Justicia preventiva
Condenados bajo palabra
El testigo estrella de la Fiscalía española en el caso del supuesto complot islamista que iba a atentar contra el metro de Barcelona en 2008el metro de Barcelona en 2008describió ante el juez una red europea de financiación de Al Qaeda de la que él mismo juró formar parte pero que en realidad no existía, según una investigación internacional de Journalismfund.eu.
El hombre que prestó ese testimonio, un pakistaní que hoy tiene 41 años, declaró también que había sido enviado como terrorista suicida desde Francia y que se había arrepentido en el último momento. El tribunal condenó a los 11 acusadostribunal condenó a los 11 acusadosen aquel proceso basándose, sobre todo, en esta declaración.
Dos conocidos suyos y varios documentos analizados ahora desmontan esa pretendida red de financiación terrorista. El relato del testigo de la Fiscalía fue construido fundamentalmente a partir de nombres y elementos extraídos de su actividad como traficante de contratos y permisos de trabajo en Europa. El testigo, y supuesto arrepentido, a cuya verdadera identidad hemos tenido acceso, es en realidad uno de los traficantes de inmigrantes más buscados en Pakistán. Y en aquellos años, al contrario de lo que declaró ante el tribunal, colaboraba además con los servicios secretos franceses.
El testimonio del supuesto arrepentido desencadenó la Operación Cantata, desarrollada por la Guardia Civil en el barrio barcelonés del Raval en enero de 2008. Y su relato puso en alerta a varios países europeos porque el atentado contra el metro de Barcelona, donde fueron detenidas catorce personas, solo era —según el falso testigo— el primero de una serie de ataques que, de no aceptarse las peticiones de Al Qaeda, golpearían otros cuatro países. “Alemania; y si no se accedía habría uno en Francia; si no se accedía, uno en Portugal y, si no se accedía, atacarían Inglaterra”, declaró. ¿Cuáles iban a ser la peticiones? El testigo nunca las explicó, aunque sí aseguró que “en el Reino Unido había mucha gente preparada” para cometer atentados.
Cinco días después de la Operación Cantata, y a partir de las informaciones de este testigo, la Policía británica detuvo a seis pakistaníes que acababan de aterrizar en el aeropuerto londinense de Gatwick procedentes de Barcelona. Pero los supuestos terroristas resultaron ser familiares y partidarios de uno de los hombres fuertes del entonces presidente pakistaní, Pervez Musharraf. Y tras 21 horas de interrogatorio y una “humillante disculpa diplomática”, según el relato de The Guardian, fueron puestos en libertad sin cargos. Otros dos supuestos terroristas señalados en Portugal por la declaración falsa del testigo de la Fiscalía ni siquiera llegaron a ser detenidos, según el diario luso Público. La inminente cadena de explosiones en Europa, amplificada por el eco de las masacres de Atocha y el metro de Londres, se quedó en bluf.
En España, en cambio, diez pakistaníes y un ciudadano indio fueron finalmente acusados de formar un grupo terrorista e intentar atentar contra el metro de Barcelona.
El juicio contra ellos se celebró a finales de 2009. El falso testigo que provocó su detención, bautizado judicialmente con el nombre en código de F1, declaró ante el juez haber formado parte de Al Qaeda al menos entre el año 2005 y 2008, año en el que se produjeron las detenciones. Primero explicó que se ocupaba de llevar dinero desde París a varios países europeos dentro de una red que movía hasta tres millones de euros al año. Luego aseguró haber recibido entrenamiento en campos yihadistas de Afganistán y Pakistán. Y, después de describir ante el tribunal la cadena de atentados en Europa que los terroristas habían preparado, cuando uno de los abogados le preguntó si seguía perteneciendo a Al Qaeda, respondió: “Es al tribunal al que corresponde decidir quién soy yo”.
La sentencia que condenó a los acusados se fundamenta en una convicción: “El tribunal llega a la conclusión de aceptar como probado que los hechos se desarrollaron en la forma en que este testigo relata”. Y lo hizo basándose en la coincidencia en sus diversas declaraciones, “sin que se observe ninguna contradicción esencial, que haga dudar de su verosimilitud”.
Sin embargo, y a pesar de las conclusiones de la sentencia, la investigación de las conexiones de los detenidos en Barcelona con una supuesta red de financiación de Al Qaeda que incluía Francia, Italia, Bélgica y Holanda, había sido abandonada durante la instrucción ante la falta de pruebas, según refleja un informe de la propia Guardia Civil.
