Desde la tramoya
¿Y si Susana no se presenta?
Dicen que la gestora del PSOE ha encargado una encuesta entre la militancia, y sale un 51 por ciento de votos para Pedro Sánchez, un veintitantos para Susana Díaz y un diecitantos para Patxi López.
El dato vendría a confirmar la percepción que está cundiendo dentro del PSOE: Sánchez llena los actos con más facilidad que sus otros dos probables competidores. Quienes le habían dado por políticamente muerto se sorprenden de la acogida de los y las militantes. Y de la fuerza de su sencilla narrativa, que para muchos se ha convertido en una arenga de guerra: "No es no". Ese eslogan tan obvio encierra en sí mismo toda una declaración con tres principios. Primero, la defensa de un PSOE nítidamente a la izquierda, sin concesiones hacia el PP. Segundo, un partido que hace lo que dice, que no engaña a su electorado. A partir de ahí, se puede deducir, y Pedro Sánchez lo ha confirmado explícitamente, que la alianza natural debe ser con Podemos. Y tercero, resistencia, coherencia, por encima de los puestos. Pedro Sánchez sacrificó su despacho y su escaño por no claudicar.
Poco parece importar a buena parte de los militantes que el PSOE sea ya sociológicamente hablando el tercer partido del país, lo que significa que en una hipotética alianza con los morados tendría más que ceder que exigir; que tal alianza presupone una buena voluntad y un entendimiento entre podemitas y socialistas que no existe; o que si el PSOE hubiera optado por bloquear a Rajoy, con seguridad habría sido fulminado en unas terceras elecciones.
Todo eso parece olvidarse, y la Gestora, Susana Díaz, casi todos los barones y Patxi López, que está en un siesnoés, quedan, a la sombra del "no es no", como aburguesados conservadores dispuestos a prestar apoyo al PP, en una suerte de pequeña "gran coalición".
Los datos y las intuiciones vendrían a confirmar, pues, un divorcio traumático entre los militantes y los cuadros socialistas. Mal asunto: la elección del próximo secretario general es resultado de un proceso en el que ambos - bases y cuadros –tienen su papel. Primero se recogen avales (sólo uno por militante, y además público), momento en el que los cuadros medios del partido –secretarios de agrupación y jefes territoriales– ejercen un rol fundamental. Después votan los afiliados, en secreto. Y luego se forma un Congreso con unas mil personas que vuelven a ser elegidas como delegadas y delegados por los cuadros provinciales, y que son las que, en definitiva, validan con su voto la elección previa de las primarias.
Bien podría suceder, por ejemplo, que en las primarias ganara Pedro Sánchez, pero que en el Congreso que se celebrara después, su candidatura y su ejecutiva fueran aprobados sólo por un 60 por ciento de los delegados. Eso ratificaría el divorcio entre los cuadros y las bases.
Ante tal panorama, se dice desde hace semanas en el PSOE, podría suceder que Susana Díaz no se presentara. A ella –dice su relato- le gusta ganar. Seguramente. A casi todo el mundo le gusta ganar. Lo que no le gusta es competir si no es con la victoria garantizada. Pedro y Patxi no tienen nada que perder. Ella sí. Porque al elegir España tiene que dejar Andalucía, de un modo u otro. Arriesgando además el futuro del PSOE en tan importante bastión socialista.
Quizá sea por todo esto que Susana Díaz está retrasando tanto su anuncio como candidata. Amaga con hacerlo, pero no concreta. Quizá siente que es mejor para el partido, y también para ella, dejar que sean Patxi López, Pedro Sánchez, y puede que algún tercero que pudiera contar con su apoyo, quienes luchen por el liderazgo del PSOE. Quizá. Sólo ella lo sabe.