El nuevo mapa político
Bipartidismo: tocado, pero no hundido
La noche del 22 de marzo fue pródiga en titulares: que el PSOE había resistido el tirón y había ganado con holgura las elecciones en andaluzas, que el PP se había hundido estrepitosamente, que Podemos y Ciudadanos habían irrumpido con enorme fuerza –aunque a distancia de los grandes– en el nuevo Parlamento andaluz, que IU se había despeñado. Pero quizá pudo pasar más desapercibido otro dato revelador y elocuente: el relativo pinchazo del bipartidismo. Del 80,23% cosechado en las últimas autonómicas se pasó al 62,19%. Algo más de 18 puntos de caída.
En realidad, llovía sobre mojado. Es la tendencia que marcan todas las encuestas, tanto las del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) como las de institutos demoscópicos privados, y el rumbo que señalaron las urnas en los comicios europeos del año pasado: entonces, la suma de PP y PSOE se quedó en un pírrico 49,1%, cuando cinco años antes juntos habían alcanzado el 80,9%. Parece quebrarse una línea que había venido galvanizando en los últimos años: España había caminado, al menos hasta 2011, hacia un reforzamiento de la preeminencia de conservadores y socialistas desde los primeros años 90, cuando la derecha confluyó en el actual Partido Popular y desapareció el centro, ocupado primero por UCD y luego por el CDS de Adolfo Suárez.
¿Pero el bipartidismo está tocado o hundido? Los expertos apuestan, por ahora, por la primera de las alternativas. Tocado porque el 22-M demostró una caída de los dos grandes, cierta, pero sobre todo achacable al PP, que se derrumbó desde su 40,67% de 2012 al 26,76% de hace una semana. El PSOE, en un escenario más fragmentado, aguantó el tirón. Los politólogos sí reconocen que Andalucía es un microclima especial, un hábitat muy confortable para los socialistas desde la Transición, su mayor caladero de votos, la comunidad donde cuentan con una estructura más potente. Pero Andalucía, convienen, es la autonomía más poblada de España (8,4 millones), y la que aporta más escaños al Congreso. Andalucía, por tanto, da más "pistas" del comportamiento electoral general, a juicio de los analistas.
Aunque hacer pronósticos ahora, a menos de dos meses de las autonómicas y municipales del 24 de mayo, y entre ocho y nueve meses antes de las generales, resulta aventurado, como también coinciden politólogos como Julio Embid (subdirector del Laboratorio de Fundación Alternativas), José Ramón Montero (Universidad Autónoma de Madrid), Lluís Orriols (Carlos III de Madrid) y sociólogos como Ignacio Urquizu (Complutense). El escenario es demasiado fluido y volátil como para augurar cómo reaccionarán los votantes a tanto tiempo vista. Y el ejemplo que señalan es el crecimiento espectacular de Ciudadanos: apenas salía en las quinielas cuando Susana Díaz convocó las elecciones andaluzas, y al final se coló con nueve escaños y un 9,28% de los votos, de golpe, barriendo de paso a UPyD, que de nuevo se quedó fuera de la Cámara.
01. EL PSOE NO ES EL PASOK
Lo que se puede observar, en todo caso, son las tendencias. Tras el hito del 49,1% de las europeas, el barómetro de julio del CIS apuntó que PP y PSOE ocupaban el 51,2% del electorado; en octubre, ambas sumaban el 51,4%, y en el último estudio con estimación de voto, el de enero de 2015, aglutinaban el 49,5%. Las encuestas muestran ahora, más que un bipartidismo, un tetrapartidismotetrapartidismo, una tarta repartida, casi a partes iguales, entre PP, Podemos, PSOE y, más rezagado, Ciudadanos. Los cuatro rondando el 20%. En Andalucía, el panorama no ha resultado tan homogéneo. Díaz ganó con un 35,43% de las papeletas y sus mismos 47 escaños –se dejó 4,13 puntos y 118.881 sufragios por el camino–, seguida del PP (26,76%, 33 actas), Podemos (14,84%, 15 diputados), C's (9,28%, 9 parlamentarios) e IU (6,89%, 5 asientos).
