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José Antonio Bastos (Médicos Sin Fronteras)

“No podemos aceptar dinero de una institución que está haciendo tal despliegue de crueldad”

El presidente de Médicos Sin Fronteras, José Antonio Bastos.

Médicos Sin Fronteras anunció el pasado viernes que, a partir de ahora, rechazará el dinero que recibe de la Unión Europea y de los 28 Gobiernos que la integran en protesta por una política migratoria "dañina" basada en la disuasión y en alejar lo máximo posible de sus costas a quienes huyen de la guerra y el sufrimiento. El anuncio de la ONG culmina un período de "confrontación crítica de baja intensidad" entre las instituciones comunitarias y la organización humanitaria, que mantiene tres buques de salvamento en el Mediterráneo y equipamientos sanitarios en Grecia, Turquía, Siria y sus países vecinos (Jordania, Turquía, Líbano, Irak), entre otros lugares. 

La entrada en vigor del acuerdo suscrito entre la Unión Europea y Turquía que prevé sellar la ruta del mar Egeo mediante la devolución exprés de migrantes y refugiados a cambio de 6.000 millones y de que los turcos viajen a Europa sin visado fue el detonante de la decisión de la ONG de renunciar a estos fondos institucionales, tal y como señala a infoLibre su presidente, José Antonio Bastos. Asegura que la renuncia a estos fondos no va a afectar a los proyectos de la organización porque el 90% de sus ingresos procede de las aportaciones de socios. 

PREGUNTA: ¿Cómo ha llegado Médicos Sin Fronteras a tomar la decisión de renunciar a los fondos de la UE y sus Estados miembros?

RESPUESTA: Médicos Sin Fronteras lleva muchos años implicado en trabajar asistiendo a inmigrantes y refugiados. Conocemos el problema desde que era algo muy pequeño y siempre hemos tenido una posición muy crítica frente a la actuación de las instituciones europeas por su actitud de cierre y de rechazo y por la condiciones en los centros de detención. Tenemos una historia de una confrontación crítica de baja intensidad que ha ido creciendo conforme la UE ha ido aumentando las medidas de hostilidad.

Este proceso culminó con el acuerdo suscrito con Turquía, que es un castigo con deportaciones masivas que está muy al límite de la legalidad. Se trata de un acuerdo dramático en sí mismo porque no reduce la huida de personas, sino que se lo hace más difícil y les obliga a escoger rutas más peligrosas, a ponerse en manos de traficantes de personas... En términos reales es una decisión que está causando un enorme sufrimiento a miles de seres humanos que ya vienen huyendo de una guerra y en términos simbólicos y conceptuales es el principio del final de todo el sistema de asilo y refugio. Esto va a provocar una reacción en cadena que no sabemos dónde va a llegar.

P: Además de la firma del acuerdo con Turquía, ¿en qué aspectos o momentos concretos las instituciones comunitarias han defraudado sus expectativas? 

R: Nos asustamos mucho a final de 2014 cuando, en un momento en el que empezaba aumentar el número de personas que cruzaba el Mediterráneo jugándose la vida, la UE obligó a Italia a retirar una operación de rescate que estaba muy bien montada [el programa Mare Nostrum] y a sustituirla por una operación militar y policial de cierre de fronteras. Nos preocupó mucho que el paso dado por la UE fuera en la dirección de más seguridad y menos rescate y asistencia a los seres humanos. Eso nos llevó a poner tres barcos de rescate en el Mediterráneo que todavía mantenemos. 

Desde entonces han pasado más cosas. Nos defraudó que, en el verano del año pasado, la UE no se coordinara para responder al desplazamiento masivo de centenares de miles de personas que huían de las guerras de Siria, de Somalia, de la miseria en el oeste de África, de Boko Haram en Nigeria… Los que hemos trabajado con refugiados sabemos que dar una respuesta a eso es técnicamente fácil porque se requiere organización y cierto nivel de financiación para poner tiendas de campaña y organizar comidas, lo que está completamente al alcance de cualquier ejército europeo. 

