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Algún día

“Algún día nuestros nietos nos pedirán explicaciones por esta infamia”. La frase no es mía. La pronunció esta semana Oscar Camps, barcelonés del año 63, poco después de recibir el reconocimiento de “Catalán del Año”. ¿Cuál es su mérito?, pues que se gastó los 15.000 euros que tenía ahorrados en irse a Lesbos y montar una ONG con la que lleva más de un año ayudando a esos refugiados a los que Europa escupe. Al menos se le reconoce la enorme relevancia de su labor.

Hace un par de días una persona muy cercana al padre Ángel, de Mensajeros de la Paz, me contaba espantada lo que había visto y vivido en Idomenei y se confesaba convencida de que la buena disposición mostrada al principio por Europa no era ajena al hecho de que muchos de los refugiados son profesionales cualificados que tenían algunos ahorros y se los han dejado en esta aventura. “Los más pobres no pueden escapar y siguen muriendo allí”. Se trataba, claro, de mano de obra capaz y barata. Pero ni eso. El miedo ha podido hasta con ese miserable interés. Los voluntarios y agentes de ACNUR o UNICEF tejen relatos horribles de lo que allí está pasando. Los periodistas regresan con imágenes que nunca olvidarán. No conozco una sola persona que haya tenido contacto con los refugiados que no esté asqueada con lo que esta Europa pequeña y miope está haciendo con los que huyen de la guerra.

Esta semana hemos vivido en el Congreso el debate sobre el papel de España en esta crisis, pero ninguno de los asistentes ha estado, que sepamos, en contacto con los refugiados. Ni siquiera la diputada que se considera tal. Mucha palabra, mucha intensidad, y hasta anuncio de querella, pero ningún compromiso real, ninguna idea nueva, ningún aguijón de esos que hace que el poder se mueva y actúe. El gobierno español, por mucho que se empeñe Rajoy, no puede eludir su responsabilidad en lo que está pasando. Somos tan culpables como los otros 27 países de la Unión.

No hace mucho había ayuntamientos, diputaciones y algunas instituciones públicas que tenían todo dispuesto para recibir a los 15.000 refugiados que iban a llegar aquí. Se están pudriendo las instalaciones sin que nadie haga nada. Y hasta parece que se enfría el ánimo de este país que vivió guerra y exilio, exportó dolor y refugiados y hoy muestra más interés en el “Panamaná”, como lo llaman los de BVocal, o en el pacto imposible de gobierno. Que son importantes, sí; que trascienden nuestra realidad individual y que nos afectan, claro. Pero que por muchas sorpresas que puedan darnos tienen un recorrido conocido y previsible, mientras en nuestras puertas siguen concentrándose desesperados que tienen tanto derecho a la vida y la felicidad como cualquiera de nosotros y sobre cuya realidad seguimos sin saber y quién sabe si sin querer saber.

¿Qué tengo yo que ver con un sirio que huye de la guerra o una afgana que no quiere ser violada en su país? ¿Qué me toca a mí de esos niños sin padres o esos bebés sin consuelo en los campamentos de una lejana isla del mediterráneo? ¿Qué me importa a mi que esa gente se encuentre aquí con un muro si han huido de su país voluntariamente?

¿Qué puede hacer por los refugiados el Gobierno en funciones?

¿Qué puede hacer por los refugiados el Gobierno en funciones?

Si la respuesta es “nada” , permítame que piense que usted no es ciudadano respetable, o bien es líder político europeo. Y en privado o en público, algún día habrá de dar explicaciones a sus nietos o a sus hijos por la infamia de los refugiados, como dice Camps.

Si usted piensa que como ser humano le afecta, no pierda el ánimo de seguir exigiendo, de reclamar solidaridad universal… no vote a quienes son responsables o dudan qué hacer ante la tragedia. Presione desde donde pueda o sepa para que esta Europa en la que vivimos y creímos deje de gastar más dinero en pagar al matón de la puerta que en atender a los que desesperados llaman a ella.

Algún día alguien nos pedirá explicaciones por esta infamia, claro que sí, Oscar.

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