Testigo protegido
La condena de los diez pakistaníes y del indio acusados de formar una célula terrorista vinculada a Al Qaeda a través del grupo Terik-e-Taliban y de querer volar el metro de Barcelona se basó sobre todo en el testimonio del citado arrepentido, cuya identidad y circunstancias se mantuvieron bajo secreto durante el juicio. Sin embargo, sólo dos meses después de su celebración, el fiscal Vicente González Mota, encargado del caso, reconoció en privado que “no había ningún lazo con Al Qaeda” y que el testigo era en realidad “un agente encubierto” extranjero, según recoge un cable enviado a Washington por la embajada americana el 25 de enero de 2010 que acabó siendo revelado por Wikileaks.
De los once condenados a partir del testimonio del falso arrepentido, dos siguen todavía en prisión. El supuesto líder de la célula, que fue condenado a ocho años de cárcel, y el último de los detenidos, extraditado desde Holanda y que ingresó en prisión seis meses después de la operación policial. A mediados del pasado mes de enero los otros nueve cumplieron sus seis años de cárcel. La mayoría fueron deportados a Pakistán e India, donde todavía hoy reivindican su inocencia en entrevistas y ruedas de prensa.
El único de ellos que permanece en nuestro país, gracias a su nacionalidad española, sigue viviendo en Barcelona, su ciudad desde hace cuatro décadas. Mohammed Ayub, de 70 años, recuerda en el piso que uno de sus hijos tiene en el Raval el extraño fin de semana de su detención: “En los calabozos me acordaba del chico que había venido de Francia y pensaba: 'Pobrecito, por juntarse con nosotros lo han detenido también a él”.
Todos los condenados eran seguidores de Tabligh al Jamaat, una corriente pacifista y apolítica del Islam que exige a sus miembros una salida de al menos tres días al mes para rezar, comentar el Corán y predicar la religión. Esa salida debe llevarles hasta una mezquita distinta de la que frecuentan de manera habitual, en la que además los reunidos conviven y pernoctan. El testigo protegido de la Fiscalía que les llevó a la cárcel haciéndose pasar por terrorista arrepentido llegó un miércoles a Barcelona y les pidió sumarse a una de esas salidas. El viernes por la noche, sólo dos días después, la Guardia Civil entró en la mezquita de la calle Maçanet y llevó a cabo la mayoría de las detenciones.
F1, el falso terrorista, señaló a los agentes la pastelería pakistaní más antigua del barrio del Raval, propiedad del jubilado Mohammed Ayub, como el lugar en el que se iban a fabricar las bombas para volar el metro de Barcelona. La policía registró el local sin hallar nada. Ayub, al igual que el resto de los detenidos, pasó ese fin de semana incomunicado y ni siquiera imaginaba que el “chico” que acababa de llegar de Francia era quien había desencadenado la operación policial. El chico era pakistaní, tenía 35 años, vivía en París y aseguró a las autoridades españolas que, aunque se había arrepentido en el último momento, él mismo iba a ser uno de los suicidas encargados de cometer el atentado.
El supuesto terrorista no llegó a estar detenido y apenas cuatro días después obtuvo oficialmente la condición de testigo protegido, que en su caso incluía además la inmunidad. F1, que en el juicio admitió que su nombre real era Asim, pudo presentarse así ante el juez como un miembro de Al Qaeda sin temor a que se abriera ningún proceso legal contra él. El Ministerio del Interior alega “razones de seguridad” para no aclarar si Asim sigue teniendo la consideración de testigo protegido y si continúa recibiendo una remuneración por ello.
“¿Hay alguna razón, condición o circunstancia que pudiera dificultarle o impedirle decir la verdad?”, le preguntó el presidente del tribunal, Javier Gómez Bermúdez, al inicio de su declaración el 16 de noviembre de 2009. “Todo es cierto”, respondió el testigo. Sin embargo, al contrario de lo que él mismo declaró bajo juramento, sí colaboraba con los servicios secretos franceses, como reconoció luego González Mota, el fiscal que había dirigido la acusación. Y, según dos conocidos suyos de París y varios documentos a los que ha tenido acceso esta investigación, la supuesta red de Al Qaeda para la que dijo haber trabajado desde 2005 nunca existió.
En busca y captura
La red de financiación de Al Qaeda que describió Asim se extendía supuestamente de París al norte de Italia, en los alrededores de Brescia. Pero su relato fue construido utilizando nombres y datos relacionados con su verdadera actividad como traficante de inmigrantes en Francia, Italia y Portugal. Tanto es así que las dos personas que el falso testigo señaló en Francia como correos fundamentales del dinero de Al Qaeda no han llegado a ser acusados de nada, ni siquiera policialmente.
