Desde la tramoya
Una guía para seguir el debate del lunes
Susana Díaz, Pedro Sánchez y Patxi López debatirán el lunes pocos días antes de las elecciones primarias en las que por sufragio universal, directo y secreto, los militantes del PSOE votarán por su nuevo secretario o nueva secretaria general. Aquí unas líneas de lo que podríamos ver si no hay sorpresas. No tengo más información que la que me proporciona mi experiencia con los socialistas. Por primera vez en los últimos quince años, no tengo compromiso con ninguno de los tres candidatos, ni participo en la campaña de ninguno de ellos. De manera que puedo adoptar una honesta posición neutral, meramente técnica.
El de la militancia frente a la del aparato. Pedro Sánchez mantendrá una de las dos narrativas que tanto rédito le están proporcionando. Él representa a los militantes de base, enfadados con los tejemanejes de arriba, de los turbios y egoístas aparatos. Él es “David frente a Goliat”. El esforzado militante anónimo que se ganó la secretaría general pateándose las agrupaciones en su propio coche, y que luego fue defenestrado por los barones y baronesas. En buena parte es un relato cierto. Sánchez disfruta con la gente y la seduce. Es competitivo y peleón. Tiene fuerza en los mítines y paciencia para saludar, fotografiarse y escuchar a la gente de a pie. Ella también, pero no puede evitar esa molesta percepción de que lleva toda su vida conspirando entre bambalinas. Por mucha sorpresa y cabreo que Díaz tenga por el hecho de que su rival haya obtenido tan sólo 5.000 avales menos que ella, hay algo indiscutible: a ella le apoyan, hasta el momento, más militantes que a él. Esa simple realidad vacía de contenido su supuesta debilidad.
El de la izquierda frente a la conservadora. La otra narrativa poderosa de Sánchez es la que le sitúa en la izquierda auténtica, que habría evitado la presidencia de Rajoy con un voto negativo en la investidura, en lugar de esa oprobiosa abstención. Los socialistas habrían hecho mucho mejor votando “no” excepto en las abstenciones imprescindibles, por razón de Estado. Pero ahora ya no cabe lamentarse, y Susana Díaz tendrá que aguantar durante el debate esa verdad incómoda. Gracias a la abstención del PSOE, Rajoy sigue siendo presidente. Es difícil discutir esa verdad como un templo, sin entrar en complicadas explicaciones (el “no” habría llevado a unas terceras elecciones, etc.). Quizá lo más eficaz sea decir que el PSOE, sencillamente, no estaba en condiciones de gobernar España con un Podemos arrogante y agresivo y con un resultado electoral tan exiguo. Sólo hay alguien que al militante socialista le cae tan mal o peor que el PP: Podemos. Pedro Sánchez haría mal en anunciar un acercamiento a Podemos, y Susana Díaz haría mal en no aprovechar las veleidades de Sánchez con los morados.
La unificadora frente al solitario ambicioso. Muchos de los militantes que están con Sánchez lo hacen más por oposición a Díaz que por auténtica identificación con el madrileño. Lo cierto es que Pedro Sánchez ha logrado que prácticamente todos los líderes socialistas se unan contra él, y eso es algo que Díaz podría afearle. Los dos expresidentes del Gobierno, el anterior secretario general, casi toda su Ejecutiva, como mínimo la mitad del Comité Federal, la actual Gestora… Ella no podrá evitar que Sánchez la acuse de “golpista” con más o menos elegancia, pero él tendrá que aguantar que ella, con más o menos tacto, le acuse de ser un egoísta que sólo mira por su interés personal, renunciando a principios sólidos.
La ganadora frente al perdedor. Como Susana no ha competido nunca con el PP en España, puede esgrimir que podría ganar. El ya lo ha hecho dos veces y ha perdido. Pero Sánchez podrá explicar que con ella, incluso en Andalucía, el PSOE ha tenido también la peor marca electoral de su historia. De enzarzarse en esa discusión, ambos podrían salir malparados.
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¿Y Patxi López? Como Patxi López no va a ser secretario general, ya solo puede utilizar su activo político para ponerlo al servicio de uno de los dos candidatos con posibilidades. Sánchez ha cometido el último error planteando a lo bruto una oferta al vasco, que él ha rechazado. Él ha dicho que seguirá hasta el final, pero una vez que se vote, su apoyo no valdrá nada. El valor de un apoyo de Patxi a Susana Díaz (o a Pedro Sánchez, más improbable) vale mucho más antes de la votación que después. Será una fuerte tentación para López ceder finalmente sus apoyos a Susana Díaz, para garantizarse algún papel en el nuevo tiempo del PSOE, si gana ella. Pero aún hay tiempo hasta que se abran las urnas. Patxi López haría bien en seguir el modelo de Nick Clegg en el debate que compartió con Gordon Brown y David Cameron. El joven liberal fue hábil al no situarse entre los dos candidatos favoritos, sino por encima de ellos. Les dejaba discutir y luego terciaba él con una suerte de “¿Ven ustedes? ¿Ven como así no vamos a ningún sitio, con dos personas que son incapaces de entenderse en nada?” No es mucho, pero al menos Cleg destacó y luego pudo formar Gobierno con Cameron.
La opinión de los hinchas no cambia. Por muy bien que juegue un equipo de fútbol, los seguidores del adversario no van a aplaudirle, ni a jalear su buen juego, ni a cambiarse de equipo. En el PSOE hay ahora dos hinchadas (prosusanistas y antisusanistas) y el debate no va a cambiar su opinión ni su papeleta. El punto está en lograr los votos que aún no se han acomodado en las barricadas. Los votos que ahora irían hacia Patxi López (y que para convertirse en “votos útiles” podrían finalmente ir a Sánchez o a Díaz), y los votos de algunos militantes que no han avalado o que aún no han decidido por quién votar.
El problema viene después. Un debate electoral es siempre un espectáculo interesante, y unas elecciones primarias un proceso emocionante. Pero el PSOE tiene un gravísimo problema que no va a resolver con la elección de su líder. Es muy probable, de hecho, que los socialistas salgan de su Congreso de junio más divididos de lo que están ahora. El problema para Susana Díaz o para Pedro Sánchez no es ganar las primarias – a fin de cuentas para eso lo único que pueden hacer es aplicarse bien en la campaña. El problema es qué harán si ganan, el día después de su victoria.