar, planteaban autorías alternativas a la oficial.
Acebes fue premiado con un buen puesto en Bankia siendo Rato presidente –los demócratas se unen en los momentos difíciles–, donde hizo caso omiso de las indicaciones de los peritos que advertían de las irregularidades que se estaban cometiendo en la salida a Bolsa, para mentir más tarde en sede judicial negando tales advertencias a pesar de que constaban en las actas de las reuniones. Dos semanas antes de que estallara el escándalo Bankia, dimitió y fue rescatado milagrosamente por Iberdrola, aunque no se libró de la imputación. Estos demócratas saben unirse y segregarse, mentir y descalificar cuando toca y siempre caen de pie. Se ve que son buenos consejeros, valen para todo: banca, eléctricas, telecomunicaciones…
Hay que detenerse a pensar qué es eso que llaman “un pacto de Estado”. En una supuesta unidad de demócratas, un pacto se produce tras un encuentro con las partes para llegar a un acuerdo. Lo que aquí llaman un Pacto de Estado consiste en presentar un documento y señalar con el dedo la línea de puntos donde uno debe estampar la firma. Negarse a seguir las directrices del jefe, supone no estar a la altura del momento histórico, no entender la Grandeza de la sumisión y arriesgarse a ser excluido del grupo de los demócratas.
Lo que propone el Gobierno por segunda vez no es un pacto de Estado, se llama “traga y calla”. El documento en cuestión es el mismo que aprobaron en solitario PP Y PSOE, renunciando a la “grandeza” de consensuarlo con el resto de los grupos parlamentarios. El documento, además de plantear medidas concretas referidas al terrorismo, aprovechaba, como suele suceder, para introducir reformas que no vienen a cuento: se firmó sin contar con los demás y con la vergonzante provisionalidad del PSOE, que aseguraba que quitaría algunas cosas cuando llegara al poder. ¿Y si no llega?: Nos comemos el pacto con patatas. Si no te gusta, no lo firmes. No está bien esta estrategia de los gobiernos de utilizar el capote del terrorismo para deteriorar aún más nuestra depauperada democracia.
Unidad de los demócratas. Demócratas unidos. Demócratas S.L. Llámese como se quiera, no es más que una asociación que opera contra la esencia misma de la Democracia: el derecho a discrepar y a saber la verdad. Ustedes ponen los pactos, pero nosotros ponemos los cuerpos y tenemos derecho a saber.
La verdad y la libertad son las víctimas de esta unidad que no es de demócratas sino de pensamiento.
Los demócratas ya están unidos ante el crimen y la barbarie vengan de donde vengan sin necesidad de que les convoquen a club alguno.
He aquí un botón de muestra. Según el profesor Michel Chossudovsky, director del centro de la Globalización de Montreal, entre los cursos de capacitación que la CIA dio en su día a los terroristas de ISIS en Arabia Saudí y Qatar, como método intimidatorio se incluían brutales decapitaciones y posterior exhibición de cabezas por las calles para sembrar el pánico entre la población. En Siria tienen debajo, en los portales de sus casas, a estos salvajes criados en las escuelas del terror de Occidente. No hay que buscar a sus maestros en desiertos remotos ni montañas lejanas.
“La guerra es siempre la constatación de un fracaso”
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Son terroristas buenos cuando sirven a nuestros fines.
Ahora vienen a por nosotros y como en la película de Frankenstein, el doctor que creó el monstruo, en lugar de ser perseguido, es el que encabeza y dirige la turba para lincharlo.
Los padres de esta fiera criminal, sanguinaria e inmisericorde, desde la impunidad juntan sus gargantas para gritar a los cuatro vientos: ¡Demócratas del mundo, uníos!