"Lo que parece claro es que el bipartidismo está muy tocado, y creo que en autonómicas y municipales y, más tarde en generales, veremos este importante deterioro. Apostaría por que esta crisis de los dos grandes se va a mantener... Pero destrucción... no la veo por ahora. Al PSOE no lo veo tan amenazado de muerte por Podemos, aunque el PP lo pasará peor de lo que podría pensar", sostiene Lluís Orriols. José Ramón Montero tampoco da por muerto el reinado de las dos grandes formaciones. "Si se mantiene el espíritu de Andalucía, veremos un voto de castigo al PP, parte de cuyos votantes fluirán hacia C's, y Podemos podría situarse en torno al 15-20%. La suma de PP y PSOE bajará, pero no podemos decretar el fin del bipartidismo. Cuando se hablaba de esto, yo pensaba en la II República, y entonces socialistas y CEDA [la derecha católica] no llegaban al 50%. Lo que va a cambiar fundamentalmente es la formación de gobiernos", que se hará más complicada por la necesidad de los pactos.
"De las elecciones andaluzas lo que mejor podemos extraer son tendencias. Y lo que muestran las tendencias es que el Partido Popular se hunde electoralmente y el PSOE retrocede ligeramente respecto de 2012. Así que los dos grandes partidos sí que parece que ceden apoyos en beneficio de nuevas formaciones. Pero el bipartidismo está tocado, no hundido", señala con rotundidad Urquizu.
Los expertos apuntan a un hecho claro que ha demostrado el 22-M: "Que el PSOE no es el Pasok griego [que cayó al 4,68% en las generales del 25 de enero]. Controlará de nuevo, y tras 33 años, el Gobierno autonómico de la comunidad más poblada, un campo base importante desde el que puede recuperarse", dice Orriols. Juicio que suscribe Urquizu.
02. LA INCIDENCIA DEL SISTEMA ELECTORAL
No hay que olvidar otro elemento crucial. El porcentaje de voto no se traslada automáticamente al Congreso. Porque de camino actúa el sistema electoral, que favorece a las dos primeras fuerzas y castiga a las que tienen una implantación débil y dispersa. Montero, Embid y Orriols recuerdan, en ese sentido, que la ley D'Hondt funciona de modo nada proporcional en distritos pequeños, en los que se reparten pocos escañosley D'Hondt. Y no son pocos. En las generales de 2011, una provincia distribuyó dos asientos (Soria); ocho, tres diputados; nueve, cuatro actas; y siete, cinco asientos. Eso suma 25 de las 50 provincias. En distritos donde el juego sea a tres escaños, la cuarta fuerza no logrará entrar, por ejemplo. En resumidas cuentas, las terceras y cuartas fuerzas pueden salir eliminadas en buena parte de los territorios si quedan significamente por debajo de los dos grandes.
Los emergentes, en cambio, sí podrían tener un mayor empuje en las zonas más pobladas y en las que el reparto sí es más proporcional. En las autonómicas se verá un aperitivo en parlamentos como el de Madrid, donde la correlación de votos y escaños es casi simétrica, gracias a que la Asamblea es grande en volumen de diputados (129) y hay una sola circunscripción. Es decir, que "el sistema electoral puede amortiguar la caída del bipartidismo, porque una cosa es el porcentaje de sufragios y otra la traslación mecánica a escaños, y ahí se verá que los cuatro partidos no serán iguales en peso", tal y como sentencia Orriols.
¿Sustitución PP-PSOE por PP-Podemos?
Andalucía, por tanto, lanza señales, pero no es una plantilla exacta. La comunidad, y lo demuestran las encuestas y las urnas, elección tras elección, está más escorada a la izquierda, y la derecha nunca ha llegado a tener el predicamento suficiente como para hacer voltear la tortilla en las autonómicas. El 22-M, PSOE, Podemos e IU sumaron el 57,16% de los votos y 67 escaños, 12 por encima de la mayoría absoluta del Parlamento. "Las andaluzas son elecciones distintas porque se hacen en un contexto que no es el de otras autonomías –indica Urquizu–. Por ejemplo, la fortaleza del PSOE no es comparable con el resto de territoriosfortaleza . Por ello, extrapolar esos datos es algo que exige muchos matices". "Andalucía da pistas de los cambios. No tenemos por qué esperar que el PSOE quede primero en el resto de España, desde luego, pero sí apunta la intensidad de los cambios, que el bipartidismo se debilita, que se castiga al PP y que emergen nuevas formaciones", sintetiza Orriols.
Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, con la candidata andaluza de Podemos, Teresa Rodríguez, el pasado 20 de marzo en el cierre de campaña en Sevilla | EFE
"En las próximas elecciones habrá dos opciones: PP y Podemos", aseguraba Pablo Iglesias en una entrevista en El País en enero, cuando ni se atisbaba el fenómeno Ciudadanos. A juicio de los expertos, esa sentencia podría resultar pretenciosa. "La sustitución de PP-PSOE por PP-Podemos no parece probable. No lo van a tener fácil, porque también generan resistencia en ciertos ámbitos. Si es segunda fuerza en las Castillas, por ejemplo, entonces podría suceder, pero si no quedarán infrarrepresentados en el Congreso", asegura Montero. "La irrupción de C's merma las expectativas de Iglesias –conviene Embid–. Ya no sólo Podemos recoge el voto contestatario. Ya no está solo en el eje viejo-nuevo". Y el partido de Albert Rivera podría tener un buen resultado el 24-M, avisa, en plazas claves como Madrid.
Desde luego, el PSOE no contempla quedar orillado por la formación morada, y menos ahora, tras el 22-M. Este sábado lo remarcó taxativamente Pedro Sánchez ante el Comité Federal del PSOE: "El PSOE es la alternativa al PP. Por eso nos temen, porque saben que somos los únicos que podemos poner fin a los gobiernos del PP".
03. LAS SERIES HISTÓRICAS
¿Cuál ha sido históricamente el peso del bipartidismo en España? En los primeros años de la democracia, la suma de PSOE y Alianza Popular era singularmente baja. Del 37,53% en las primeras legislativas, las de junio de 1977, o del 31,16%, en las primeras municipales, las de abril de 1979. Pero tras el hundimiento total de UCD en 1982 el partido de Manuel Fraga fue ganando músculo, y se consolidó como la formación que agrupaba a la derecha española tras la refundación de 1990 –cuando adoptó su actual nombre, Partido Popular, y pasó a dirigirlo José María Aznar– y la desaparición del CDS. Desde entonces, la fuerza de PSOE y PP fue creciendo: del 63,68% de las locales de 1991 hasta llegar a cotas del 84,67% (europeas de 2004) y del 83,81% (generales de 2008).
En las municipales de mayo de 2011, ambos supusieron el 65,33% de las papeletas. En las últimas legislativas, las de noviembre de ese año, en las que Mariano Rajoy conquistó la Moncloa y Alfredo Pérez Rubalcaba condujo a su partido a su peor resultado, PP y PSOE llegaron al 73,39%. De ese umbral bajaron en dos años y medio al 49,1% de las últimas europeas.
¿Y qué ha ocurrido en los parlamentos autonómicos, en concreto en los 13 que ahora se renuevan en las urnas? Primero, hay que separar las primeras elecciones, las de mayo de 1983. Acababa de vencer Felipe González por una mayoría absoluta inapelable (202 escaños en el Congreso). El enorme empuje del PSOE motivó que en aquellos primeros comicios la fuerza del bipartidismo superara el 70% de los votos. El umbral más bajo lo encontramos en comunidades que tradicionalmente han acogido una mayor fragmentación o en las que ha gozado de mayor peso el nacionalismo. Fue el caso de Aragón (69,94%), Baleares (70,7%), Canarias (70,3%) o Navarra, donde la suma conviene hacerla entre los socialistas, UPN y el PP, que desde 1991 hasta 2007 –ambos comicios incluidos–, concurrió a las autonómicas con los regionalistas. En el resto, ya encontramos porcentajes altos, como en Castilla-La Mancha (88,11%), Murcia (88,1%), La Rioja (87,15%) o Madrid (85,1%).
En las siguientes elecciones, las de 1987, el PSOE ya acusó sus primeros cinco años de Gobierno. Ello, sumado a una cierta debilidad de AP y al mediano tirón del CDS, explica que la suma de los dos grandes partidos se resintiese en algunos territorios. En Asturias fue del 64,87%; en Cantabria, del 70,46%; en Aragón, del 51,92%; en Navarra, del 57,2% y en Valencia, del 65,88%. En Canarias, ambos agruparon a sólo el 39,3%.
