Elecciones catalanas 27-S
27-S: ¿A quién beneficiaría una alta participación?
Los resultados de las elecciones autonómicas que se celebrarán en Cataluña el próximo mes de septiembre van a ser analizados con lupa. Tanto el porcentaje de voto como los escaños que consigan los bloques independentista y constitucionalista serán objeto de debate e interpretaciones, pero antes incluso de que se celebren los comicios los diferentes partidos ya están haciéndo cábalas sobre cómo afectará la participación a sus resultados. Los expertos, por su parte, están divididos sobre la hipótesis de que una mayor afluencia a las urnas beneficiará al voto antisoberanista.
Este martes, el candidato del PP a la Presidencia de la Generalitat, Xavier García Albiol, daba una cifra que, a su juicio, serviría para "desmontar el chiringuito a los independentistas": un 72% de participación. Según él, si el porcentaje de catalanes que acude a las urnas es igual o superior a ese, a los soberanistas "se les acaba la broma", una interpretación que comparte con fuentes de la dirección de Ciudadanos consultadas por este diario, que sostienen que una alta participación perjudica a las fuerzas que promueven la independencia.
El presidente de la asociación constitucionalista Societat Civil Catalana, Josep Ramon Bosch, coincidió con García Albiol en que para que su opción le arrebate la hegemonía a la soberanista es fundamental movilizar al electorado, especialmente en las grandes ciudades y sus áreas metropolitanas. "Con un 60-65% de participación, Junts pel Sí tiene una gran posibilidad de ganar y tener mayoría absoluta junto a la CUP, mientras que con un 75-80% sus posibilidades serían mínimas", aseguró.
Por su parte, el primer secretario del PSC, Miquel Iceta, fue menos taxativo hace unos días al respecto, aunque también dejó caer que una participación menor beneficia a los independentistas. "Quieren que voten unos y no tanto otros. Nosotros queremos que vote todo el mundo", señaló Iceta, que criticó que Artur Mas ha "jugado" con la fecha de las elecciones –se celebrarán el 27 de septiembre– para que le beneficie: "El primer día de campaña es la Diada del 11-S, en que hay convocada una manifestación por la independencia que sin duda será importante. Y se celebran elecciones en medio de un cierto puente, el de la Mercè, al menos para los ciudadanos de Barcelona y el área metropolitana", denunció.
Las cifras no confirman la hipótesis
Las cifras históricas de participación, no obstante, no ofrecen conclusiones tan claras como hacen ver Bosch y Albiol con respecto a que una alta afluencia a las urnas beneficie a las opciones no independentistas. El ejemplo más claro es la comparación entre los comicios de 2010, cuando Mas aún no había declarado sus planes de romper con el Estado, y las de 2012, que el presidente de la Generalitat convocó para obtener una "nueva legitimidad" que diese un impulso a su proyecto secesionista. En esas elecciones, hubo un aumento de nueve puntos en la participación, pero el bloque soberanista sólo cayó dos escaños.
En la votación de 2010, sólo el 58,78% de los catalanes acudieron a las urnas. CiU se hizo con el 38,4% de los votos y 62 escaños de un Parlament de 135, lo que unido a los 10 sillones obtenidos por ERC –con el 7% de los sufragios– y a los cuatro que consiguió Solidaritat Catalana per la Independència –la formación dirigida por Joan Laporta, expresidente del Fútbol Club Barcelona– certificó una ajustada mayoría independentista en el hemiciclo con 76 escaños.
Dos años después, la participación creció enormemente hasta el 67,76% de los ciudadanos con derecho a voto. Pero los resultados fueron muy similares, ya que los diputados que consiguieron los partidos favorables a romper con el Estado fueron 74: 50 de CiU –que sufrió un fuerte batacazo–, 21 de ERC y 3 de las CUP, en su primera participación en unas elecciones autonómicas. El porcentaje de voto total obtenido por los soberanistas fue, asimismo, prácticamente idéntico: frente al 48,72% de 2010, en 2012 el bloque consiguió un 47,87%.