Asim, el supuesto arrepentido, había declarado que los dos encargados de llevar el dinero desde París hasta Brescia eran “fundamentalmente” dos ciudadanos pakistaníes. Nadeem, técnico instalador de paneles eléctricos “con residencia portuguesa y empadronado en Barcelona”, y Tariq, albañil con “residencia francesa e italiana”. Los dos viven desde hace diez años a las afueras de París y, en efecto, conocen bien a Asim.
En su declaración, Asim recordó en particular “que una vez fue con Tariq y Nadeem a un pueblo pequeño cerca de Milán”. Tanto Nadeem como Tariq reconocen que ese viaje tuvo lugar. Pero el objetivo no tenía nada que ver con el terrorismo sino con conseguir un permiso de trabajo que el mismo Asim les había prometido. Luego continuaron hasta Brescia, donde Tariq había vivido hasta 2003 y donde quería visitar a unos viejos amigos.
El viaje a Italia fue en balde. “Nos dijo que el dueño del locutorio [donde se suponía que iban a firmar el contrato] había tenido que viajar a Pakistán porque había muerto su padre”, recuerda Tariq, que en la actualidad reside legalmente en Francia. Él se subió al coche para acompañar a Nadeem, con el que mantiene una larga amistad, aunque conoce bien a Asim y su familia. “Yo siempre se lo decía a Nadeem: Asim es un mentiroso”, explicaba un viernes por la tarde sobre la alfombra de una mezquita de La Courneuve, un municipio a las afueras de París.
Asim, con residencia legal en Francia, ya había llevado a Nadeem en una ocasión hasta Barcelona, donde se empadronó en 2005. Meses después del viaje a Italia, Asim condujo de nuevo a Nadeem, junto a otros tres compatriotas sin papeles, hasta Portugal. El objetivo era, de nuevo, conseguir contratos de trabajo falsos que facilitaran su regularización, algo que esta vez obtuvieron (Nadeem pagó 1.500 euros) gracias a la empresa de un familiar del propio Asim, como muestra una copia del contrato firmada el 1 de agosto de 2006. Sin embargo, meses después, Nadeem recibió una notificación del gobierno portugués declarando el contrato nulo. Desde entonces no ha vuelto a ver a Asim.
En enero de 2008, cuando tuvieron lugar las detenciones en Barcelona, la verdadera actividad criminal de Asim –conseguidor de papeles a cambio de dinero– era un secreto a voces en Francia. La comunidad pakistaní de los alrededores de París lo sabía –y algunos pagaban— desde hacía al menos tres años, según varios entrevistados para este reportaje. Durante el último año, familiares de algunas de sus víctimas que residían en París lo buscaban además por estafa: Asim había cogido el dinero pero no había facilitado la entrada en Europa de los inmigrantes que le habían pagado. Desde 2007, su condición criminal era un hecho bien conocido por las autoridades de Pakistán. Meses antes de su aparición estelar en Barcelona, la policía de Rawalpindi había cursado tres denuncias contra él por ofrecer “permisos de trabajo para Italia”.
En 2009, el llamado Libro Rojo contra el Tráfico de Personas de la Federal Investigation Agency (FIA), una oficina de investigación policial pakistaní, lo incluyó entre los 76 traficantes de seres humanos más buscados de Pakistán, tal y como puede comprobarse en su web oficial. Cuatro meses antes del juicio contra los once inmigrantes de Barcelona, ya había sido declarado oficialmente como “fugitivo” en Pakistán. Desde abril de 2010, tres meses después de la sentencia, está en busca y captura, como muestra la última edición de ese documento, fechada en 2012. Sin embargo, el estatuto de testigo protegido que le otorgó España dificulta la efectividad de dicha búsqueda.
Los abogados de los 11 acusados condenados a partir del falso testimonio del testigo protegido lamentan que esta información no estuviera a disposición de la defensa durante el juicio y apelan directamente a la responsabilidad de la Fiscalía. “Si hubiéramos conocido con qué organizaciones criminales trabajaba de verdad, y que no eran precisamente Al Qaeda, eso habría minado su credibilidad”, explica el abogado Benet Salellas. “No sólo la credibilidad intrínseca de su relato, sino también la extrínseca, porque nos habría servido para ver que lo que contaba, cuando era comprobable y se comprobaba, era falso”, añade.