La comparación 1995-2011
En 1991, el PP ya comienza a asentarse y el CDS desaparece de un plumazo de varias asambleas legislativas. El bipartidismo, de media, alcanzó en ese año el 72,33%, con el punto más bajo en Cantabria (48,43%) y el más alto en Castilla-La Mancha (88,9%).
En 1995, el mapa se vuelve azul y el PP consigue el timón de varias autonomías que, con el tiempo, se convertirían en sus feudos, como Madrid, Valencia o Murcia. PP y PSOE suman un 75,17% en los 13 parlamentos autonómicos. El rango fluye desde el 56,55% de Aragón al 91% de Castilla-La Mancha. En 2011, en las últimas autonómicas, el PP amasó el mayor poder territorial que jamás había tenido, frente a un PSOE enormemente debilitado. De media, los dos grandes partidos aglutinaron el 73,08%. La cifra se resiente por la división de la derecha en Asturias (entre el PP y Foro) –conservadores y socialistas tocaron el 51,2%, por el 85,6% de 2007–, la implantación del nacionalismo en Navarra, Baleares y Canarias, la tradicional fragmentación de Aragón, y el desplome del PSOE.
A ello hay que añadir comunidades como País Vasco o Cataluña –que no celebran comicios el 24-M, como Galicia y Andalucía– donde el arraigo del bipartidismo ha sido infinitamente menor. "De cara a mayo, seguramente tampoco acabaremos de poder identificar con toda claridad la magnitud del cambio en nuestro sistema de partidos", subraya Urquizu.
04. DIFÍCIL VISLUMBRAR EL FUTURO
Los expertos rechazan la idea de que se vuelva a parlamentos más fraccionados como los de los primeros años de democracia, porque la situación no es comparable. España acababa de salir de una dictadura de 40 años y las estructuras partidarias no estaban tan asentadas. Hoy sí, al menos en el caso de las formaciones tradicionales. No ocurre lo mismo, sin embargo, con los emergentes. Como recalca Montero, Podemos y Ciudadanos tienen "menos herramientas para salir a flote" en caso de un mal resultado. PSOE y PP, tercia Orriols, tienen "raíces más potentes, de modo que hacer caer el árbol es más complicado".
Albert Rivera y el candidato a la Junta de Ciudadanos, Juan Marín, en el cierre de campaña, el pasado 20 de marzo en Sevilla | EFE
Los analistas tampoco se atreven a especular hacia qué sistema está girando España. El espejo, dicen, no es Grecia, pero tampoco el modelo multipartito italiano. Según el profesor de la Carlos III, en realidad nos estamos "igualando con los países de nuestro entorno", donde la potencia de las dos grandes fuerzas es menor y se tiende a una mayor cultura del diálogo y del pacto. "No habrá una suma de PP y PSOE del 80%, pero sí tal vez del 60%, y luego otro 40% más repartido. El bipartidismo es resiliente, aguanta", señala Montero.
El momento de tejer alianzas
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Aun dando por hecho que el juego a dos se reduzca, es pronto para pesar que se consolidará. Embid, Orriols o Montero advierten de que Podemos y Ciudadanos intentarán no mojarse en las siguientes contiendas electorales –24-M y 27-S, las catalanas, en caso de que se mantenga esa fecha–, con el fin de resguardarse para las generales, donde tienen todas sus esperanzas volcadas. Y hasta entonces buscarán no trenzar alianzas. Cuando ya pase el atracón de las urnas, sí será el momento, se volverán más "pragmáticos". Y quedarán retratados. En la gestión de su día a día es donde se cocinará su evolución. El votante, convienen los expertos, es ambivalente: se cansa de las mayorías absolutas y quiere pactos y luego se harta de ellos y tiende a mayorías amplias. Lo mismo podría suceder en el futuro. "Pero este año de inestabilidad no nos lo quita nadie", avisa Embid.
"Sólo cuando lleguemos a las generales sabremos con seguridad si el bipartidismo ha cedido tanto como dicen las encuestas. Porque además muchas personas van a votar de forma distinta en las elecciones autonómicas y en las legislativas. Algo que añade más incertidumbre", agrega Urquizu. "Estamos viviendo el viaje, pero el destino final no lo sabemos", culmina Orriols.
2015 dará mucho de sí. Así que no hay sentencia definitiva. Sí indicios, y no pintan buenos para los grandes partidos. Aunque la zozobra no sea, por ahora, total.