Convivir tras la violencia
“Hoy mi arma es la palabra, y sobre la palabra quiero construir la reconciliación”
José Antonio Fernández Hernando, Maguila: condenado por asesinato en 1984 a 28 años de cárcel, de los que cumplió 22. Rosa Rodero: viuda de Joseba Goikoetxea, ertrzaina asesinado por ETA hace 20 años. Axun Lasa: hermana de Jose Antonio Lasa, secuestrado y asesinado por los GAL. Son tres de los miles de implicados en la espiral de violencia y asesinatos que ha sacudido España desde los años 60 y que tuvo su momento álgido en la década de 1980, los llamados años de plomo. Y se han reunido este viernes para hablar sobre la violencia –sobre “todas las violencias”, puntualizan–, el “dolor, la reparación de las víctimas, el esclarecimiento de la verdad y la justicia” en el madrileño barrio de Entrevías.
El acto, celebrado en la parroquia de San Carlos Borromeo y al que han asistido más de un centenar de personas, ha estado precedido por una obra de teatro en la que se ha simbolizado el dolor encarnándolo en conflictos como el de Ruanda o el de Palestina. Tras la representación, los organizadores han presentado a los tres intervinientes y han hecho hincapié en que debe buscarse una solución basada en los "derechos humanos", toda vez que la izquierda abertzale ha “apostado todo a la no violencia". En este sentido, los organizadores han criticado que uno de los líderes de esta corriente, Arnaldo Otegi, continúe en la cárcel.
“Hoy en día, mi arma es la palabra, y sobre la palabra quiero construir la reconciliación y la paz”
. Así ha arrancado el acto Maguila, que se ha emocionado al iniciar su intervención al recordar que fue miembro de ETA y que vivió una “experiencia muy dura” en la cárcel, donde ha asegurado que fue víctima de torturas y donde, según su relato, fue aislado y se le privó de sus derechos.
El discurso del exterrorista es claro: hay que mirar hacia adelante porque “la sociedad está apostando” por conseguir un clima de convivencia, actitud que los tres intervinientes han contrapuesto a la, a su juicio, inacción del Gobierno. Y la convivencia, según asegura Rosa Rodero –cuyo marido estuvo preso durante el franquismo por pertenecer al PNV y fue asesinado por ETA cuando era sargento mayor de la Ertzaintza–, no tiene que estar condicionada por la necesidad de pedir perdón, un acto que considera “personal, en todo caso”. “El perdón a mí no me supone nada”, explica. “Hay cosas más importantes a la hora de construir la paz”, entre las cuales menciona “que se reconozca, de una vez, a todas las víctimas”.
“Lo que no es normal es que un preso de ETA, como es lógico, tenga que cumplir toda la pena o la parte que le corresponda, y estemos viendo que los presos del GAL están entrando y saliendo de la cárcel cuando les da la gana”, señala vehementemente la viuda del ertzaina, que ha contado al auditorio como vio a José Amedo, condenado a 108 años de cárcel por estar detrás de varias acciones de los GAL, en un bar de Bilbao cuando debería estar en prisión. Lasa, mientras tanto, asiente. A su hermano lo enterraron en cal viva los GAL, y ella asegura verse ninguneada por las instituciones.
No obstante, y ante preguntas del auditorio, la hermana de José Antonio Lasa señala que, a pesar de la rabia que ha sentido en ocasiones, no le desea “ningún mal” a nadie después de “tanto dolor”. Del mismo parecer son Rodero y Maguila. Éste ha explicado que tiene puestas sus energías "en estas laboras y en otras más importantes" en pro del fin de la violencia, mientras que la viuda del ertzaina ha señalado que nunca ha tenido el "deseo" de ejercer la violencia como venganza.
“Yo cuando hice lo que hice lo hice conscientemente"
“Lo que sí hay que hacer es reconocer el dolor que se ha causado, como han hecho ya todas las fuerzas activas en el País Vasco”, ha afirmado Fernández Hernando. “Y lógicamente los afectados no van a olvidar, pero no nos podemos enrocar en perdones porque perdonar es una cuestion personal, no de colectivos”. Lasa le interrumpe. “Una persona puede perdonar sin que le hayan pedido perdón”, asegura, para incidir en que, en su opinión, debe contarse “toda la verdad”.
Y ahí empiezan las complicaciones, porque esta verdad, según Maguila, no es absoluta. “Unos entenderán que ha habido una banda armada que era una asesina, otros entenderán que había un pueblo vasco que perdió la libertad hace muchos años y está intentando recuperarla, y otros que ni son españoles ni son vascos y se han visto afectados por un conflicto que les era ajeno”, relata el exetarra que, preguntado por si se arrepiente de su pasado, admite que “sinceramente, no”. “No me parece que sea un elemento que contribuya a nada que yo diga si me arrepiento o no, pertenece a mi pasado, y es secundario”, se justifica.
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“Yo cuando hice lo que hice lo hice conscientemente. Cuando entras en una organización no entras para vender piruletas, entras para hacer daño porque crees que a través de eso podrás generar una situación positiva”, ha explicado el exetarra, que ha remachado asegurando que “yo no veo nada negativo en aquello que hice, desde mi perspectiva. Yo sigo pensando que, en aquel momento en que lo hice, era lo correcto”.
En cuanto a los encuentros entre víctimas y asesinos, los tres coinciden en calificarlos de positivos. Rodero explica, al igual que Maguila, que les han servido para “aprender”, si bien a la hora de generalizar estos actos el exetarra aboga por no institucionalizarlos ni involucrar a las asociaciones y dejar que víctimas y asesinos tomen la iniciativa. “Los dos teníamos curiosidad”, describe la viuda del ertzaina sobre su primer encuentro con Fernández Hernando. Igualmente, Rodero denuncia la situación de Lasa. “A mi ya me estaban dando por hecho que era víctima por ser víctima de ETA, y a Axun era todo lo contrario: era una víctima que no ha sido reconocida, e incluso en los juzgados se trata de diferente manera”.
La hermana del asesinado por los GAL coincide, y asegura que le han “enriquecido” los encuentros con otras víctimas y con sus “victimarios”. “Primero existe miedo, precaución… pero no existe rechazo”, cuenta. El exterrorista interviene. “Cuando yo fui a conocer a Rosa, no voy a negarlo: tenía miedo de que ella pudiera rechazarme. Pero fue todo lo contrario, me recibió con una mirada respetuosa, afectiva. Y eso lo que me demuestra es que todos los odios de una sociedad se resuelven a través del diálogo”.