“Una cosa es ocultar la identidad del testigo, que hasta cierto punto es comprensible, y otra cosa ocultar las circunstancias del testigo, lo cual no ocurre en ningún país civilizado”, añade el otro abogado, Jacobo Teijelo. “Saber que existe información relevante para la defensa y no comunicarla implica que no se respetó la norma del proceso debido y eso habría echado abajo todo el procedimiento”, añade. El fiscal González Mota, los jueces Gómez Bermúdez, Manuela Fernández de Prado y Javier Martínez Lázaro, y el Ministerio del Interior han declinado comentar estas nuevas informaciones.
Una huella anónima
Los únicos indicios materiales con los que la Fiscalía de la Audiencia Nacional respaldó el testimonio de Asim fueron 18 gramos de pólvora extraídos de unas bengalas infantiles y 783 perdigones para armas de aire comprimido. Estaban dentro de dos bolsas de plástico en la mezquita de la calle Maçanet, donde dormían la mayoría de los detenidos cuando irrumpió la Guardia Civil en la madrugada del 19 de enero de 2008.
Sin embargo, las huellas encontradas en las bolsas que contenían dichos materiales no pertenecen a ninguno de los once condenados. Las defensas siempre sostuvieron que fue Asim quien metió las bolsas en la mezquita y que luego usó sus contactos con los servicios secretos en París para desencadenar la operación, pero la investigación judicial nunca analizó si las huellas aparecidas en las bolsas se correspondían con las del testigo protegido.
“Todos los productos eran franceses”, recalcó el abogado Salellas en su alegato final. Los perdigones habían sido comprados en una tienda de Unifrance, una cooperativa francesa que en enero de 2008 sólo distribuía en el territorio nacional. Las bengalas, fabricadas en China, habían sido importadas por una empresa del sureste de París para su venta en Francia.
Junto al testimonio de F1, la otra prueba de cargo que consideró la sentencia fue un vídeo publicado por una organización americana, la Nine Eleven Finding Answers Foundation, en el que aparecía un portavoz del grupo terrorista Tehrik e Taliban Pakistán (TTP). En ese vídeo un tal Maulvi Omar reivindicaba un atentado –el de Barcelona— que no había tenido lugar.
Técnicamente la grabación audiovidual era un montaje en el que las pistas de audio y vídeo corrían por separado. El supuesto autor, el periodista freelance Claudio Franco, declaró por videoconferencia en el juicio y reconoció que la entrevista con el tal Omar no la había hecho él, aunque tampoco identificó al autor. A pesar de ello, los 11 inmigrantes del Raval fueron condenados. En su contra, la palabra de un falso confidente encubierto y la declaración de un supuesto portavoz terrorista.
La conexión del testigo protegido con los servicios secretos franceses, y no con Al Qaeda, era algo no sólo conocido por la Fiscalía, como reveló años más tarde Wikileaks, sino por la prensa. Los periódicos españoles, citando a menudo fuentes del Ministerio del Interior, informaron antes del juicio de que se trataba en todo caso de alguien bien conectado con los servicios secretos franceses. También lo hizo The New York Times, en un largo reportaje dedicado a la Operación Cantata: “Asim […] era un informante de los servicios de inteligencia franceses que trabajaba en las zonas tribales de Wazirinstán, (Pakistán)”. El testigo protegido, el día del juicio, no se dio por aludido. Uno de los dos abogados defensores, Jacobo Teijelo, le preguntó si al menos colaboraba como informante: “Jamás en mi vida”, declaró F1, que sin embargo sí admitió en la vista oral que su nombre es Asim.
Sobre este asunto el juez Javier Gómez Bermúdez, presidente del tribunal que condenó a los 11 acusados, apenas quiere hablar. Proclama que “jamás” expresará su “opinión sobre algo obtenido ilegalmente”, en referencia a la información revelada por Wikileaks. Manuela Fernández de Prado y Javier Martínez Lázaro completaban el tribunal. ¿Sabían los jueces que Asim actuaba como agente encubierto? “Cuando yo sé que un testigo protegido está mintiendo, lo escribo en la sentencia y tiene sus consecuencias legales”, asegura Gómez Bermúdez.
Sin embargo, la sentencia, dictada por unanimidad, adelanta expresamente la valoración que ese hecho habría merecido por parte del tribunal. “Aún para el caso de que fuese miembro de los servicios secretos franceses, no tendría motivos suficientes para mentir”, afirma el fallo judicial.
A pesar de ello, en sus conversaciones con la embajada, el fiscal afirmó que “los jueces eran conscientes de que el testigo, más que un miembro de Al Qaeda, era un agente encubierto”, según el cable de la embajada. Otra fuente de la misma Audiencia Nacional confirma también la relación de Asim con los servicios de información franceses. En febrero de 2011, el diario 20minutos ya había publicado además parte del contenido del cable revelado por Wikileaks, titulando que “un topo” había evitado un nuevo 11-M en Barcelona. González Mota ha declinado hacer declaraciones para este reportaje.
