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Igualdad

Desafección, carga mental y vuelta a los hogares: las mujeres pasan más días en ERTE que sus compañeros

Una camarera atiende a varios clientes en una terraza.

Los trabajadores españoles comienzan a reincorporarse a sus puestos de trabajo. Los Expedientes de Regulación Temporal de Empleo (ERTE), tejidos como respuesta a la crisis del covid-19, han ido desacelerando en el último mes. Sin embargo, han apuntalado una brecha en el mercado laboral: la desigualdad de género. Son ellas las que en mayor medida pasan los días haciendo cuentas sobre el tiempo que llevan en la misma situación y cabalgando con la incertidumbre de cuándo podrán recuperar la normalidad.

Según los últimos datos del Ministerio de Seguridad Social, actualizados a 19 de marzo, existen 783.290 trabajadores en ERTE: 409.522 mujeres y 373.768 hombres. Pero esa es la foto fija. Si atendemos a una panorámica global, la tendencia se invierte. El 52,75% de los afectados por ERTE son hombres. Sin embargo, siguen siendo las mujeres las que permanecen más días sin salir, tal y como afirmó el ministro José Luis Escrivá esta semana. Ellas están en ERTE cerca de 55 días, quince más que sus compañeros. Son ellas las que asumen el peso de los días. Elena Blasco Martín, secretaria de Igualdad y Mujeres de CCOO, observa los datos y les da un sentido: hay más hombres afectados durante todo este año, pero su permanencia ha sido mucho menor, por lo tanto ha habido más rotación. En el caso de las mujeres, por contra, ha habido una acumulación.

Un día tras otro, las mujeres en esta situación se preguntan cuándo podrán reincorporarse al mercado laboral. El cisma de género es añejo: no se trata de una sensación nueva, la presencia de la mujer en el trabajo productivo no siempre ha estado asegurada. Y el temor a retroceder está hoy más presente que nunca. Cristina Antoñanzas, vicesecretaria general de UGT, sopesa las posibles causas de esa mayor permanencia femenina en los ERTE. Los sectores donde más se mantienen los expedientes, como hostelería, centros de belleza o agencias de viaje, son esferas altamente feminizadas. En dichas profesiones se "está saliendo más difícilmente", apunta. Pero además, ocurre otro fenómeno ligado a la segregación en los propios empleos: en los hoteles, por ejemplo, "se está viendo que los que primero salen son los trabajadores de mantenimiento, mayoritariamente hombres".

Vuelta a la casilla de salida y a los hogares

La suma de los días en ERTE tiene consecuencias graves para las mujeres. "La brecha se va a seguir agrandando: sigues cobrando el 70% pero no es el mismo salario que el de tus compañeros, las cotizaciones tampoco son las mismas para las prestaciones de desempleo y para la jubilación", enumera Antoñanzas. La acumulación de estos factores resulta en el "aumento de la pobreza y la exclusión de las mujeres, especialmente cuando se trata de familias monoparentales".

Aquí entra en juego la carga mental. Las trabajadoras "no ven visos de que esto vaya a solucionarse y puedan volver a su trabajo", lo que se traduce en "desafección y desánimo", más aún en los sectores más precarios. No llegar a fin de mes se junta con otra arista: volver a asumir el rol de cuidadoras y las tareas del hogar. "Es una involución total y absoluta", reflexiona la sindicalista, al tiempo que recuerda las heridas de la anterior crisis aún sin cicatrizar. "Estábamos incorporándonos de nuevo al mercado laboral, pero esto es retroceder otros diez años más". Volver a la casilla de salida, cuando la crisis estaba en pleno apogeo y las mujeres quedaron relegadas a las cuatro paredes de sus casas. Otra vez volver a los hogares, asumir las tareas domésticas y esperar.

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De desafección y carga mental habla también Margarida Corral, socióloga y secretaria del área de Mulleres de la CIG. Las consultas al sindicato gallego se han multiplicado con la crisis y los militantes han asumido una suerte de atención psicológica. "Que se rescate antes a los hombres tiene que ver con la actividad, las mujeres están más tiempo porque el mercado de trabajo está segregado", opina. Las consecuencias son claras y giran en torno a un eje: el hogar, antes como territorio privado, ahora también como espacio productivo. En las casas se juntan las actividades laborales, las educativas y las relacionadas con los cuidados, una "sobrecarga absoluta para las personas que están en el hogar". Es decir, las mujeres mayoritariamente: porque son ellas quienes pasan más días en ERTE y porque el desempleo sigue estando feminizado. El 57,5% del paro actual tiene rostro de mujer.

En los hogares, "la gente se levanta por la mañana para producir o preguntándose para qué valen". Los efectos son, a juicio de la sindicalista, el miedo latente de las mujeres "a desaparecer del mercado laboral, conscientes de que la situación puede no terminar en una reincorporación, sino en un despido". Una persona que lleva un año en ERTE, desliza como ejemplo, "no ve salida al final del túnel". Pero ocurre además que si el desenlace queda definido por los despidos, existirá un "contingente de mujeres en edad reproductiva o mayores que no va a volver al mercado, pero sí a los cuidados. Las previsiones son nefastas a medio plazo".

Comisiones Obreras parte de una máxima: "Mientras una mujer se mantenga en ERTE, está protegida porque conserva el vínculo con el empleo", recuerda Blasco Martín. Pero enseguida introduce matices. Esto no significa que el riesgo desaparezca, todo lo contrario. Las mujeres partían ya de una posición incierta, atravesada por desigualdades y brechas estructurales, así que "el riesgo de que se queden fuera es muy grande". Ya estaban "poco y mal incorporadas al mercado laboral", así que permanecer más tiempo en ERTE y estar lejos de sus trabajos precipitará lo que ya anticipan las expertas: la vuelta a los hogares y el refuerzo del rol de cuidadoras.

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