Desde la tramoya
Cómo ganar 3.000 euros con patrañas políticas
Puede que Internet haya generado cosas magníficas para la política (yo aún espero que alguien me muestre alguna). Pero de momento hay una nefasta que ha producido: con Internet las mentiras corren más rápido y mejor.
En este mundo desintermediado, en el que se supone que la gente puede informarse sin necesidad de recurrir a los viejos administradores de la información, parece valer tanto la opinión de una solvente sociedad científica como la de un grupo de charlatanes bien pertrechados con sus ordenadores y teléfonos inteligentes.
En un delicioso artículo largo sobre las semanas últimas de la campaña electoral de Trump, tal como era vista por Obama, David Remnick cuenta cómo el propio presidente atribuía la victoria de Trump, en parte, a la influencia negativa de Internet. "Ahora todo es verdad y nada es verdad", afirmaba Obama. "Una explicación del cambio climático por un premio Nobel en física tiene exactamente el mismo aspecto en tu Facebook que la negación del cambio climático por alguien a sueldo de los hermanos Koch [dos multimillonarios de la industria del petróleo]. Y la capacidad de diseminar desinformación o locas teorías de la conspiración, o la capacidad de pintar a tus oponentes de negro sin ninguna contestación... Todo ello se ha acelerado de forma tal que el electorado se ha polarizado y se hace muy difícil una conversación común".
Obama muestra su frustración sobre la trivialización del debate político en las redes y sobre el lamentable nivel de muchas de las informaciones que por ellas se expanden. Pero es que, además, hay gente que gana dinero con las mentiras.
Cuenta BuzzFeed, en artículo de su editor Craig Silverman, que en Veles, un pueblecito de 45.000 habitantes de la antigua república yugoslava de Macedonia, hay jóvenes que han ingresado buenos pellizcos difundiendo mentiras sobre Hillary Clinton. No hubo detrás una conspiración de Donald Trump, ni una movilización partidista, ni nada parecido. Es sencillamente que en aquel lugar un grupo de chavales avezados en el funcionamiento de Internet se dieron cuenta de que publicando noticias falsas sobre la candidata demócrata podían generar tanto tráfico que luego podía monetizarse por ingresos publicitarios.
En aquel improbable pueblo macedonio, como se ha visto también en otros muchos lugares en otros ámbitos, se crearon así sitios con nombres supuestamente americanos como TrumpVision365.com, o USADailyPolitics.com, o USConservativeToday.com. Hasta 140 páginas de política estadounidense pro-Trump se localizaron justo antes de las elecciones.
Los jóvenes estuvieron meses publicando noticias inventadas, como que Clinton sería condenada en 2017 por su uso ilegal del correo electrónico, según fuentes del FBI, o que el papa Francisco apoyaba a Trump. Con el apoyo de cientos de perfiles también falsos en diversas redes sociales, las mentiras se difundieron por millones en las páginas de Facebook. Aquellos listillos macedonios se embolsaron entre 3.000 y 5.000 euros al mes con su "broma", a cuenta de los pagos que Google hace a los sitios más visitados como compensación por exhibir publicidad de terceros.
Y todos contentos: los jóvenes creativos con su dinerito, los anunciantes llegando a su público, Google explotando su enorme poder canalizador, y Trump beneficiándose de las patrañas. Mira que me gusta Internet, pero a veces y para ciertas cosas, preferiría vivir en la era del telégrafo.