P: ¿Antes de tomar la decisión intentaron negociar con representantes comunitarios para que escucharan sus propuestas? 

R: Por supuesto. Lo que nos defraudó completamente fue el juego de ratonera y trampa, de cierre de fronteras y el uso de violencia contra los refugiados, cuyo único crimen es huir de una guerra. Ahí ya aumentó nuestro nivel de confrontación con la UE y tuvimos una serie de comunicados muy críticos. Desde entonces hemos pasado tres meses intentando discutir esto en persona con representantes de la UE en todos los niveles y hemos llegado a un punto en el que estamos convencidos de que nuestros argumentos no se escuchan en la UE porque sus representantes han dado una preferencia absoluta a la seguridad y a alejar a las personas que sufren de Europa en lugar de acogerlas y asistirlas.

P: Según la última memoria oficial, de 2014, ustedes recibieron ese año 114,7 millones de euros de la Oficina de Ayuda Humanitaria de la Comisión Europea y de los Gobiernos de Alemania, Bélgica, Canadá, Dinamarca, España, Francia, Irlanda, Luxemburgo, Noruega, Reino Unido, República Checa, Suecia y Suiza.  ¿La decisión de renunciar a esos fondos pone en peligro los proyectos de la ONG?

R: Con toda seguridad no va a influir porque tenemos reservas suficientes. De hecho, las aportaciones de instituciones públicas suponen el 9% de todos nuestros ingresos. Además, desde que hemos hecho el anuncio hemos sido contactados por centenares de nuestros socios y seguidores que apoyan nuestra decisión y que nos ofrecen aumentar su contribución a para poder compensar la renuncia a estos fondos. No obstante, la aportación de más socios ya nos parecía necesaria antes de tomar esta decisión, es algo que buscamos constantemente. Por eso hemos llegado a ese 90% de financiación de socios. 

Hubo un momento en que uno de los centros en los que trabajábamos se empezó a utilizar como un centro de detención de personas para ser deportadas. Decidimos entonces que no queríamos seguir trabajando allí para no ser cómplices de ese proceso de deportación forzosa. Pero todos los demás proyectos (unidades móviles, hospitales pequeños, centros de atención en tránsito…) todo esos dispositivos de asistencia se mantendrán. También nuestros buques seguirán haciendo rescate.

P: ¿Esperan que su medida sirva, al menos, para sacar los colores a algunos dirigentes comunitarios? 

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R: Aunque parezca un poco exagerado, el objetivo de la medida es sentirnos a gusto con nuestra conciencia. No podemos aceptar dinero de una institución que está haciendo un despliegue tal de crueldad en una situación de tanto sufrimiento. En segundo lugar es una llamada de atención importante a los líderes políticos de la UE y a la opinión pública europea para que se den cuenta de que algo funciona muy mal con este tema. Es una llamada de atención para destacar la gravedad sobre un asunto que, por frecuente, nos empezamos a acostumbrar, pero que sigue siendo gravísimo.

P: Médicos Sin Fronteras también ha denunciado que se está privando a los solicitantes de asilo de asistencia legal, su única defensa contra una expulsión colectiva. ¿Quiere decir eso que la UE no ha puesto los medios suficientes para que haya esa asistencia o que impide que otras ONG hagan ese trabajo?

R: Lo principal es que no se han puesto los medios. Es la obligación de los Estados garantizar que los solicitantes de asilo pueden tramitar sus solicitudes. Me consta que al hilo de la implementación del cierre de Idomeni y del acuerdo con Turquía las organizaciones voluntarias lo tienen cada vez más difícil en Grecia, no te digo en las alambradas de la frontera con Hungría o con Serbia... Son las dos cosas. No obstante, lo que nos parece más grave es que si la decisión de la UE es afinar mucho más la selección de quién sí y quién no entra en la UE, no han hecho ningún esfuerzo para determinar quién lo hace. Eso nos da prueba de que [el acuerdo UE-Turquía] es una medida de rechazo.

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