Nadeem, uno de los dos testigos que desmontan la supuesta red de financiación de Al Qaeda descrita durante el proceso, asegura que Asim mintió también al negar que colaboraba con los servicios secretos. Según él, lo hacía al menos desde tres años antes de los hechos de Barcelona. Y cita un episodio singular, cuando el 16 de junio de 2005 una veintena de policías encapuchados irrumpieron al amanecer en el piso que Nadeem compartía con tres compatriotas en París.
Los cuatro (uno de ellos, Farooq A., tenía residencia legal en España) fueron detenidos por agentes de la 12ª Sección de los Renseingement Géneraux, una de las ramas de la inteligencia francesa de entonces. Fueron interrogados y puestos en libertad sin cargos treinta y seis horas después, según recoge un documento de la Cimade, una organización francesa de defensa de los derechos de los inmigrantes, fechado el 22 de junio de 2005. “Aquel día, Asim estaba en la comisaría, pero no detenido. Estaba allí para comprobar si yo era el que había señalado”, afirmó Nadeem el 10 de enero de 2014, sin saber todavía que Asim lo había vuelto a señalar en su declaración sobre la Operación Cantata en 2008.
Nadeem, que mantenía una relación cordial con Asim, ya había sido advertido por uno de sus compatriotas de que el conseguidor de papeles falsos era también confidente de la policía. “Yo estoy limpio, me da igual”. Eso pensaba en 2005. Luego vinieron los viajes por papeles, el dinero perdido. “Ahora me arrepiento”, dice pensando en los condenados de Barcelona, con quienes comparte el mismo desdén religioso por las cosas mundanas. Una visión moldeada por el Tabligh al Jamaat, la corriente apolítica del Islam de la que todos ellos son seguidores. “Me arrepiento de no haber hecho nada entonces. Porque luego envió a mis hermanos a prisión”. Aunque esta vez está dispuesto a dejar constancia, en el caso de que llegue a abrirse en sede judicial un proceso por falso testimonio contra Asim.
Pasado el tiempo, la Fiscalía usa palabras bien distintas para describir a su testigo protegido. El pomposo “agente encubierto” del que hablaba González Mota ante la embajada americana pasa a ser otra cosa. “Teníais razón, el testigo protegido era el desecho de todos los servicios secretos de Europa; aquello no le valía a nadie para nada”, recuerda el abogado Teijelo que le confesó un miembro de la Fiscalía un año después. Los resultados policiales de sus confidencias en Europa confirman esta segunda descripción: Los seis detenidos de Londres, los cuatro de París, el otro (además de Nadeem) nombrado entre Francia e Italia y dos señalados en Portugal no fueron nunca acusados de nada.
A finales de 2006, por lo demás, antes de las tres denuncias por tráfico de personas que cursaría Pakistán contra él al año siguiente, Asim, el valioso informante de los servicios de inteligencia de París descrito por The New York Times como la “extraordinaria fuente” que iba y venía entre los campos de yihadistas y los Campos Elíseos, tenía muchos asuntos pendientes en Francia: multas de la RATP (la empresa que gestiona el transporte en París) por viajar con un abono sin identificar (a pesar de que él y su familia tenían derecho a un título con descuento), reclamaciones del Departamento de Seine Saint-Denis por impago de más de 600 euros en multas de aparcamiento de su Mercedes 200 (modelo de 1984) y cheques sin fondos denunciados por la Banque Nationale de Paris, que también le había advertido por impagos en el seguro de vida. Hacienda, su vez, le había reclamado la declaración de impuestos.
El 16 de enero de 2008, miércoles, llegó a Barcelona, supuestamente inmerso en una misión terrorista. El objetivo: volar el metro de la ciudad. Dos días después, el viernes por la noche, cuando la Guardia Civil irrumpió en la mezquita, él abandonó discretamente la calle Maçanet sin ser detenido y acompañado por un agente. El martes adquirió oficialmente la condición de testigo protegido. A finales de ese mes su mujer, sus tres hijos y su suegra habían abandonado también el piso HLM (Vivienda de Alquiler Moderado, por sus siglas en francés) en el que vivían en el noreste de París. Al menos dos establecimientos de la región parisina conservan anotadas compras de antes de aquellas navidades que dejó sin pagar: 214 euros en total. Cuatro meses después, viviendo ya en España como testigo protegido, aún ingresó las ayudas sociales del Estado francés correspondientes a la mensualidad de abril: 972 euros.