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Vox: una partido dirigido por personas bien situadas

Julián Lobete Pastor

Si se afirma que la mayor parte de los dirigentes de Vox (entendiendo por tales las cabezas del partido, parlamentarios y cargos públicos) son personas bien o muy bien situadas en la sociedad española, más de uno se mostrará incrédulo. ¿Un partido ultraderechista, rompedor, que viene a derribar todas las fichas del tablero de ajedrez (Abascal dixit), dirigido por gente previamente bien asentada?

Para fundamentar lo afirmado en el título de este artículo, se ha hecho un ejercicio muy simple. Acudiendo a las páginas web del partido y oficiales, se ha comprobado la formación académica y experiencia profesional de los diputados de Vox en el Parlamento europeo, en el Congreso de los Diputados, en la Asamblea de Madrid y en las Cortes de Castilla y León, así como las correspondientes  a los cargos nombrados en la Junta castellanoleonesa tras la formación del gobierno PP-Vox.

No se ha tratado de analizar a los votantes de Vox o sus militantes, sino exclusivamente a sus dirigentes.

El resultado a nivel formativo y de experiencia profesional en el Congreso de los Diputados es extraordinario. Tres generales, alguno con experiencia de mando en organizaciones internacionales; catedráticos, doctores en Ciencias Económicas, Derecho o Filosofía; abogados, economistas, periodistas, profesores, capitán de la marina mercante, médicos, odontólogo, licenciada en Filología y Ciencias de la Religión, consultores varios, experta en Ayuda Humanitaria, ingeniero de minas. Todo ello además de los másteres en Comunicación Política, Urbanismo, o en IESE, ICADE, ESIC, CUNEF. Experiencia profesional en empresas públicas y privadas, administración pública, administración concursal, cooperación internacional y emprendimiento, editora y directora de museos.

Aun admitiendo que todos adornamos  los curriculums, hay datos que son incontrovertibles, difícilmente nos atreveremos a decir que somos catedrático, médico o general, si no lo somos.  

En la Asamblea de Madrid, nos encontramos con doctores en Derecho y Psicología Social, ingenieros, abogados, pediatra, licenciada en Filología Clásica, graduado en Teología, arquitecta, juez de primera instancia y directores de fundaciones...

En las Cortes de Castilla y León, no encontramos ningún ganadero o labrador, pero sí una ingeniera agrónoma con experiencia en proyectos vinculados a empresas como FCC, Tragsatec o Valoriza; otro de los procuradores es empresario vinculado a lo taurino e industrias cárnicas; conviven con promotores immobiliarios, diplomados en turismo y dirección hotelera, abogados, funcionarios de la Junta, y dos maestras, una de ellas con experiencia en docencia de adultos y personas con discapacidad;   el considerado cerebro de Vox en Castilla y León, David Hierro es licenciado en Historia y gestor cultural.

Lo sucedido con el nombramiento de los consejeros y viceconsejeros propuestos por Vox en el nuevo Gobierno de la Junta castellanoleonesa, puede indicarnos una pauta que posiblemente se repita en otros gobiernos en los que participe este partido. 

De acuerdo a lo sucedido, Vox no va a tener problemas para encontrar candidatos para los puestos de altos cargos, porque esos candidatos en su mayoría, han estado o están desempeñando puestos relevantes  en los gobiernos del PP. 

El consejero de Cultura, Gonzalo Santonja, catedrático y escritor ya venía colaborando con el PP desde hace años y su viceconsejera, Mar Sánchez  también escritora, ha  sido directora general de Políticas Culturales en la misma consejería con gobiernos del PP. Lo mismo sucede en la Consejería de Empleo e Industria en la que el nuevo consejero Mariano Veganzones es un funcionario de la Junta que ha desarrollado toda su carrera profesional en la misma institución.  

El consejero de Agricultura Gerardo Dueñas es ingeniero agrónomo con experiencia como directivo de la organización agraria Asaja y una empresa de abonos y fertilizantes, entre otras experiencias. Un antiguo superior suyo en Asaja, ha declarado que Dueñas podría haber colaborado con cualquier partido de centro derecha. Lo cierto es que ha elegido uno de ultraderecha y que deberá aplicar las políticas de Vox para la agricultura concuerden o no con sus conocimientos profesionales. Vox ya ha anunciado que nombrará comisarios políticos para supervisar la actuación de los consejeros. El vicesecretario de Agricultura , Juan Pedro Medina, también es ingeniero agrónomo y funcionario de la Junta.

Una clase media profesional que quiere una vuelta atrás

Los datos anteriores nos demuestran que los dirigentes de Vox pertenecen a una clase media o incluso clase media alta, pero sobre todo a una clase media profesional con formación académica, experiencia profesional y seguramente una buena red de contactos familiares, sociales y económicos.

No son marginados por la globalización ni por la crisis de 2008 y posiblemente tampoco les ha afectado mucho en su situación la pandemia y la guerra de Ucrania o no más que a otros ciudadanos. Ninguno de ellos tiene nada que temer objetivamente en una sociedad democrática, salvo que sus miedos imaginarios les lleven a ver peligros donde no los hay.

La pregunta es por qué esos profesionales bien situados han optado por un partido reaccionario, que pretende una vuelta atrás, retroceder cincuenta años en lo políticos, en lo socio cultural y en lo socioeconómico. En definitiva volver al franquismo, aunque sea un franquismo del siglo XXI, modernizado y sin figuras como las del dictador.