Si se echa la vista más atrás, los datos sí casan más con la interpretación de los líderes de PP, PSC y Societat Civil Catalana, aunque es cierto que en las elecciones anteriores a 2010 partidos como CiU no defendían la independencia y sólo se declaraban nacionalistas. En cualquier caso, en 2006 la participación fue muy baja –sólo fue a votar el 56,04% del censo, la segunda cifra más baja de la serie histórica– y eso se notó en los resultados de los soberanistas: el bloque formado por CiU y ERC sólo obtuvo 69 escaños y el 45,55% de los votos, sus peores resultados desde los primeros comicios celebrados en 1980, cuando consiguieron un 36,73% y 57 sillones.
Los expertos no se ponen de acuerdo
Los expertos se muestran divididos, por su parte, ante la hipótesis de que una mayor participación perjudica a las filas independentistas, aunque sí coinciden en rechazar que sea un factor con importancia capital de cara a los resultados finales. "Yo no sería muy taxativo, pero diría que cuanta más participación haya más difícil lo tienen los independentistas, y con un 70% la verdad es que se les pone muy complicado", asegura Lluis Orriols, profesor de Ciencia Política en la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M).
"Entre 2010 y 2012", explica Orriols, "hubo un cambio de preferencias, porque aumentó mucho el número de catalanes que querían la independencia", una circunstancia a la que se sumó "el desplome del PSC entre los catalanistas" –los socialistas han pasado del 26,8% de los votos en 2006 al 18,3% en 2010 y el 14,4% en 2012–. No obstante, señala el politólogo, "el hecho de que al final el soberanismo cayera un poco y Ciudadanos aumentara muchísimo [pasó de 3 a 9 escaños] se debe a que aumentó la participación".
Con él, no obstante, discrepa Julián Santamaría, catedrático emérito de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y director del CIS entre 1983 y 1987. El experto asegura tener "dudas", cuanto menos, de la hipótesis que sostiene García Albiol, tras la que subyace la idea de que "en las autonómicas quienes acuden a votar son los defensores de los partidos nacionalistas, y que por el contrario el resto tiende a abstenerse". "Suponer que quienes no votan habitualmente lo harían en contra de los proyectos independentistas si fuesen a votar en las próximas autonómicas es una suposición arriesgada", asegura.
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"La participación tiende a aumentar en relación a la importancia que le dan los electores al desenlace, y también a la equidistancia entre los resultados posibles", abunda Santamaría, que señala que "si hay una elección muy apretada y muy importante habrá más participación, pero esto no quiere decir que esa participación iría toda en la misma dirección". "No es previsible que se abstengan los que han votado siempre, pero tampoco que la participación incorpore un claro sesgo en una dirección", zanja.
Orriols, por su parte, apoya su propia tesis sacando a colación el concepto académico de "abstención diferencial", el colectivo "que vota en las generales y no en las autonómicas". "En parte, este fenómeno explica por qué el PSC saca mejores resultados en el Estado que en las elecciones catalanas, y en las de 2012 esta abstención diferencial desapareció con el aumento de la participación y ayudó al voto antinacionalista", explica el experto, que opina que unas elecciones con alta participación "tendrían que beneficiar al voto antisoberanista, porque los soberanistas siempre han sido muy activos y participativos". "Las crecidas son mayores donde hay mayor potencial para ello", remacha.
Tanto Santamaría como Fermín Bouza, catedrático de Sociología en la UCM, reconocen el concepto, pero ambos discrepan con la apreciación de que puede ser un elemento importante para dilucidar los resultados del próximo septiembre. "Los inmigrantes en Cataluña [quienes más se abstendrían en las autonómicas] no tienen una posición combativa en temas políticos, sino inhibida", explica Bouza, que señala que una alta participación "podría generar una diferencia de uno o dos escaños, pero no más, tal y como están las cosas".