La calificación de reaccionario es la que mejor cuadra a Vox, según opina Miguel González en su imprescindible libro Vox S.A., el negocio del patriotismo español. Y sin duda, Hernández está en lo cierto; es esa calificación mucho más descriptiva hoy que la de fascista o ultraderechista .

El modelo político de estado que Vox quiere y alaba es el de la Hungría de Orbán y así lo explicitan continuamente sus dirigentes y comunicadores. Anne Applebaum en su libro El Ocaso de las Democracias describe así al régimen húngaro (hay que aclarar que Applebaum no es ninguna izquierdista, sino una periodista e historiadora vinculada al ámbito del centro derecha, pero convencida demócrata) : “Sólo un extranjero calificaría de comunidad orgánica al cerrado y corrupto estado unipartidista de Orbán, un mundo en el que los amigos, la familia y los primos del primer ministro se hacen cada vez más ricos, se asciende y se degrada según la lealtad a su partido y todos los demás son excluidos. Y sólo un ideólogo podría creer que los vecinos europeos de Hungría están molestos por el cristianismo de Orbán. En realidad están molestos por las manipulaciones legales que han dado al primer ministro húngaro un control casi absoluto de la prensa y el proceso electoral, así como por su corrupción y uso de la Unión Europea para financiar a sus compinches”.

Si en lo político Vox propugna un régimen como el de Orbán, en el que además la separación de poderes es destrozada, estaremos en España, si logra gobernar, ante un régimen iliberal en lo político, reaccionario en los avances socioculturales y ultraliberal en lo socioeconómico, con sus propuestas de desregulación laboral y exclusión de los sindicatos. 

En definitiva una vuelta atrás. Applebaum que también habla en el libro citado de Vox y ha entrevistado a dirigentes del partido, como Abascal, Bardají o Espinosa de los Monteros, señala que en 2019: “Algunos de los españoles a quienes conocía, creían escuchar los ecos del pasado en el retórica de Vox” ( retórica que no ha cambiado).

Uno de los factores que explican ese querer volver atrás, volver al cómodo franquismo sociológico, en el que tantos estuvieron instalados, y muchos siguen, es la nostalgia. Applebaum se refiere a la nostalgia restauradora, que es “reconstruir el hogar perdido y reparar las lagunas de la memoria; muchos de los nostálgicos no reconocen sus propias ficciones sobre el pasado, como lo que son, creen que su proyecto va de verdad” Y en el caso de Vox, ese proyecto reaccionario va de verdad.

Junto a la nostalgia restauradora otros factores explican el proyecto reaccionario, como la predisposición autoritaria analizada por Karen Stenner, según añade también Applebaum. Con frecuencia las personas se sienten atraídas por las ideas autoritarias porque les molesta la complejidad, les disgusta la división, prefieren la unidad; y una avalancha de diversidad les enfada y entonces buscan soluciones en un nuevo lenguaje político que les haga sentir más seguras y protegidas.

El mundo franquista para quienes vivían cómodos en él, era unitario: unidad política, unidad religiosa, supremacía de los valores tradicionales de toda la vida, cada uno en su sitio.

El problema en España es que estos valores tradicionales no se limitan al ámbito de Vox. El 75% de los votantes del Partido Popular no ve inconvenientes en que este partido gobierne con Vox, lo que significa que la línea de separación entre derecha y ultraderecha es muy tenue. Situación que también es un problema para el PP porque puede llegar un momento en el que los votantes que no ven inconvenientes en la alianza prefieran que la dirija Vox.

Cuando se oye a la presidenta de la Comunidad de Madrid, es difícil distinguir si quien habla pertenece a Vox o al PP. Muchas de las afirmaciones de Ayuso el 2 de mayo pasado se pueden encontrar en opinólogos de la Gaceta de la  Iberosfera, publicación de Disenso, la fundación de Vox.

En el actual estado de polarización es casi imposible un diálogo sobre proyectos y realidades con los dirigentes de Vox. Lo que no debe hacer la izquierda ni los ciudadanos que nos sentimos demócratas es no dialogar con los votantes de ese partido.

Los comunicadores reaccionarios han conseguido situar a muchos ciudadano en una sola megaidentidad política. Si eres cazador, si eres taurino, si te importa mucho una España unida, está en el lado correcto porque la izquierda quiere acabar con la caza y los toros y fracturar España. Como si ser cazador o taurino (además de que nadie sensato quiere prohibir la caza y los toros) impidiera tener una visión progresista sobre otros aspectos de nuestras múltiples identidades.

Vox difunde mentiras medianas para engañar y son esas mentiras las que hay que desenmascarar con sus votantes. No desean la libertad política, pese a que se benefician de ella, ni el estado de bienestar social, que quieren abolir (así como el derecho al aborto, o la protección frente a la violencia de género, o la eutanasia) ni la seguridad económica de los ciudadanos porque propugnan un orden ultraliberal en lo socioeconómico que aumentará la precariedad económica y social y las desigualdades.

Julián Lobete Pastor es socio de infoLibre

Nota: En la versión inicialmente publicada de este texto se atribuía por error la autoría del libro Vox S.A., el negocio del patriotismo español.

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